JODIDAMENTE BELLA

No sabría decir cuánto tiempo estuve mirándola.

Quizás lo suficiente para parecer un idiota. Quizás lo justo para que ella lo notara.

Isa se fue acercando con su grupo a donde estábamos algunos del salón. Saludó a varios, uno por uno, con su sonrisa amable y ese tono dulce que parecía envolver a todos con la misma facilidad con la que uno se arropa con una cobija caliente en una noche fría.

Cuando llegó donde estaba yo, solo me miró y sonrió más suave. No fue una sonrisa cualquiera, fue una de esas que parecen privadas, como si fueran solo para mí aunque haya otras mil personas mirando.

-Hola -dijo. Su voz era suave, pero temblaba un poquito. Apenas perceptible.

-Hola -le respondí. Me aclaré la garganta. Era eso o decir alguna idiotez.

Estuvo solo un segundo frente a mí, y luego siguió saludando. Pero no importaba. Su presencia no se iba ni aunque ella lo intentara.

Mientras hablaba con sus amigas, de reojo seguía mirándome. Era curioso. Ella intentaba actuar como si no pasara nada, como si todo fuera normal, pero sus ojos la traicionaban. Se le notaba que estaba nerviosa. Jugaba con el borde de su bolso, con sus dedos, con una mechita de su cabello.

Y yo... yo no me podía quedar quieto. No podía dejarla ahí sin decir algo. Sin acercarme. No después de lo de ayer. No después de verla entrar como si hubiera salido de mis pensamientos más absurdamente bonitos.

Así que me acerqué.

Porque obviamente no iba a dejar que la niña más linda de la fiesta me mirara en vano.

Una excusa tonta por aquí. Un comentario random por allá. No soy bueno en esto, lo admito. Pero con ella, cada paso se siente como si algo dentro de mí supiera exactamente qué hacer, aunque mi cabeza grite lo contrario.

-¿Esa canción no es la de la coreografía de educación física? -dije, acercándome con una sonrisita en los labios, como si eso tuviera sentido.

Isa soltó una risita breve, suave.

-¿Tú prestando atención en educación física? Eso sí es una sorpresa.

-Lo justo para burlarme después -respondí.

Ella me miró de nuevo, esta vez sin tanta prisa. Y por un momento, se hizo ese silencio extraño entre nosotros. El que no incomoda, pero que pesa un poquito. Como si algo se estuviera gestando ahí, en medio de ese no-decir nada.

-Te ves bien -soltó, de la nada.

Yo la miré, arqueando una ceja.

-¿Bien?

-Sí... o sea, elegante. Como decía la tarjeta -añadió, mirando al suelo un momento, como si se arrepintiera por decirlo.

Sonreí. No sé cómo se sintió en mi cara, pero seguro fue raro. No estaba acostumbrado a eso.

-Tú estás jodidamente bella -solté. Así, como si me lo hubieran arrancado del alma.

Isa se quedó completamente quieta. Sus mejillas se tiñeron de un rojo precioso, tan intenso que parecía que había metido la cara en una rosa.

-Gracias... -susurró, bajando la mirada, escondiendo la sonrisa contra el borde de la copa de cóctel que tenía en la mano.

En ese instante, juro que quise seguir ahí. Congelar ese momento. Ella y yo, solo nosotros, lejos del ruido, lejos de la música, de la fiesta, del mundo entero.

Pero entonces una de sus amigas gritó su nombre.

-¡Isa! ¡Ya va a salir Vale! ¡Vamos!

Isa me miró por última vez. Tenía esa cara de no querer irse todavía, de querer quedarse un rato más en esa burbuja rara que se formaba cuando estábamos cerca.

-Nos vemos ahora -murmuró, y antes de que pudiera responder, su amiga la arrastró como si fuera una hoja en el viento.

Y yo me quedé ahí. Con la frase aún en el aire. Con su sonrojo pegado a mis pupilas. Con una sonrisa en los labios que no supe cómo detener.

Porque ella era eso. Jodidamente bella.

Y no solo por fuera.

Sino por todo lo que lograba mover dentro de mí sin ni siquiera intentarlo.

Por todo lo que siente mi corazón cuando ella está cerca.

Por el vacío que me da en el pecho cuando no la veo.

Por la vez que me sonroje por ella.

Por las sonrisas que me han salido únicamente con ella.

Por la paz que siento con ella.

Por qué ella... Ella es mágica...