Ella era fea 2

Tú me enseñaste a romper tu corazón

Josef se despertó con un fuerte dolor de cabeza, abrió lentamente los ojos y vio a Tomás sentado en un sillón frente a él.  

—¿Has hablado con Keidys? —preguntó Josef. Se quitó la cánula de oxígeno que tenía puesta y se sentó en la cama.

—Quédate quieto, ayer te complicaste mucho, Josef —pidió Tomás con una voz triste y un tanto melancólica.

—No… Tengo que buscarla, pedirle perdón —dijo Josef empezando a alterarse.

—Ella no está en la ciudad, pero va a volver, cuando lo haga la buscarás, mientras… debes recuperarte. Yo te ayudaré a convencerla, todos lo haremos, pero por ahora enfócate en descansar —Tomás reparó el rostro golpeado de Josef y sus grandes ojeras.

—¿A dónde se fue? —inquirió Josef mientras se acomodaba para así estar mejor.

—Solo fue a la cabaña para despejar la mente —Tomás se levantó del sillón.

—¿Cuándo vuelve? —Josef quería levantarse de la cama.

—Quédate quieto, debes dormir y recuperarte, ayer casi mueres ¿no lo entiendes?, no estás bien Josef, estás demasiado estresado y nosotros ayer casi te matamos; estábamos enojados contigo, no sabíamos por los tantos problemas que estás pasando… Si le cuentas todo a Keidys tal vez ella entienda y te perdone.

—Claro que no, yo no quiero que me tengan lástima. Solo deseo que ella me perdone, pero no porque me tiene lástima, quiero arreglar todo lo malo que hice; por eso debo salir de aquí —Josef trató de quitarse todo lo que tenía puesto en su cuerpo.

—Oye, Josef, no puedes salir, al menos por una semana donde descanses y comas adecuadamente, tu chica no va a volver por unas dos semanas, así que será en vano el que te vayas —explicó el doctor entrando al cuarto—, tuviste un estrés postraumático, eso es algo grave, estás vivo de milagro, si quieres estar al lado de Keidys trata de mejorarte.

—Doctor, usted fue quien la atendió aquella vez, sabía que estaba esperando un hijo mío, ¿por qué no lo informó ese día? —Josef volvía a empalidecer y comenzar a estresarse como la noche anterior.

—Ella no lo quiso, yo solo respeté su decisión. Josef, te puedo dar un 90% que ella no se va a apartar de ti, claro, si le demuestras que estás totalmente arrepentido por lo que hiciste, lo que me contaron fue muy grave, las mujeres fueron creadas para ser amadas, no maltratadas —el doctor le hizo señas para que se volviera a acomodar en la cama.

—¿Qué pasa con el diez por ciento faltante? —preguntó Josef.

—Roguemos a Dios para que no pase lo que hay allí en ese 10% —dijo el doctor.

—Sé que la traté muy mal, fui un completo bruto al no darme cuenta que ella ahora es cuando más me necesita —soltó Josef mientras inclinaba su mirada y la dejaba concentrada en sus manos.

—El hombre solo aprende de los golpes que la vida le da, ya tuviste tu lección, ojalá no vuelvas a repetirlo —el doctor le dio dos golpes en el hombro del muchacho.

—No, claro que no, si vuelvo a tenerla a mi lado le puedo jurar que haré todo lo que esté en mis manos para hacerla feliz a ella y a mi hijo —las palabras de Josef sonaron muy convencidas.

Tomás salió del cuarto y caminó bastante pensante por el pasillo, en la sala de espera estaba Claudia hablando con Gabriel quien había acabado de llegar.

—Me acabé de enterar cuando Mateo me llamó para decirme lo sucedido, —dijo Gabriel— ¿cómo es posible que pasara tantas cosas en una sola noche?

—¿Y Gera?, ¿cómo está? —preguntó Claudia.

—Está en la cafetería desayunando, le dije que la llamaría para que pasara a ver a Josef, claro, si dejan recibir visitas —explicó Gabriel.

—Sí, pero no se ha despertado aún —contestó Claudia.

—Me imagino, Mateo me contó que anoche estaba bastante delicado de salud.

Tomás pasó de largo, ellos no lo vieron, eso fue bueno, no quería hablar con Gabriel, sabía que solo recibiría un golpe por parte de su amigo. Llegó a la cafetería en busca de Gera, la vio al fondo, al lado de una ventana que dejaba ver una hermosa vista a un jardín, la muchacha estaba desayunando tranquilamente mientras miraba su celular y soltaba algunas pequeñas risitas “seguramente está viendo vídeos de risa” pensó Tomás mientras retenía una pequeña carcajada.

Tomás se sentó en una mesa a esperar que la muchacha terminara de desayunar, no la dejaba de observar, se sentía muy mal por lo sucedido anoche. Lo que vivió con Josef lo hizo entrar en razón, darse cuenta que no supo valorar lo que tenía frente a él y no le importó jugar con los sentimientos tan puros de aquella muchacha.

Gera sintió que se sentaron frente a ella, alzó su mirada al creer que era su hermano, pero su mañana se dañó al ver que se trataba de Tomás.

—Hola —saludó el joven.

—¿Qué quieres? —inquirió la muchacha con tono cortante— ¿qué parte de no quiero volver a verte no entendiste?, lárgate.

—Gera… Perdón, no sabes cuan arrepentido estoy por haber sido tan idiota contigo y no haberte valorado, siempre fuiste tan amable y amorosa conmigo, yo no supe ver eso. Perdón, en serio, estoy tan arrepentido —dijo Tomás mientras sus ojos se inundaban de lágrimas.




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