Gabriel estaba bajando de su auto frente al edificio donde vivía su hermana, habían quedado en verse y al parecer a la joven se le había olvidado. Subió hasta llegar al octavo piso, tocó a la puerta del apartamento.
Gera estaba viendo televisión acostada en la cama junto a Santiago, al escuchar el sonido de la puerta los dos se miraron fijamente.
—Ese debe ser Gabriel, escóndete en el vestidor, corre —dijo Gera, hizo que Santiago saliera de la cama, le ayudó a recoger las cosas del muchacho y lo arrastró hasta el vestidor.
Gera abrió la puerta del apartamento.
—Gabriel, ¿qué haces aquí? —preguntó la muchacha mientras desplegaba una sonrisa.
—Se nota que no tienes nada que hacer, ponte algo de ropa —Gabriel entró al apartamento. Gera se reparó la vestimenta, solo un camisón y ya. Gabriel se sentó en un mueble—. Te quedé esperando en el restaurante —volteó a ver a su hermana—, por dos horas.
—Anda. Es que… —trató de explicar.
—Ya sé, no tienes ganas de hacer nada. Gera, no puedes seguir así, sé que terminaste con Tomás, pero vas a tener un mes así, no te estanques solo porque terminaste una relación. Siempre estás aquí o en el trabajo.
Hubo un momento de silencio en la sala, después Gera miró a todos lados, Gabriel dejó salir un suspiro.
—Anda, ve a cambiarte, hoy vendrán los padres de Alejandra a la ciudad y tenemos preparada una comida en la casa de Mateo, así podrás salir de aquí —recomendó el joven.
—Bueno —Gera meció sus brazos y después señaló su cuarto—. Voy a bañarme.
Gera al entrar al cuarto buscó a Santiago quien estaba en un rincón del vestidor entre la ropa.
—Eh… Gabriel y yo vamos a salir, cuando nos vayamos esperas cinco minutos y te vas —dijo la joven en un susurro.
—¿Dónde estará metido Santiago? —preguntó Keidys terminándose se arreglar, volteó para ver a Josef, pero este estaba hablando por celular, últimamente lo hacía mucho, aunque Keidys imaginaba que debía ser muy importante, su semblante al recibir aquellas llamadas era muy serio y a veces preocupado. Sabía que Josef no le gustaría contarle, al menos no antes de la boda, habían acordado confesar sus males cuando ya fueran esposos, así que debía esperar hasta ese día.
Terminó de pintarse los labios, Josef finalizó la llamada y guardó el celular, sus miradas se cruzaron. Keidys desplegó una sonrisa amorosa al joven:
—¿Ya estás lista? —preguntó. Keidys se acercó a él y rodeó con suavidad el cuello del joven con sus brazos.
—¿Está todo bien? —inquirió.
—Sí… Todo está bien, no te preocupes —respondió Josef, aunque Keidys sabía que mentía. Lo abrazó, Josef cerró los ojos para disfrutar mejor de aquel cálido abrazo.
—Sabes que siempre estaré aquí para ti, puedes contar conmigo el resto de tu vida —dijo casi a susurro Keidys.
—Gracias.
Alejandra estaba en la casa de Mateo conversando con Claudia y se contaban los últimos chismes de la semana.
—Nena, no sé tú, pero a mí me parece que Gera está rara, ya muy poco la veo, hasta me contaron que la vieron con un tipo todo raro en un carro, quién sabe en qué está metida —dijo Claudia.
—Ay, no creo, si Gabriel está preocupado porque ella no sale de su apartamento y siempre está trabajando. A mi parecer la pobre está sufriendo mucho por la ruptura con Tomás —contradijo Alejandra.
—Bueno, pues sí, ella estaba muy enamorada de Tomás y con lo que le hizo… —Claudia se cruzó de brazos, se acomodó en el mueble.
—¡Familia! —escucharon un grito en la puerta de la entrada. Voltearon a ver. Era un joven de aproximadamente unos dieciséis años de edad, cabello negro, ojos marrones claros, alto y un poco delgado.
—Ay no, ya llegó el molestoso —fanfarroneó Sofía sentada frente a las mujeres.
—Camilo, ¿y mis papás? —preguntó Alejandra.
—Están bajando las maletas —respondió el muchacho caminando hasta la sala, se sentó al lado de Alejandra y la abrazó fuerte— ¡hermanita…!, no sabes cuánto te extrañé.
—¿Ahora qué fue lo que hiciste? —interrogó Alejandra bastante seria.
—¿Yo?, nada… —el joven le dio un beso en una de sus mejillas.
—Espera. Maletas, ¿cuáles maletas? —dijo Gabriel acercándose a él con un rostro muy serio. Camilo tragó en seco, le tenía mucho miedo a ese hombre.
—Que les cuenten mis padres —contestó el muchacho desplegando una sonrisa.
Todos quedaron en completo silencio al escuchar la noticia de los padres de Alejandra.
—Así que va a vivir con nosotros —dijo Alejandra, rodó su mirada a Camilo.
—Siempre vive metiéndose en peleas en el pueblo, está perdiendo el año en el colegio, no quiere hacer nada y esos amigos que tiene no me agradan para nada. Hija, si lo tienes por el resto del año aquí, tal vez se corrija, mira que tú te educaste tan bien con tus tíos, sabes que ese pueblo tiene mala reputación y yo no quiero que tu hermano termine perdiéndose, por favor, solo será por el resto del año —explicó la madre de la muchacha a su lado, tomó las manos de su hija y las entrelazó con las suyas.