Ella: a través de mis ojos

MI BAILE INOLVIDABLE

La pista de baile se abrió y todo el salón pareció cambiar de color. Luces cálidas se mezclaban con los gritos emocionados, las risas, los pasos torpes de los primeros valientes que salían a bailar. Yo me quedé en mi sitio, con las manos cruzadas y el corazón tamborileando fuerte. La vi. A ella.

Isa se unió al grupo con sus amigas, con esa sonrisa dulce que sabía usar para todo: para saludar, para animar, para fingir que todo está bien. Bailaba con movimientos suaves, sin pretender destacar, pero siendo imposible no mirarla. El vestido negro con manchas rojas se movía con elegancia junto a sus pasos. Los tacones le daban una postura diferente, pero seguía siendo ella. Se reía, bailaba, parecía feliz... aunque yo sabía que era experta en aparentar.

En un momento, una amiga con la que bailaba fue sacada a bailar por un niño, creo que era uno de nuestros conocidos. Isa, lejos de incomodarse, les regaló una sonrisa comprensiva, se hizo a un lado con delicadeza, y se quedó sola, como si no supiera muy bien qué hacer ahora.

Mierda.

Fue como si el universo me diera un empujón.

Sentí como algo externo me jalaba hacia ella.

Cómo si algo en su cuerpo me estuviera llamando.

Sentía la necesidad de ser yo quien la haga bailar con esos tacones.

No lo pensé.
No lo dudé.
No iba a dejarla sola.

Me levanté con el corazón en la mano y la valentía en la otra. Caminé hasta ella. Lo peor que podía pasar era que dijera que no. Pero si no lo intentaba... me iba a arrepentir toda la vida.

-¿Quieres bailar? -pregunté.

Ella me miró con esos ojos azules grandes, redondos, expresivos, como si no esperara que lo hiciera. Pero sonrió. Y esa sonrisa me atravesó.

-Sí... -dijo con timidez, y su mano temblorosa se deslizó en la mía.

Nos fuimos acomodando al ritmo del merengue. Era rápido, pero ella lo hacía ver fácil. Yo, bueno... no soy ningún bailarín, pero mis pasos torpes no parecían molestarle. De hecho, se rió bajito cuando casi piso su tacón y me dijo en tono juguetón:

-No me mates todavía, apenas vamos empezando.

-Prometo intentarlo -le respondí con una media sonrisa mientras girábamos entre la gente.

Estar tan cerca, sentir el calor de su mano, su perfume suave, su risa en mi oído... me estaba desarmando. El corazón se me quería salir por la boca. Y sin embargo, todo se sentía... bien. Natural. Como si, por fin, estuviera justo donde quería estar desde hace mucho tiempo.

Bailamos, reímos, nos tropezamos un par de veces. Pero no importaba. Ella se veía feliz, y yo... yo no sabía que se podía estar así de feliz simplemente bailando con alguien.

Y mientras el merengue seguía sonando y los demás giraban y saltaban a nuestro alrededor, yo no podía dejar de pensar: Ojalá esta canción dure para siempre.




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