Ella,
con su don único,
desmaterializa cadenas
que el mundo pretende imponerme
o que a veces, me impongo yo.
Ella,
portadora de una luz justa,
que no quema ni encandila
pero que alumbra
y calor desinteresado brinda
y derrite el hielo que se forma
cuando el miedo invade mi corazón.
Ella,
con su voz infinita,
que parece un escudo
hecho de palabras certeras y bonitas
en un lenguaje que poco comprendo
pero que rima;
y que atraviesa los mares
en forma de brisa
para acompañarme
cuando la vida parece retirar de mí
su omnisciente vista.
Ella...
sabe de qué estoy hecha,
de qué carezco
y no parecen importarle mis defectos.
Y nada me niega
y me presta sus ojos
cuando me quedo ciega.
Ella lo puede todo,
todo me lo entrega
y lo que no existe me lo inventa,
para que mi alma no deje de creer en el amor.
Ella es mi centro, mi estrella.
Y no lo sabe,
pero lo sueña.
Y yo vivo soñando que se entera...