Desde anoche no me la podía sacar de la cabeza.
Es ridículo, lo sé. O tal vez no. Pero me la pasé dándole vueltas a lo de ayer, a su carita roja, a su voz atropellada pidiendo perdón como si hubiera cometido un crimen, cuando en realidad… yo también había querido ese beso.
Pensé que hoy al despertar, todo se sentiría más lejano. Pero no. Sentía lo mismo. Más, incluso. Y para colmo, hoy era 12 de agosto. La fiesta de Valeria.
Nunca me imaginé estar en unos quince años.
Ni siquiera sabía bien cómo funcionaban. Tenía la vaga idea de que eran como una boda pero sin novio, con mucha decoración, flores, luces… y sentimentalismo por montones. Lo que nunca imaginé era que me invitaran a uno. Yo. Ian. El que siempre termina diciendo cosas que incomodan, que prefiere a los tipos porque se ríen incluso cuando no entienden si estoy siendo sarcástico o no.
Pero ahí estaba. “Elegante negro”, decía la invitación. Me puse la camisa más formal que tenía, un pantalón negro bien planchado y los zapatos que solo uso cuando me arrastran a algo importante. Me miré al espejo antes de salir y, lo admito, me pregunté cómo iría Isa. Porque claro… Valeria era una de sus amigas más cercanas. No estaban todo el día juntas, pero cuando se encontraban en los pasillos, Isa siempre la abrazaba como si no la hubiera visto en años. Siempre con una sonrisa. Siempre con ese brillo en los ojos.
Llegué al salón un poco temprano. Aún estaba medio vacío. Algunos familiares, un par de compañeros de décimo, y la decoración… debo admitirlo, era hermosa. La Bella y la Bestia. Todo parecía sacado de un cuento. Candelabros, pétalos dorados, luces tenues. El aire olía a flores frescas y perfume caro.
Me apoyé contra una de las columnas, manos en los bolsillos. Me pregunté cuántos años tendría Isa realmente. A veces parece de siete, cuando se ríe con cualquier tontería. Otras, tiene una tristeza tan antigua en los ojos que pareciera haber vivido cien vidas.
Me distraje hablando con unos amigos por unos minutos. Luego, escuché un murmullo cerca de la entrada. Todos se voltearon a ver.
Y ahí estaba ella.
Isa.
Entró con sus amigas, riendo bajito, como siempre. Pero yo no escuché nada. Todo el sonido se fue al carajo.
Llevaba un vestido negro, pegado al cuerpo, con pequeños toques rojos que parecían manchas de pintura o fuego. Tenía un corte debajo del pecho y en el abdomen, no vulgar, pero suficiente para hacerme olvidar cómo se respiraba por unos segundos. Las tiritas del vestido apenas sostenían lo que parecía un universo entero. Tacones negros, pequeños, pero con una seguridad en su andar que me dejó estático. Era la única que llevaba tacones, y se notaba que sabía usarlos. Caminaba como sihubiera nacido para usarlos.
Un pequeño bolso plateado colgaba de su muñeca y su cabello estaba planchado, cayendo como seda brillante por su espalda. El maquillaje era más oscuro de lo usual, lo justo para resaltar sus ojos aún más. No sé si era sexy, elegante o directamente irreal. Pero yo no podía apartar los ojos de ella.
“Mierda.” Fue lo único que pensé.
No podía dejar de mirarla.
Se veía como una princesa, una mezcla entre la inocencia que siempre mostraba y un lado que rara vez dejaba salir. Uno más seguro, más maduro. Algo cambió en mí al verla. Algo que no sé si me asustó… o me atrapó más.
O no.
Como una princesa no.
Cómo una jodida reina.
—¿La estás viendo, cierto? —me dijo un amigo al lado, con una risita burlona.
—No seas imbécil —respondí sin pensarlo, pero ni siquiera lo miré.
Isa se acercó con sus amigas a una mesa y por un momento nuestras miradas se cruzaron. Apenas un segundo. Pero sentí ese golpe en el pecho. Ese que solo da cuando estás muy vivo… o a punto de hacer una estupidez enorme.
Y por primera vez en la noche, supe que nada de lo que sintiera esta noche iba a poder ignorarse.
Que Isa no solo me gustaba.
Que Isa no solo me importaba.
Que Isa no solo era "la niña del salón de al lado".
Isa se estaba convirtiendo en algo especial para mí.
En alguien que veo y mi corazón comienza a bombardear como loco.
Que no solo la veo hermosa por fuera. Porque definitivamente es preciosa por dentro.
Que no es solo sus ojos, es la expresión de su mirada.
Que ella me jodió.
Y me jodió en el buen sentido.
Sé perfectamente que no sé manejar un carajo lo que siento.
Pero creo que lo que el corazón me está gritando ya está empezando a salir por mi cuerpo...