Keidys estaba junto con Tomás a la salida del colegio, la joven quería ir a visitar a su suegra, estaba mal de salud así que todos los días iba a visitarla. Caminaban sin ningún afán por el andén mientras hablaban de temas generales, esos que no son incómodos sino algo rutinarios y un poco aburridos, pero para el momento era perfecto. Le gustaba la presencia de Tomás a su lado, el que Josef no estuviera junto a ella la hacía sentir un poco sola, el estar al lado del mejor amigo de su novio la aliviaba un poco.
—Hola Keidys... —saludó la señora Tatiana cuando divisó la presencia de la joven en el marco de la puerta del cuarto desde su reposo en la cama. Se veía que aquella madre estaba cansada del sufrimiento de su enfermedad, una silueta un tanto triste de ver, pero ella enmarcaba una sonrisa sosegada.
Tomás veía a las dos mujeres mientras conversaban, él prefería estar sentado en un sillón desde un rincón del cuarto, veía como la tarde caía tranquilamente desde el balcón. Se notaba que Keidys hacía su mayor esfuerzo por mantener la calma ante la situación, su relación estaba en un punto donde fácilmente podría desmoronarse y quedar solo en recuerdos; pero algo que aprendió desde que había ingresado al instituto era la paciencia hacia las situaciones difíciles y ella no quería dejar caer su relación, sabía que Josef necesitaba de su ayuda y lo menos que quería era que Keidys se apartara de su lado.
—Solo faltan tres días para que Josef regrese. Todos los días hablamos antes de irnos a dormir y él me ha contado lo duro que es estar lejos de todos y tener que comportarse como si ya fuera un hombre muy adulto. Me dice que le encantaría terminar los últimos días de clase y poder estar al lado de su madre y su hermana. Realmente me preocupa la situación de Josef —decía Keidys sentada al lado de Tomás. Estaban sentados en el patio de la casa de Josef, allí había unas sillas poltronas rodeando una mesita de cristal. La noche ya había caído y estaba algo frío el ambiente.
—Sabes Keidys... —esbozó Tomás con tono triste mientras inclinaba su mirada hacia la taza de chocolate que apretujaban sus manos—, cuando Josef tenía doce años su padre fue asesinado, él estaba en su cuarto cuando escuchó el teléfono sonar, su madre lo había contestado en el primer piso, pero Josef quería escuchar la conversación y bajó silenciosamente, se escondió detrás de una pared donde pudo escuchar el llanto de su madre cuando le dieron la noticia. Te podrás imaginar su conmoción al escuchar los llantos de su madre repitiendo una y otra vez que eso no era cierto, él era solo un niño que amaba y admiraba a su padre, una vez me dijo que quería ser como su padre. Realmente lo admiraba y una noche lo perdió.
Josef, doce años de edad:
—¡No...! ¡Eso no es cierto...! —decía la madre de Josef mientras estaba arrodillada en el piso, soltaba el llanto de una manera impresionante.
Una empleada corrió hasta ella ignorando la presencia de Josef detrás de una pared:
—¿Qué sucede señora? —preguntó la empleada llena de miedo al ver el estado de la mujer.
Josef se agachó lentamente y abrazó sus piernas mientras cerraba sus ojos fuertemente. Después la casa se llenó de personas y cuando el niño quiso despertar de aquel trance se vio frente a un cajón oscuro donde estaba depositado el cuerpo sin vida de su padre, a su alrededor estaban personas vestidas de negro y una de ellas era su madre quien no paraba de llorar:
—Josef —dijo Tomás frente a él. Josef no lloraba, en su rostro se notaba la gran confusión que había en su mente, no creía que su padre estaba muerto, solo veía la silueta de su madre llorando mientras caía al suelo y repetía una y otra vez que no era cierto.
Llevó su mirada a la puerta de la sala, allí estaba Alejandra junto con Mateo, en la mejilla de la niña corrió una lágrima. En aquel momento lo entendió, comprendió que era cierto, su padre ya no estaba con él.
—Josef, lo siento mucho —dijo Tomás mientras abrazaba a su amigo. Pero aquel niño no era capaz de soltar alguna lágrima, mas su pecho estaba lleno de un gran dolor que lo empezaba a ahogar.
Veía como el cajón de su padre era enterrado, tenía una gran impotencia que hacía sumergir su cuerpo en una gran agonía. Sus manos empezaron a temblar y apartó la mirada de aquella escena horrible. De la nada se vio corriendo lejos del entierro:
—¡Josef...! —gritó Tomás mientras lo perseguía.
—¡Déjame! —gritó Josef mientras corría más fuerte para que su amigo no lo alcanzara.
Llegó a un puente donde quedó mirando el gran vacío que estaba debajo de sus pies, en aquel momento llegó en un destello en su mente la imagen de su padre sonriendo alegremente. Empezó a subirse en la baranda y cuando quiso ver ya estaba por fuera del puente, solo se sostenía de sus pequeñas manos y una parte de sus pies, llevó su mirada a la nada, en realidad no quería seguir viviendo con aquella realidad:
—¡Josef...! —gritó Tomás con horror al ver a su amigo a punto de saltar del puente, su piel se erizó por completo al ver la gran distancia que los separaba y creer que no sería capaz de salvarlo. Corrió hasta él— por favor, por favor, no lo hagas ¿sí? Por favor Josef, no cometas una locura —decía rápidamente mientras sus palabras salían temblorosas.
—¡Cállate! ¡Lárgate! —gritó Josef mientras cerraba sus ojos fuertemente.
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Editado: 13.05.2023