Ella era fea 2

Recuerdos de un pasado feliz

Keidys estaba bajando de un ascensor con un paso afanado, su asistente personal no dejaba de hablar a su izquierda, en la derecha estaban dos chicas que conversaban por teléfono.

—Debemos darnos prisa, llevamos media hora de retraso —dijo una de ellas.

—No podemos cancelar la sesión de fotos Keidys, sabes que es muy importante, la cita con Josef puede esperar, es tu carrera profesional, por favor —insistió su asistente mientras caminaba a paso afanado.

Al salir del edificio un tumulto de personas empezaron a gritar como si no hubiera un mañana, los guardaespaldas que esperaban afuera trataban de hacer espacio para que Keidys pudiera pasar, pero de pronto, ella sintió que su mundo tambaleó, rodó su mirada por su alrededor, era como una cámara lenta. Detuvo su paso y uno de sus guardaespaldas la reparó un tanto extrañado.

—Señorita Keidys, ¿se siente bien? —le preguntó al verla demasiado pálida.

Pero la joven no respondió nada y en un segundo cayó al piso, todo pasó tan rápido que los periodistas demoraron tres segundos en darse cuenta que tenían una gran noticia frente a ellos. Aunque, claro, al percatarse, la bomba se hizo viral. Los noticieros no dejaban de hablar sobre el desmayo que tuvo la joven actriz y modelo internacional.

 

Alejandra estaba tirada en su cama comiendo palomitas de maíz mientras veía el noticiero donde estaban pasando la noticia sobre la carrera de Keidys.

—Miren a esta tipa, se cree tan diva —soltó una carcajada, después tomó su vaso lleno de gaseosa.

En aquel momento vio cómo Keidys caía al suelo, Alejandra quedó con la boca abierta, todo su cuerpo se erizó, después, al reaccionar, soltó un gran grito y todas las palomitas salieron volando de sus manos junto con el vaso de gaseosa.

—¡Mi amiga! —gritó con fuerza y salió corriendo del cuarto, después volvió para tomar su celular, marcó el número de Josef—, Dios mío, Josef, Josef, Josef.

—¿Qué sucede?, habla rápido que estoy muy ocupado, voy a entrar a una reunión —dijo el joven bastante serio por medio de la línea.

—Keidys, Keidys, se desmayó, lo acabo de ver en las noticias, en vivo… —soltó Alejandra entre sollozos.

—Espera, ¿qué? —la voz de Josef ya sonaba muy preocupada.

—Sí, solo se vio que cayó y después las personas empezaron a gritar y a ella se la llevó cargada un tipo ahí, creo que era su guardaespaldas, no sé, pero eso se vio muy feo… —Alejandra caminaba de un lado a otro buscando ropa para alistarse y salir en búsqueda de su amiga.

—Voy a hablar con su asistente, debo colgar, te llamo cuando sepa en qué clínica la tienen —informó Josef y después cortó la llamada.

 

Claudia olió los huevos que estaban frente a ella y todo su interior se revolvió.

—Ay no… —corrió al baño y empezó a vomitar.

Mateo dejó salir un suspiro, después caminó hasta la puerta del baño:

—¿Te sientes muy mal? —preguntó.

—Horrible, esos huevos parecían estar podridos.

—Eso no es cierto —renegó Mateo.

—Lo sé, pero debes de entenderme; estos tres meses me han dado muy duro —Claudia empezó a limpiarse la boca en el lavamanos, Mateo entró y abrazó su espalda.

—Me encantaría ayudarte, hacer algo para que así te sintieras mejor, aunque, solo puedo hacer una deliciosa comida que al final vomitas.

—Lo siento, cuando ya se me pase, como algo y esta vez no lo vomitaré —dijo Claudia volteando a verlo.

—Tranquila, solo no dejes de comer, debes de hacerlo por el bebé —le dio un beso en la mejilla.

Mateo entró a la sala y se sentó en un mueble, aunque Claudia se paseaba de un lugar a otro, como si quisiera decir algo.

—¿Qué sucede? —preguntó Mateo al recordar que su mujer siempre daba rodeos para poder hablar.

—Estaba pensando que… el bebé no debería llegar a este mundo y vivir con unos padres que no se han casado —soltó Claudia.

—¿Estás diciendo que deberíamos casarnos? –inquirió Mateo y tragó en seco.

—Lo sé, es, es… una pésima idea. Olvídalo —Claudia llevó una mano a su cintura y con la otra se rascó la nuca.

—No… No es una mala idea, solo… que me sorprendió que me lo hayas dicho —Mateo se levantó y abrazó a Claudia, después le dio un beso en la frente—. Vamos a casarnos, sería lo mejor para el bebé.

 

Keidys estaba sentada en la cama del hospital, su pecho dolía como si tuviera clavada una espada en ella. No escuchaba nada a su alrededor, respiró hondo para no dejar que las lágrimas salieran de sus ojos.

—No le diga a nadie sobre lo que me está sucediendo, esto quedará entre nosotros —ordenó Keidys.

—No es algo que se pueda ocultar por mucho tiempo Keidys, con el tiempo se va a notar, además… —trató de explicar el doctor.

—Lo sé, lo sé, pero por favor, deje que sea yo quien les diga. Tengo que pensarlo mejor —dijo Keidys bastante nerviosa.




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