Tomás se encontraba sentado en los columpios que estaban cerca del restaurante, un lugar como ese le traía tantos recuerdos de su adolescencia que le invadían el pecho hasta el punto de hacerlo agonizar.
En aquel momento se dio cuenta de algo, no había cambiado mucho, su actitud despreocupada era la misma, se daba cuenta de sus errores cuando era demasiado tarde, y, además, era el único soltero de su grupo. Sí, sabía que Gera traía su enredo, no tenía idea con quién, pero la conocía muy bien, ella guardaba algo y lo más seguro es que se trataba de un hombre.
—Tal vez nací para estar solo —masculló.
Alejandra estaba con una sonrisa bien desplegada al terminar de escribir en su computador, por fin había escrito el último párrafo del libro, era el final de su famosa saga; el libro que todos habían esperado.
Saltó de la silla soltando pequeños gritos alegres, tomó su celular y llamó a Gabriel:
—¡Amor, amor, amor, acabo de terminar el libro! —dijo al notar que Gabriel contestó el celular—, esto hay que celebrarlo amor, por eso quiero que vengas hoy bien temprano a la casa, nada de peros, te espero, voy a hacer una deliciosa cena. No te preocupes de Camilo, está en casa de Sofía pasando apuntes del colegio y se quedará a dormir allí, la señora Tatiana estará pendiente de que todo esté bajo control —Alejandra soltó un pequeño grito al colgar, corría de un lugar a otro sin decidirse por algo.
Camilo dejó salir un bostezo frente a Claudia.
—Eres la persona más floja que he conocido en mi vida —dijo la joven con los brazos cruzados, hizo un gesto de fastidio.
—No he dormido casi nada, debo ponerme al día con los temas que estamos dando. Voy a quedarme en casa de Josef para que Sofía me explique las clases, ese es el problema de entrar a un colegio nuevo casi a final de periodo, es un fastidio total —tomó su bolso de encima de la mesa del restaurante.
—Espero no escuchar alguna queja, compórtate bien.
—Sí… —Camilo hizo un gesto de fastidio y acomodó su bolso con bastante pereza en su espalda—, pareciera como si trajera piedras aquí —masculló.
—Deja de quejarte, pareces niño —regañó Claudia.
—¡Soy un niño!, apenas tengo 16 y así estudio de seis a tres, trabajo de cuatro a siete, el poco tiempo que tengo me queda para repasar, hacer tareas, me duermo a las diez, no descanso nada y aun así me dicen que soy un flojo que se comporta mal todo el tiempo —Camilo comenzó a apartarse de la mujer con pasos arrastrados.
—Yo tenía peores horarios —masculló Claudia mientras veía al joven irse, después caminó hasta los adentros del restaurante.
Alejandra estaba preparando una deliciosa cena, cuando terminó se dio una ducha y maquilló su rostro, se veía muy hermosa con aquel vestido rojo fuego. Era temprano, estaba tan emocionada por aquella noche que no podía quitar aquella sonrisa tonta de su rostro. Se sentó frente a su computador para distraerse de alguna manera, así fue como encontró una foto de cuando era pequeña, a su lado estaban sus padres, todos muy sonrientes. Recordó las palabras de su hermano, a su mente llegaron los recuerdos de aquella infancia dura que pasó por no haber tenido la compañía de esas personas. En aquel momento supo el por qué creció siendo tan insegura, por más que sus tíos trataron de encajar en ese papel siempre sintió una gran ausencia y lo reflejó en aquella inestabilidad emocional y sentimental.
Sin haberse dado cuenta unas lágrimas brotaron de los ojos. No supo por qué, solo marcó el número de su madre, quería preguntarle las razones verdaderas de aquella ausencia.
—Hola mamá —saludó, limpió las lágrimas con su mano mientras trataba de que su voz no delatara su llanto.
—Hola Alejandra, ¿sucedió algo?, ¿para qué me llamas? —preguntó su madre.
—Ah… No, no sucedió nada, Camilo está muy juicioso estudiando. Decidí llamarte porque… él me dijo que ustedes solo lo hicieron vivir aquí porque no quieren tenerlo con él, ya sabes, lo mismo que sucedió conmigo cuando estaba pequeña —explicó Alejandra.
—Hija… ¿Cómo va a pensar Camilo una cosa de esas?, no es cierto, en tu caso fue porque yo estaba muy joven y tu padre también, no sabíamos como criarte; no queríamos que tuvieras una infancia… fea. Esa vez que te vimos con aquel libro te veías tan feliz… Tu tía Noelia ya tenía experiencia con los niños, por eso le pedimos que te criara. Con Camilo es diferente, lo criamos bien, solo que no queremos que se pierda con esas amistades que tenía.
—Ah… Entiendo —soltó Alejandra, el nudo que tenía en la garganta no la dejaba hablar.
—Hija, no vayas a pensar mal, solo queríamos lo mejor para ti; nosotros en ese tiempo no pensábamos con claridad, además, mira que fue una buena elección, creciste bien, ahora eres una escritora famosa. No te imaginas lo orgullosa que me siento de ser tu madre.
Alejandra no aguantaba más las lágrimas, se sentía muy mal en aquel momento.
—Gracias mamá. Tengo que colgar, Gabriel y yo hoy vamos a cenar, necesito organizar todo —informó.
—Bueno hija, pásala rico y por favor, está muy pendiente de Camilo.
—Bueno mamá —Alejandra colgó la llamada y soltó el llanto.