Ella era fea

Capítulo 9: promesa de amor

—¿Por qué dices semejante cosa sin sentido? —inquirió Keidys como si nada, era muy buena actriz.

—Sé lo que te sucedió, así que entiendo tu rencor por él, pero con cosas como estas no vas a conseguir nada, él puede volver a hacer el examen cuando se compruebe que la letra no coincide. Deja de molestar su vida y preocúpate por la tuya, lo único que conseguirás es hacerte más daño.

—Deja de meterte en mi vida y como digas algo sobre esto, tendrás problemas conmigo —amenazó Keidys muy seria.

—No voy a decirle nada a Josef, no es necesario, cuando se entere que sacó mala nota y vea una letra diferente, sabrá que fuiste tú, ¿no es obvio?

Keidys empezó a sentir un nudo en su garganta y su corazón palpitar con fuerza.

—¿Y eso qué? No voy a detenerme hasta haberle hecho pagar todas las burlas que recibí por parte de él.

—Pero si Josef nunca te hizo daño, siempre quiso disculparse contigo, además, eso fue hace tanto tiempo…

—¡Pero yo nunca lo olvidé! Eso marcó mi vida —interrumpió Keidys algo enojada.

—¿Marcó tu vida? ¿Pero qué bobada es esa? Lo que no superaste fue su rechazo a tu declaración.

—¿Tú qué sabes sobre mi pasado?, no sabes nada por lo que pasé —espetó Keidys.

—Yo estuve ahí, ¿acaso se te olvidó?

—¿Estuviste ahí? ¿Cuándo?

—Siempre estuve contigo —Mateo estaba bastante serio y un poco molesto.

—¿Dónde, no te recuerdo?

Mateo sacó su cartera y de ella una foto: estaban ellos dos cuando pequeños tomados de la mano vestidos con el uniforme del colegio.

—Estudiamos juntos —soltó Mateo.

Keidys tomó la foto y en aquel momento recordó a aquel niño que le dejaba notas hermosas para que no siguiera triste por las burlas.

—¿Pequeño Mat? —inquirió ella y llevó sus ojos hasta el rostro de Mateo.

Los atrapó un gran silencio y Keidys tragó en seco, recordó aquella promesa y las tardes al lado de Mateo.

—Es que has cambiado mucho, tu rostro… —trataba de decir la joven, pero sentía que las palabras se le trababan en la garganta, no era buena para aquellos momentos.

—Al ver tu cambio me sentí muy defraudado, olvidaste nuestra promesa.

—No la olvidé, es solo que no sabía que seguías estudiando conmigo, has cambiado mucho… ¿Cómo podría reconocerte?

El momento ya no estaba tan tenso, Keidys quería decirle a Mateo que no era tan mala persona como él creía que se había vuelto.

—No he cambiado tanto… —masculló bastante ruborizada—. Solo que… no sabía que eras el pequeño Mat.

Mateo dejó salir una sonrisa y Keidys se acercó a él y lo abrazó, pero fue más como un saludo. Uno después de tanto tiempo separados.

—Veré si en realidad sigues siendo la Keidys que conocí —le susurró al oído.

 

 

Keidys estaba en el pasillo de los casilleros buscando unos libros, se agachó al ver que una libreta se cayó de sus manos. En aquel momento notó que una mano la recogió y al reincorporarse, vio a Josef.

—¿Alteraste los resultados del examen? —inquirió el joven.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Keidys arrebatando la libreta de las manos de Josef.

—Escuché lo que hablaste con Mateo, —dijo Josef con una voz tranquila; algo muy contradictorio con la situación—. Quiero decirte que por más odio que me tengas, yo nunca sentiré eso por ti. Aunque me odies y trates de destruirme, seguiré a tu lado, Keidys.

Se encontraban solos en aquel pasillo, Keidys tragó en seco al escuchar aquellas palabras y su piel se erizó por completo.

—¿De qué estás hablando? Solo una persona que no está en sus cabales dice semejante cosa —soltó Keidys.

—Entonces, llámame loco. Pero nunca voy a odiarte y yo sé que tú tampoco lo haces. Tu mirada dice otra cosa.

—Según tú, ¿qué dice?

—Que aún no me has olvidado —Josef se acercó más a Keidys hasta que la chica quedó arrinconada en los casilleros.

El corazón de Keidys empezó a latir con fuerza y su mirada se clavó en la de Josef, poco a poco el muchacho se acercó a Keidys y sus labios se entrelazaron, fundiéndose en un apasionante beso.

Keidys se separó de Josef con un empujón, estaba asustada por lo que había pasado, su mandíbula temblaba como si estuviera en un lugar muy helado.

—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —Preguntó en un grito—. Haré como si esto nunca pasó. No te confundas, Josef. Yo no te veo de esa manera —tomó sus cosas y se fue casi corriendo.

 

 

Cuando a Josef le entregaron su evaluación, observó que era la nota más baja de todo el salón.

Llevó su mirada a la joven que se sentaba a su lado.

—¿Qué?, —preguntó Keidys— ¿ya me odias al ver que perdiste tu calificación perfecta?

—Te dije que eso nunca pasará —respondió Josef, levantándose de su puesto para botar el papel.




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