Ella era fea

Capítulo 23: palabras al viento

—Nunca creí que esto pudiera traer estas consecuencias, si tan solo esa tarde no lo hubiera dejado ir, yo me fui enfadada con él y lo dejé ahí. Seguramente él quería dinero y por eso hizo eso. Por eso lo dejaron en ese estado —decía Alejandra mientras lloraba. Mateo la abrazó para así poder consolarla.

—No es tu culpa, nadie tiene la culpa, él fue el que quiso meterse en ese mundo, ahora está pagando las consecuencias —explicó Mateo.

Estaban en el hospital, aunque era como perder el tiempo, Tomás estaba en cuidados intensivos y no dejaban verlo. Solo esperaban que pasara algo y aquel joven decidiera quedarse con los vivos.

—Muchas gracias por haber ocultado la verdad de todo Keidys. Nuestro hijo tomó muchas malas decisiones y ahora está pagando las consecuencias —dijo el padre de Tomás, se cruzaba de brazos y dejaba salir algunos suspiros llenos de tristezas.

—Señor... yo nunca haría que sus secretos los conociera la sociedad, eso es algo que no le incumbe al público, además; por más problemas que me haya causado Tomás yo siempre le tuve cariño, es el mejor amigo de mi novio después de todo —explicó Keidys.

En aquel momento llegó una joven pelirroja caminando a pasos agigantados por el pasillo, detrás de ella estaban algunos guardias de seguridad:

—¡Tengo que verlo! ¡No me importa qué famosa está aquí, yo soy estudiante de ese colegio, tengo que verlo! —gritaba.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó el padre de Tomás.

—Yo la conozco —dijo Keidys. Como había tanto escándalo por lo sucedido en esos días, muchos curiosos llegaban al hospital para ver con sus propios ojos lo que sucedía y si tenían suerte, ver al muchacho. Algo que no tenía mucha lógica, se sabía que no se permitían visitas, aun así, no faltaba el que decidía ir y por lo mismo el hospital había reforzado su seguridad para no permitir que siguieran pasando esos inconvenientes.

—¿Vio? ¡No soy cualquiera! —dijo Claudia y soltó una gran sonrisa.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Mateo detrás de la joven.

—Me llamo Claudia, ¿cuántas veces tengo que repetirlo? —se dio media vuelta y puso sus manos en su cintura.

—Ya te había dicho que no se permiten visitas, ¿no te queda claro eso?

—Pero yo quise venir, es mi problema. A ti si te gusta meterte en mi vida, deja de ser tan molesto ¡por el amor de Dios! —se exasperó Claudia.

—Eres tan molesta —soltó Mateo.

—¡Mira quién habla de molesto! ¡El señor de señores! ¡El que lleva la bandera hondeando, dicen que hagan una fila los más molestos del mundo y Mateo es el que va de primero! —Claudia soltó una gran carcajada.

—¿Esos dos son novios? —preguntó el padre de Tomás a Keidys mientras observaba a los jóvenes pelear.

—Yo también me pregunto lo mismo —soltó Keidys paralizada.

Pasaron dos semanas y Tomás ya estaba mejor, había reaccionado y aunque estaba débil los doctores aseguraban que se iba a recuperar. Cuando el joven pudo hablar contó lo que había sucedido en realidad y una tarde la policía llegó a aquella casa llena de viciosos dejando en arresto a todos los allí presentes, les esperaba un largo tiempo en la cárcel y a Tomás una larga rehabilitación para dejar aquella adicción en la que había caído; aunque el joven decidió seguir yendo al colegio, nadar un poco e ir por ayuda con profesionales.

Cinco meses después:

—Me sorprende mucho como ha cambiado Tomás, lo veo más serio, más adulto y muy apegado a Alejandra —soltó Keidys, estaban pasando la tarde debajo de un árbol, estaban de vacaciones en una cabaña apartados de la ciudad. Con ella estaba Josef, Claudia y Mateo, Alejandra y Tomás no se veían a la vista.

—Ellos han pasado por muchas cosas, ojalá lleguen a tener alguna relación en el futuro ¿no te parece? —dijo Josef mientras llevaba su mirada a Keidys.

—Hacen linda pareja, pero… No lo sé, espero que Tomás aprenda a quererla ahora —Keidys desplegó una gran sonrisa.

Claudia estaba con la mirada gacha mientras soportaba aquella conversación, se había metido en aquel paseo para poder estar cerca de Tomás, por más amable que él era con ella sabía que estaba estorbando en aquel lugar.

—Disculpen, voy al baño —se levantó y caminó hasta la cabaña.

—¿Dijimos algo malo? — preguntó Josef mientras llevaba su mirada a Mateo.

—¿Yo que sé? —inquirió el joven mientras subía sus hombros.

—Pero si ustedes son muy amigos ¿no? —soltó Keidys.

—¡¿Qué?! —Mateo respingó una ceja— esa tipa no me agrada en lo absoluto.

—Todo el tiempo está juntos —dijo Keidys.

—¿Cómo que todo el tiempo estamos juntos? —inquirió Mateo bastante ofendido.

Es lastimoso cuando nos empezamos a dar cuenta que estorbamos en un lugar donde nos sentimos muy cómodos, cuando lo que nos hace feliz construye una gran tristeza en la vida de los demás y que lo mejor es tratar de encontrar nuestra felicidad en otro lugar.

Claudia se acostó en la cama donde dormía en aquellos días, del otro lado de la pared se escuchaban las risas de Alejandra y Tomás, parecía que la estaban pasando muy bien. Decidió poner algo de música y llamar a su hermano para que la fuera a recoger. No quería seguir en aquel lugar.




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