Todos hicieron completo silencio.
—Qué mierda —soltó Gera, dejó salir una risotada—, tanto escándalo para esto.
—Bueno, hagamos esto, le pedimos una disculpa a Marisol y que Gabriel no se entere. Nunca más nos va a hablar si sabe sobre esto —recomendó Keidys mientras se ruborizaba por la vergüenza.
—Me gusta esa idea —aceptó Tomás. Miró a Marisol— Sorry, fue un malentendido.
—Bueno Marisol, nunca me has agradado, esa es la verdad, pero ya que esta vez metí la pata hasta el fondo… Lo siento —dijo Gera.
—También pido una disculpa, te tratamos mal. No somos buenos para estas cosas, esa la verdad —Claudia soltó una pequeña carcajada.
—Yo fui la que te echó sal en la limonada, lo siento mucho, estaba muy enojada —Keidys tragó en seco.
—Ojalá no te vaya a dar diarrea —dijo Tomás.
—Si no llego matan a la pobre Marisol —soltó Alejandra.
Todos dejaron salir una gran carcajada, Marisol se sentía mejor al ver que solo fue un malentendido, después hablaban con naturalidad y no se sentía incómoda.
—Toma, es mejor que tomes con azúcar y no con sal —Keidys le pasó un vaso de limonada. Tenía cargo de conciencia.
—Gracias —Marisol bebió un trago, sí, estaba dulce.
—No has comido nada que contenga leche o algo así ¿no?, podría hacerte daño por la limonada —preguntó Claudia a Marisol.
—¿Qué? —Marisol en aquel momento se acordó que mientras esperaba a Gabriel en el aeropuerto se compró un helado. Eran personas que no conocía, no les iba a decir la verdad, qué pena— no, claro que no.
—Menos mal, tu estomago sufriría si fuera lo contrario —Tomás soltó una carcajada.
“No puede ser, ¿qué hago ahora?” pensó Marisol mientras miraba el vaso de limonada.
—Alejandra ¿y qué le vas a decir a Gabriel? ¿Terminarás con él? —preguntaba Keidys.
—Voy a hablar con él hoy —contestó la joven.
Marisol se levantó de su puesto “debo de irme, correré peligro si sigo aquí” pensaba Marisol.
—¿Sucede algo? —preguntó Alejandra.
—Ah… Es que debo volver al trabajo —explicó la joven.
—Pero estás ahora con tus jefes, no tendrás problema —dijo Keidys desplegando una sonrisa.
—Sí, pero debo hacer una sesión de fotos a las once, no puedo ser irresponsable —insistió Marisol.
—Vamos a llamar y que otro lo haga, tranquila. Eso es lo bueno de ser amigo del jefe, genial ¿no? —dijo Keidys.
“Estoy muerta, ¿qué hago ahora?, ya me está dando retorcijones” pensó Marisol. Volvió a sentarse en su puesto.
—Estos bocadillos quedaron deliciosos, Marisol, prueba, están muy ricos —Alejandra le pasó uno a la joven quien se sintió obligada a comerlo.
Santiago y Gabriel llegaron al patio.
—Amor… —Gabriel se sentó al lado de Alejandra y le dio un beso en la frente. Observó que su amiga ya estaba comiendo y conversando con el grupo, eso le alivió, podrían estar más tiempo en la casa.
Comenzaron a hablar sobre los planes de la boda y que se acercaba la fecha, Marisol para aparentar y que nadie observara que estaba mal terminó de tomarse el vaso de limonada, algo muy tonto de su parte, empezaba a sentirse bastante mal, pronto su cuerpo comenzó a decirle que no estaba bien, necesitaba un baño, se avecinaba una tormenta.
No tenía la excusa de ir a trabajar, sus jefes se estaban riendo con ella allí, le daba vergüenza decir que necesitaba ir al baño, notó que ese grupo era muy burlón, ellos le habían advertido que no tomara limón si había comido un lácteo, ¿cómo fue posible que se le olvidara esa regla alimenticia?
Su frente comenzó a sudar.
—Oye, estás sudando, la verdad es que hoy es un día bastante caluroso —dijo Santiago, le llenó el vaso con limonada—, refréscate, estamos planeando meternos en la piscina ¿qué te parece la idea?
—No… Marisol no sabe nadar —confesó Gabriel.
—¿Qué? ¿Es en serio? —interrogó Josef.
—Pero aquí tenemos a un experto en eso —dijo Alejandra y todos miraron a Tomás.
—Ah… Yo puedo enseñarte —se ofreció Tomás.
“Dios mío, ¿yo que hice para merecerme esto?, parece que no me van a dejar ir por ahora” pensó Marisol.
—El problema de nosotros es que cada vez que nos juntamos terminamos haciendo una fiesta —Claudia soltó una risotada—. Terminamos yéndonos en la noche.
“No… Necesito ir al baño, me estoy muriendo” pensaba Marisol. “Debo tomar alguna excusa para entrar a la casa y poder ir al baño”.
—Oigan, ya se acabaron la limonada, vayan a buscar más —ordenó Santiago.
—No… Qué pereza —empezaron a decir.
—Yo voy, yo busco más limonada —se ofreció Marisol.
—Oh… Qué amable —Tomás le pasó la jarra.