Ella era fea 2

Cuando se es confiado

Así fue como la policía supo un poco sobre los puntos donde se escondían más trabajadores del narcotraficante, les hicieron una emboscada y así comenzaron a caer poco a poco. Algunos hablaron, pero lo hacían al enterarse que sus compañeros también hablaban y les daban protección. Así dieron con los lugares donde el escurridizo se escondía, pero al tratar de capturarlo él ya no estaba allí.  Las amenazas seguían para Josef, recibía llamadas, panfletos, hasta quemaron uno de sus autos. Era una gran guerra entre dos bandos. El ganador sería el que mejor moviera las fichas.

—Ya no se encuentra en la ciudad, tiene pensado salir del país el martes, no debemos permitirlo, es ahora o nunca —le dijo el señor Sandoval a Josef.

—No creo que se vaya a ir así, nada más, con todo lo que nos ha hecho hasta ahora, seguramente tiene pensado hacer algo bastante grande antes de huir —Josef se cruzó de brazos frente a la pared de vidrio donde se veía toda la ciudad en la espesa noche.

—Hijo, debo de confesarte que me siento cansado, no puedo dormir, los trabajadores están renunciando desde que en las noticias no dejan de hablar de nosotros y que explotaran ese auto frente a la empresa. Todo se viene abajo —soltó el señor Sandoval.

—Lo sé, yo también me siento así. Pero tranquilo abuelo, nosotros también lo tenemos acorralado, míralo, huyó de la ciudad, ahora se irá del país, y se suponía que seríamos nosotros los que lo íbamos a hacer. Pronto lo vamos a capturar y le haré pagar todo lo que nos ha hecho —Josef sumergió sus manos en los bolsillos de su pantalón.

Todos los amigos de Josef, junto con su familia, se habían desplazado a las afueras de la ciudad en una finca adentrada a más de cuatro horas de camino, allí tenían una alta seguridad que los vigilaba las veinticuatro horas.

Lo tomaban como unas pequeñas vacaciones no planeadas. Mateo ya le habían dado de alta en la clínica y a Keidys también, ella debía de estar en reposo absoluto ya que tenía riesgos de perder el bebé, por lo mismo le contrataron a una enfermera.

—¿Te acuerdas cuando estábamos en el colegio y nos conocimos por primera vez? —le preguntó Alejandra a su mejor amiga.

—Cómo olvidarlo, si te desagradé a la primera. ¿Quién iba a creer que seríamos mejores amigas? —Keidys desplegó una sonrisa, se acomodó en la cama, Alejandra estaba a su lado con las piernas cruzadas.

—En estos días recuerdo mucho esos tiempos, eran tan tranquilos. Los viernes íbamos al restaurante y comíamos hasta que no podíamos más —recordó Alejandra.

—Cuando hacíamos las pijamadas y terminabas borracha, siempre tenía que quedarme contigo al día siguiente hasta que se te pasara la resaca —Keidys soltó una pequeña risita.

—Me acuerdo bien que a Gabriel se le daba por quedarse y a mí me daba una vergüenza que me viera en la mañana, yo con esos cabellos de punta y sin haberme lavado la boca —las dos soltaron una gran carcajada—. ¡Amiga, qué pena! —hubo un momento de silencio—. Qué bonitos recuerdos, cómo me gustaría que todo siguiera igual, que podamos reunirnos en un restaurante todos y nos divirtiéramos como esos días.

—¿Sabes?, en estos días me he dado cuenta que nunca he estado muy cerca de Josef, que nuestra vida se resumió a una relación a distancia. Ahora que nos casamos seguimos lejos y… No quiero seguir así, quiero que esté a mi lado y nunca más se vaya —a Keidys se le inundaron los ojos de lágrimas—. Quiero que todo esto acabe y que podamos estar juntos.

—Ay, amiga —a Alejandra se le llenaron los ojos de lágrimas—, ya verás, todo va a salir muy bien y podrán estar juntos. Ya verás —Alejandra abrazó a su mejor amiga.

Tomás no quiso quedarse en la finca, quería seguir su vida normal en la ciudad cuidando su pequeña empresa y así no tener que estar pensando a cada momento lo que sucedía a su alrededor.

—Digamos que me quedo solo, debes de lidiarme para siempre en tu casa —dijo Tomás a Josef recostado al mesón mientras tomaba una copa de vino.

—Claro que no te voy a soportar, tengo que lidiar con las discusiones de Keidys y los llantos del futuro bebé, ¿cómo crees? —Josef soltó una carcajada mientras terminaba de picar unas manzanas y las mesclaba con el resto de su ensalada de fruta—. Debes de organizar tu vida Tomás, no puedes andar como picaflor de un lado a otro, sé que no quieres quedarte solo, anhelas tener una buena esposa y unos hijos. Ahorita toda tu belleza se irá y quedarás solo, sé que no te gusta la soledad.  

—Creo que… no tengo buena suerte en el amor, siempre que creo haber conseguido a una buena mujer termino haciéndole daño y después, cuando me doy cuenta, ella ya está con otro hombre, uno que sí la sabe valorar y se terminan enamorando perdidamente —Tomás quedó observando su copa de vino mientras que el silencio se apoderaba del departamento.

Josef miró detenidamente a su amigo, le echó miel a su ensalada de frutas mientras pensaba en las palabras clave para darle un buen consejo.

—¿Lo dices por lo que pasó hace años con Alejandra?, cuando te diste cuenta que la amabas ella ya tenía a Gabriel y no tuviste más remedio que ayudarlos a que estuvieran juntos. Después te hiciste novio de Gera y la hiciste sufrir, cuando quisiste recuperarla ella ya estaba con Santiago —dijo Josef mientras caminaba con su taza llena de picadas de frutas hacia una mesa de cristal que estaba a unos metros de él.




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