Ella: a través de mis ojos

PESADO

Desde esa tarde, no pude dejar de pensar en ella. En lo cerca que estuvimos. En ese suspiro contenido, en esa mirada que me quemaba por dentro. Isa no se dio cuenta, pero cuando dijo "perdón", algo se quebró y se encendió en mí al mismo tiempo.

No podía dejar las cosas así. No con ella.

Apenas vi una ventana libre en mi horario, la busqué. Sabía más o menos en qué salón estaría a esa hora, así que fui con esa tranquilidad fingida que me sale tan bien cuando por dentro estoy hecho un caos.

Y ahí estaba.

Sentada en una de las bancas de piedra cerca del patio de los murales, con el sol colándose entre las hojas de los árboles y su sombra bailando en sus piernas. Estaba sola, mirando hacia abajo, como si el suelo tuviera todas las respuestas del universo. Jugaba con sus dedos sobre el regazo, nerviosa. Su labio inferior atrapado entre sus dientes, como si intentara no decir nada, pero queriendo decirlo todo.

Y algo en ella... estaba distinto.

Se sonrojaba sin que nadie la tocara. Sus ojos me buscaban, pero en cuanto los míos la encontraban, miraba hacia otro lado, como si no pudiera con la tensión. Yo no era bueno leyendo emociones ajenas, pero esa era clara como el agua: estaba nerviosa.

—¿Te puedo robar un momento? —pregunté, con la voz más baja de lo normal.

Ella levantó la mirada, y su carita se volvió aún más roja.

—Sí —dijo, apenas audible.

Me senté a su lado. El silencio entre nosotros pesaba, pero no era incómodo. Era... dulce. Como si ambos supiéramos que algo había cambiado.

Yo no pude evitar sonreír. No sé si por lo nerviosa que estaba, por lo linda que se veía o por lo tonto que me hacía sentir estar tan cerca de ella.

Me quedé mirándola sin decir nada, disfrutando de verla así, tan Isa y tan distinta a la vez.

Ella me vio, entrecerró los ojos y dijo con una vocecita que me mató de risa:

—Ash, no me mires así, pesado.

Me reí bajito.

—¿Así cómo?

—Así... como si estuvieras burlándote de mí.

—No me estoy burlando —le aseguré, aún con media sonrisa—. Es solo que... no sueles verte así.

—¿Así cómo? —repitió, bajando aún más la mirada.

—Tan nerviosa —respondí, con sinceridad.

Ella suspiró, miró al cielo por un segundo y luego bajó la vista otra vez. Sabía que estaba batallando algo en su cabeza. Y yo también.

—Isa... —empecé— sobre lo de ayer…

—Ay, no —interrumpió ella, levantando la mano para detenerme—. Perdón, en serio. Si te confundí o si pareció que iba a hacer algo fuera de lugar… lo siento. De verdad. A veces soy muy convencida con mis ideas y… y me da muchísima vergüenza. No era mi intención. Yo pensé que… pero, nada. Si estás enojado, lo entiendo. No se va a volver a repetir. Fue un momento raro y ya. Yo hablo mucho, perdón. Perdón, en serio.

Hablaba tan rápido que parecía que se le iba a ir el aire.

Yo apenas abrí la boca para responderle cuando, como si el universo me odiara:

—Isabela, ¿me acompañas un momento? —dijo la profesora de sociales, apareciendo como si hubiera estado escondida detrás de una planta.

Isa pegó un saltito, como si le hubieran tirado un balde de agua fría.

—S-sí, ya voy —respondió ella, y se levantó sin mirarme.

—Isa —intenté decir, pero ella ya estaba caminando detrás de la profesora.

Se fue.

Y así pasé todo el día.
Buscándola.

Y ella, esquivándome.

Cambiaba de dirección cuando me veía. Se reía más fuerte con sus amigas cuando pasaba cerca. Fingía estar ocupada cada vez que coincidíamos en un pasillo. Cada mirada que esquivaba me dolía más que si me dijera directamente que no quería hablar conmigo.

Y lo peor... es que me dolía porque ya no podía negar que algo en mí había cambiado.

A última hora, fui al lugar donde usualmente la veía esperándose. No estaba. Pregunté discretamente a una amiga suya.

—Ah, Isa se fue temprano hoy. Tenía permiso.

Y así terminó el día.
Sin hablar con ella.
Con mil palabras que no pude decirle.
Y con el recuerdo de sus mejillas rojas y su voz temblando diciendo “perdón” como si hubiera hecho algo malo… cuando lo único que hizo fue desarmarme.

Se había ido antes de tiempo.

Sin despedirse.

Sin darme la oportunidad de decirle que no tenía nada que disculparse. Que yo también lo sentí. Que no, no me incomodó. Que más bien... me tenía el corazón dando vueltas desde ayer. Que yo no entendía cómo ni cuándo, pero Isa ya no era una chica más. Que ya no podía verla como antes. Que, joder, si ella me miraba una vez más con esos ojitos que tenía hoy, yo no iba a poder sostenerme en pie.

Esa noche, en mi cuarto, todo era silencio.

Me acosté boca arriba, con los audífonos puestos pero sin música.

Solo pensaba en cómo se veían sus dedos moviéndose nerviosos. En cómo decía “ash, no me mires así” con ese tonito entre broma y ternura que me desarmaba. En cómo hablaba tan rápido, como si temiera que yo pudiera herirla por algo que ella ni siquiera debía disculpar.

Me sentía como un idiota.

Por no haber tenido el valor de decirle lo que de verdad pensaba cuando lo tenía que decir.

Por no haberla besado.

Y ahora... solo podía esperar al lunes nuevamente.

Esperar a verla.

Esperar a que no me esquive otra vez.

Esperar... a no seguir perdiéndola.

Pero... Espera... Oh Dios... Mañana son los xv, los xv de Valeria

Una de las amigas de Isa

Eso significa... Que mañana la veo

Y está vez no dejaré que me esquivé




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