Ella era fea

Capítulo 41: ¿Yo?

—¿Qué quieres Mateo? —preguntó Claudia.

—No sé por qué te estoy llamando —dijo Mateo.

—Entonces voy a colgar.

—No por favor, no lo hagas. Claudia, ¿sabes? Yo no quiero que dejemos de ser amigos, es que en realidad la paso muy genial contigo, eres una chica muy alegre y eso me encanta —aunque Mateo no la podía ver sabía que ella estaba sonriendo, le daba la impresión que Claudia por más triste que estaba en aquel momento tuvo que haber soltado una sonrisa— ¿recuerdas el día que en la cabaña trataste de cocinar y toda la comida quedó salada? —los dos soltaron las risas—, quiero que sigan pasando momentos así. Yo en realidad no te odio para nada, no eres un estorbo en mi vida y amo tu bipolaridad, porque es muy gracioso que estés enojada y de la nada sueltes la risa, me gusta cuando ríes de esa manera, se escucha por todo el lugar y hace que otras personas rían también. La primera vez que te vi ¿lo recuerdas?, llegaste a mi mesa y comiste unos de mis panes sin que yo te lo diera, pensé que eras una chica muy rara, todavía lo sigo pensando porque a veces me dejas desconcertado con tus actos, pero eso hace que los recuerdos sean mejores. En realidad, no sé por qué te digo todo esto, pero es que me da mucho miedo que sigas llorando, sé que lo estás haciendo y que es por mi culpa. Por favor, no sigas llorando ¿sí?

—No estoy llorando.

—Tu voz está muy débil, está quebrada, te conozco muy bien, sé que lo estás haciendo.

—Tú estás llorando, tu voz es la que está así.

—Es que me da rabia que no me hagas caso.

Hubo un momento de silencio por parte de los dos, después dejaron salir una pequeña risa.

—Olvidemos lo que pasó —dijo Claudia—, Mateo es mejor que no nos volvamos a hablar más.

—Pero, ¿qué estás diciendo? Claro que no voy a permitir que pase algo así.

—Mateo no va a ser igual, tú amas a Keidys y yo...

—Lo sé, lo sé. Pero eso no interesa, se supone que somos amigos y yo no me quiero separar de ti, no voy a dejar que te apartes de mí lado, solo falta un mes para graduarnos, quiero pasar ese día a tu lado.

—Mateo estás siendo muy egoísta...

—No me interesa serlo y no me importa si Tomás intenta golpearme otra vez si porque se enoja, así como tampoco me interesa si tu hermano me amenaza o algo, porque yo quiero seguir a tu lado. ¿Es que tú dejas que una amistad se acabe así de la nada?

—A ti siempre te había molestado estar a mi lado, ¿por qué de la nada el cambio? —inquirió Claudia.

—Me di cuenta que eres una persona especial en mi vida. Me gusta estar a tu lado.

Claudia se sintió tan identificada con Alejandra en aquel momento. Ella amaba a Tomás y él solo quería estar a su lado porque le gustaba ser amigo de ella, eso era tan cruel.

—Olvídalo, yo no quiero seguir siendo tu amiga, no me va a pasar lo mismo que a Alejandra.

—¿Qué? —inquirió Mateo confundido con aquellas palabras.

Pero Claudia había colgado el teléfono ya como para darle sus razones para decir aquello.

—¿Parecerse a Alejandra? —inquirió Mateo. Se fue a la cama preguntándose aquello una y otra vez.

 

—Sí... Ya se lo llevo —Tomás salió algo fastidiado de su casa, llegó a la de Gabriel y tocó el timbre— este... Mi mamá le manda esto a la muchacha Gera... —mostró una caja de regalo.

—Espere un momento —la empleada se alejó y a Tomás no es que le haya importado mucho el saber a dónde se había marchado— por favor, venga conmigo —pidió la empleada al llegar.

Él bastante dudoso empezó a caminar por la casa siguiendo a la empleada, se extrañó al ver que estaban subiendo las escaleras para ir a los cuartos:

—Disculpe, yo solo vine a traer esto, necesito irme —le dijo a la empleada, pero ella abrió una puerta y lo hizo pasar.

Tomás se sorprendió cuando vio a aquella chica de la mañana allí, estaba acostada en la cama con un pijama muy corta:

—¿Puedes darme mi regalo? —preguntó la chica con una voz algo seductora.

—Te lo voy a dejar aquí —lo llevó a la piecera de la cama, ella fue rápida y lo tomó de la mano, él llevó su mirada a la joven, sí que era hermosa, pero ella le daba algo de miedo.

De la nada la chica se mordió el labio inferior y después soltó una risa traviesa:

—Oye... Am... Yo estoy algo ocupado, así que ya te di tu regalo, me voy... —en aquel momento se dio cuenta que esa chica quería violarlo, era raro, él no quería nada con ella.

—¿Por qué te vas a ir? Si yo quiero divertirme un poco contigo —le susurró en el oído, cuando él quiso darse cuenta ella ya lo tenía con los brazos rodeándole su cuello y sumergió su lengua en su oído.

Tomás no supo cómo hizo esa chica para lanzarlo sobre su cama, se sentó encima de él y se quitó la camisa:

—Todas las noches sales a trotar, ¿eso era lo que ibas a hacer ahorita?, pero si puedes ejercitarte conmigo... —tomó las manos de Tomás y las llevó a su busto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.