Ella era fea 2

Tú y yo

Alejandra se quedó todo el fin de semana con sus padres, la relación cambió por completo; ella insistió para que se mudaran a la ciudad, o al menos pasaran temporadas allí y aceptaron. Así fue como Alejandra regresó con una enorme felicidad, todo había salido muy bien.

—Claro, entonces les dije que se vinieran a vivir a la ciudad, pero ellos muy poco visitan es porque no les gusta molestar a los demás y para resolver eso les dije que les compraba una casa para que así vinieran y se quedaran más tiempo. Sabes que ellos no aceptan nada, pero esta vez sí aceptaron, la idea es mejorar nuestra relación. Así que la otra semana vendrán, se quedarán en la casa de mi tía, vamos a ver todo esto que te estoy contando, les compraré una casa y veremos lo de la bodega en el mercado —hablaba Alejandra animada sobre los planes que tenía con su familia.

Gabriel solo sabía escucharla muy atenta, amaba verla feliz, siempre que lo estaba sus mejillas estaban sonrojadas y podía escuchar su risa, algo que le encantaba.

—Qué bueno amor, ojalá todo siga mejorando. Mira, si quieres podemos hacer una cena entre las dos familias, así nos relacionamos mejor, mis papás preguntan mucho por los tuyos. Me encantaría que hubiera más comunicación entre las dos familias y esta es la oportunidad para hacerlo —propuso Gabriel.

—¡Claro! Me encanta esa idea —aceptó Alejandra animada.

Siguieron hablando sobre los planes a futuro, Camilo entró al apartamento, a su lado estaba Sofía, Alejandra se acercó a él y le contó la gran noticia. Camilo, como niño pequeño, se impresionó y comenzó a hacerle preguntas a Alejandra, después se quedaron a hablar sobre lo que la joven habló con sus padres.

Alejandra comenzó a ir a terapias psicológicas que le ayudaron mucho; quería cambiar y tener un mejor estilo de vida. Y así pasaron los días.

—Claro, quiero bajar cinco kilos este mes, sé que lo voy a lograr —dijo Alejandra al lado de Keidys y Marisol.

—Bueno, ¿qué tanto se demora Tomás? —preguntó Keidys comenzándose a demorar.

—Siempre llega tarde —explicó Marisol.

—Después dice que las mujeres son las que más demoran en arreglarse, vamos a hacer ejercicio, ¿qué tanto se arregla? —refunfuñó Alejandra.

En aquel momento llegó Tomás al gimnasio, comenzó a saludar a todos los que se cruzaban por su camino.

—¿Qué tanto te demorabas? —regañó Keidys, Tomás no le prestó mucha atención y saludó su novia con un beso.

—Cuando las espero yo no les digo nada —respondió el joven.

Tomás les dijo que hicieran diez vueltas a una cancha de futbol que tenía el gimnasio, al principio todo iba muy bien, pero al pasar el tiempo ellas no podían dar una vuelta más. Keidys había perdido el físico por completo, Alejandra nunca le gustó correr y Marisol, bueno, ella no era buena para hacer ejercicio.

—¡Vamos, solo faltan seis vueltas! —daba ánimo Tomás. Pero ellas sentían que eso no motivaba mucho.

La idea de las chicas era terminar el año con una rutina saludable, se impusieron metas y para Alejandra era muy importante, se iba a casar y quería que el vestido que había visto le quedara. Así que todas las mañanas se levantaban muy temprano para hacer su rutina, al principio todo el cuerpo les dolía tanto que Marisol no quería volver al gimnasio, pero Tomás no dejó que terminara de procesar esa idea, casi se la lleva a rastras.

Algo muy bueno que pasó fue que la relación entre Alejandra y Marisol cambió mucho al pasar de los días, comenzaron a hacerse amigas; pero no una amistad hipócrita, no, era una relación muy sincera. Pronto hicieron planes para salir a trotar los fines de semana, comprar ropa deportiva y hacer cosas de chicas. Trataron de incluir a Claudia y Gera, pero a esas se les cansaba el ojo con solo ver las afueras del gimnasio.

—¡Mira esta falda tan hermosa! —soltó Claudia al estar en una tienda de ropa deportiva.

—¡Oh…!  ¡Sí! Está muy bonita, pero —Marisol la reparó—, si te la vas a comprar debes de utilizarla.

—Bueno, tú puedes comprarla —recomendó Claudia desplegando una sonrisa.

—¡Madre mía! Primera vez que veo a una persona que le huye tanto al ejercicio —soltó Marisol.

—¿Sabes que se te acaba de salir ese acento tuyo? ¡Madre mía! —Claudia soltó una risotada—, por un momento creí que no estaba en Colombia.

—Bueno, no puedo hacer nada, yo no nací en Colombia —se defendió Marisol.

—Tranquila, no lo digo a mal, me gusta ese acento españolete. Al principio molestábamos mucho a Gabriel y a Gera por eso, pero después perdieron el acento, ahora debemos de molestarte a ti. —Claudia soltó una risita.

—Ya, tengo suficiente con Tomás y los demás —pidió Marisol.

—Es que me da mucha risa, a veces no se te siente tanto, pero cuando te impresionas o enfureces dejas salir todo lo que llevas dentro —chistó Claudia.

—Bueno, ya, que yo no los molesto con su acento costeño que a veces ni les entiendo lo que dicen, me confunden con todos esos términos que utilizan. Tomás es uno al que a veces debo pedirle que repita lo que dijo, le pregunto “¿dónde dejaste el control del televisor?” y me hace un morrito con la boca, yo quedo totalmente confundida, le digo “venga tío, que no entiendo nada de lo que estás diciendo”, al final  entendí que esa es su forma de señalar el lugar, con la boca —en aquel momento se estaba acercando Keidys con Alejandra que prestaron atención a lo que explicaba Marisol. Todas soltaron la carcajada.




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