Ella era fea

Capítulo 36: Tú y yo

—¡Josef que vuelvas a auto! —gritó el señor.

—Espera abuelo, tengo que solucionar un problema —tomó la mano de Keidys y la llevó un poco lejos de su abuelo.

—¡Josef! —gritó el señor bajando del auto.

La pareja se miró con gran tristeza ¿cómo hacían para seguir juntos? Parecía que todo empezaba a interponerse entre ellos dos. Keidys lo abrazó con gran fuerza, Josef la acurrucó, no quería volver a ver su rostro así de triste, ella siempre le había mostrado una sonrisa ¿por qué ahora todo lo hacía ver como el villano?

—Lo siento, por favor, perdóname —susurró Josef en el oído de Keidys.

—No... tú no has hecho nada malo, sé que tienes muchos problemas, lo sé —dijo Keidys.

—Yo quería terminar contigo, alejarte. Soy una mala persona Keidys.

—Eso no es cierto, no eres una mala persona. Si me quisieras apartar no estarías ahora conmigo.

—Mi abuelo no deja que esté contigo, dice que es porque eres modelo y una figura pública puede dar muchos escándalos a la empresa —explicó Josef. Keidys se apartó del joven, lo miró fijamente.

—¿Es por eso? Josef si quieres yo hablo con tu abuelo y soluciono ese problema —dijo Keidys mostrando una sonrisa.

—No es así de fácil Keidys... Además, yo voy a estar viajando ahora que me gradúe y nuestra relación sería muy difícil de sobrellevarla de esa manera —explicó Josef.

—¡Ese no es un inconveniente, sabes que por mi carrera yo también estaré viajando, voy a comenzar a grabar una novela y me iré de viaje en estos días! Pero aun así quiero seguir siendo tu novia, haré todo lo posible para poder verte ¿por qué no puedes ser positivo igual que yo?

—¿Cómo que te vas? —preguntó Josef bastante preocupado— ¿y la graduación?

—Tú vas a viajar, no tiene importancia ahora. Yo iba a ir era por ti...

—¡¿Estás loca?! ¿Y tus amigos no cuentan? Estarán muy tristes si no vas... —dijo Josef enojado.

—¡Yo te digo lo mismo a ti! ¿Cómo es posible que no te gradúes con los chicos que han sido tus amigos de toda la vida?

Los dos jóvenes se miraron y soltaron carcajadas, ellos eran así, no eran capaces de discutir, no les daba la fuerza como para hacer enfadar al otro.

 

 

—Así que sigues enamorado de Keidys... —Alejandra y Mateo estaban sentados en el piso del cuarto del joven, la chica se recostó al larguero de la cama de Mateo, lo observó fijamente— ella es novia de Josef, acabas de hacer un gran espectáculo por algo insignificante, quedaste como el tonto de la historia, ella ahora se contenta con Josef ¿y tú en qué plano quedas?

—¡Ay cállate Alejandra! —gritó el joven y se levantó del piso— ¿crees que ya no lo sé? —se veía que tenía ganas de llorar. La muchacha se levantó y lo abrazó.

—Lo siento... —susurró en su oído. Le sorprendió cuando escuchó a su primo llorar ¿tanto quería a esa chica?

Después que Mateo se calmó los dos se vieron tomando agua sentados en el comedor, el joven se veía bastante triste:

—¿Quieres estar solo? —preguntó Alejandra.

—Por favor —pidió Mateo.

Alejandra lo sabía, su orgullo de hombre debía estar por el piso, si ella seguía estando ahí como si le diera lastima lo único que iba a hacer era empeorarlo. Salió de la casa sin saber a dónde ir, era miércoles y se suponía que debía estar en clase, lo único que pensó fue en dar un paseo por el parque.

Se sentó a pensar en todo lo que estaba pasando, le daba tanta tristeza el que su primo estuviera así, al parecer a los dos cupido los odiaba. Su amor no era correspondido y... aquella persona ni lástima les tenía:

—Dios... ¿en qué estoy pensando? —se dio una palmada en su cabeza— no puedo deprimirme ahora...

—¿Deprimirte? —escuchó a su lado.

—Gabriel... —soltó Alejandra desplegando una sonrisa.

—Hola —saludó el muchacho, se sentó a su lado— hace una linda mañana ¿verdad?

—Sí... Es muy hermosa, soleada y fresca —Alejandra subió su mirada a la cima de los árboles que se mecían con el viento— como se nota que diciembre está cerca... Esto me trae tantos recuerdos...

 

Claudia estaba saliendo del salón de clases, se sentía horrible... Tenía rabia consigo misma:

—Ay pero que tonta soy... —cerró la puerta de su casillero y caminó hacia la cafetería, tomó con rapidez un refresco— Mateo, Mateo... —dijo con voz de tonta— soy una estúpida.

—¿Te volviste loca? —preguntó Tomás a su lado.

—¿Qué quieres Tomás? No estoy de humor ahora.

—Si tienes problemas con Mateo no te la desquites conmigo... —replicó Tomás.

—Ay cállate, tú eres igual a todos —reprochó la joven, sintió que le mordieron una mejilla— ¡oye deja de hacer eso! —se apartó, sentía que su mejilla palpitaba— ya debiste dejarla roja. —Tomás soltó una carcajada.

—Tu piel es muy sensible, por eso te molesto —dijo el muchacho. La observó con detención— ¿qué sucede entre tú y Mateo?




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