Ella era fea

Capítulo 24: ¿y si nos queremos un poco?

—Ya te he visto en traje de baño, no es que tengas un cuerpo como el de una modelo, así que no te preocupes, no te voy a morbosear —Mateo terminó de comer su gelatina.

Claudia se quitó la camisa y caminó en busca de la bolsa donde estaba su ropa:

—No es que seas fea, tu personalidad es horrible, tu cuerpo no es el más lindo, pero me imagino que tienes lo tuyo, algún chico se fijará en ti. Si engordas un poco, si te dejas crecer el cabello y empezaras a maquillarte, tal vez cambies un poco tu apariencia ¿no?, de pronto te vuelvas linda.

—¿Para ti ese es un consuelo? — la joven empezó a ponerse una camisa rosada.

—Eres igual que una tabla, no tienes senos. ¿Ibas a ser hombre o qué? —soltó Mateo respingando una ceja.

—Estás acostumbrado a ver modelos como Keidys y tu prima tiene buen cuerpo, disculpa si yo no tengo lo mismo que ellas.

—Oye no te enojes, no estoy diciendo que seas fea. Bueno, eres fea, pero no tan fea, eso es bueno.

—¿Podrías cerrar la boca de una vez por todas? —Claudia le aventó una almohada— de seguro tienes el pene pequeño, no sé de qué macho te las tiras.

Hubo un momento de silencio, uno muy incómodo donde los dos se miraron fijamente:

—Mateo vez a comprar las cervezas —dijo Keidys entrando al cuarto sin tocar.

Le pareció extraño ver a aquella pareja mirándose fijamente:

—¿Interrumpo? —preguntó Keidys.

—Sí, déjanos solos por favor —pidió Mateo.

—Bien —Keidys salió del cuarto.

—¿Qué?, tú empezaste a criticar mi cuerpo, yo solo dije la verdad —Claudia se cruzó de brazos y desplegó una sonrisa.

—¿Cómo sabes que soy de baja proporción si ni siquiera me has visto?

—¿Te ofendiste?, yo solo digo la realidad, de seguro hasta eres virgen, con tu comportamiento infantil todo eso debe ser verdad —Claudia empezó a caminar hasta la puerta cuando sintió que la jalaron hasta hacerla tumbar en la cama boca arriba.

—¿Quieres corroborar que todo eso es cierto? —inquirió Mateo encima de ella.

"¡Dios mío qué poder!" pensó la muchacha mientras su mirada bajaba hasta el pecho marcado del joven. Su mirada se ruborizó en gran manera.

—Te has puesto nerviosa, tu rostro te delata, creo que la virgen es otra —susurró el joven, bajó lentamente al oído de ella— ¿no es así? —susurró muy cerca del oído.

 

La piel de Claudia empezó a erizarse "¿y cómo salgo de esta ahora?" pensó. Primera vez que alguien le ponía un alto a sus palabras, alguien tan desagradable como Mateo, pero que de lejos veía que era muy agradable, no con ella, con sus amigos, con su prima, hasta se llevaba bien con su ex, reía y era feliz disfrutando de las etapas de la vida. "¿Por qué no puedo estar al lado de alguien así?" siempre se preguntó y tal vez tomaba todo por excusa, ahora que lo tenía cerca, tan cerca que sus piernas se rozaban entre sí, tan cerca que podía sentir su respiración cerca de su rostro... tal vez... a quien siempre quiso fue a él.

Sin saberlo una de sus manos se fueron hasta una de las mejillas del joven “mi corazón late muy fuerte, ¿por qué?, a mí quien me gusta es Tomás, ¿por qué estoy así por Mateo” pensó. A su memoria llegaba el primer día que lo conoció:

—Disculpa, se te cayó —escuchó detrás de ella, volteó a ver al joven que le había hablado, era él, tenía trece años, recién había llegado al instituto y estaba muy desorientada y eso la asustaba. Mateo le pasó una libreta y le mostró una sonrisa.

—¿Sabes dónde queda el salón de matemáticas? —preguntó.

—Querrás decir el bloque de matemáticas —corrigió Mateo.

—¡Ah...! ¡Sí! —Claudia se ruborizó en gran manera. Mateo soltó una pequeña carcajada, sus labios rosados le parecieron muy lindos a la joven.

—Tranquila, eso le pasa a cualquiera, eres nueva después de todo —tranquilizó el muchacho, la pobre se veía muy nerviosa— sígueme, te mostraré donde queda.

Aquel recuerdo había llegado a la memoria de Claudia y sus ojos no se despegaban de aquella mirada masculina:

—¿Qué te sucede? —preguntó Mateo, soltó una pequeña carcajada y llevó su mano a su mejilla que estaba atrapada por el agarre de Claudia.

En aquel momento la joven se acercó y empezó a besar sus labios, un beso tierno que poco a poco advertía en convertirse en otra cosa.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó débilmente Mateo, aunque una gran fuerza le incitaba en seguir.

La joven siguió besándolo y él no se quedó atrás, sus manos necias se escabulleron por dentro de la camisa rosada de la joven y podía sentir el cuerpo delgado erizarse por su tacto. Los labios empezaron a jugar a quien besaba más el cuerpo del otro, hasta que:

—¡Espera! —gritó Claudia cuando la mano de Mateo se dirigía a su parte íntima. De un golpe se apartó del joven, su respiración estaba agitada, empezaba a reaccionar en lo que estaban cayendo.

El rostro pálido de Mateo lo confirmaba todo, él tampoco creía lo que había ocurrido, ¿pensaban tener sexo?, ¿desde cuándo él la veía así?




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