Ella era fea

Capítulo 53: ¿Por qué lloras?

Mateo llegó a la casa de su hermana, pero ella no estaba allí. Quedó sentado en el andén pensando en el largo camino que había tenido para nada. Recordó en aquel momento que Claudia vivía a unas cuantas calles de allí. Entró en el auto y decidió ir a donde ella, era bueno tener una amiga como ella. Estuvo llamando al celular de la muchacha, pero lo tenía apagado.

Claudia estaba viendo una película con su hermano, era de comedia y no dejaba de reír. En aquel momento sonó el timbre.

—Ay… ¿Quién molesta a esta hora? —preguntó ella mientras caminaba con pasos arrastrados hacia la puerta, abrió y vio a Mateo con una sonrisa desplegada en su rostro.

—Mateo... —musitó ella con un rostro triste.

—¿Quién es? —inquirió su hermano detrás de ella— ¡Mateo! —el joven hizo que Claudia abriera más la puerta—, ¿y eso que estás por aquí? —miró a su hermana— Claudia... Deja de ser descortés y déjalo entrar.

Claudia parpadeó y se apartó de la puerta. Todos se sentaron en la sala, la luz estaba apagada y había palomitas de maíz regadas por toda la sala:

—Estábamos comiendo y viendo películas, ignora el desorden —dijo el hermano de Claudia con una sonrisa despreocupada.

—Tranquilo, estamos en confianza —dijo Mateo con un tono despreocupado.

Los dos chicos se acomodaron en el sofá y el hermano de Claudia puso en reproducción la película:

—Tengo una llenura terrible hermano —dijo el hermano de Claudia, le dio dos palmadas a su barriga y dejó salir un eructo, los dos muchachos soltaron carcajadas.

—¿Desde cuándo están viendo películas? —preguntó Mateo.

—Hoy es tarde de hermanos —explicó el muchacho.

Claudia se fue a la cocina, trató de soportar las lágrimas que peleaban por salir. No quería que Mateo estuviera en su casa, no quería verlo nunca más, pero parecía que a él no le importaba en absoluto lo que ella pensara o sintiera. Tomó un vaso de agua, después escuchó el grito de su hermano que la llamaba:

—Oye compra una gaseosa y unas picadas ¿sí? —sugirió su hermano y le dio un billete.

Mateo notó que Claudia no le había dirigido la palabra, eso le pareció muy raro, ellos no habían discutido, por lo mismo creyó que sería buena idea ir a su casa, siempre que llegaba esos hermanos le subían el ánimo. No le dio mucha importancia y siguió viendo la película con el muchacho.

Después de un grato momento donde comió y soltó grandes carcajadas con el hermano de Claudia vio que era muy tarde, el hermano de la joven se estaba quedando dormido en el sofá y Mateo le sugirió que se fuera a dormir, el muchacho ya lo estaba pensando en hacer; tanto era su sueño que se golpeó con una pared:

—Esa pared que se pone en toda la mitad —refunfuñó el joven mientras se sobaba la frente.

Mateo dejó salir una carcajada, vio que Claudia estaba recogiendo el desorden que había en la sala, decidió ayudarla y trajo una escoba para barrer la sala, el silencio los invadió mientras estaban concentrados en limpiar el espacio.

 

El reloj marcó las doce de la noche, Mateo había terminado de lavar la loza sucia, abrió la nevera y tomó un poco de agua, sintió que había alguien detrás de él. Volteó y vio a Claudia:

—Ya me voy, sé que tienes que estar muerta del sueño y yo aquí atormentándote la vida —soltó una carcajada. De la nada sintió que había un momento incómodo entre los dos.

Mateo salió a la calle, en sus manos tenía la llave del auto con la cual jugaban los dedos de sus manos. Estuvo a punto de abrir la puerta del auto cuando decidió preguntarle sobre la duda que tanto lo estaba perturbando:

—Claudia ¿estás enojada conmigo? —volteó a verla.

—¿Por qué preguntas eso? —inquirió la joven, su voz sonó muy maltratada. Mateo observó que las pupilas de la muchacha estaban maltratadas por el llanto.

—¿Has estado llorando? —se acercó a ella.

—Ya es muy tarde Mateo, debes ir a tu casa, tus padres tienen que estar preocupados por ti —sugirió Claudia. Sus ojos se inundaron de lágrimas. Mateo vio que la muchacha peleaba con las lágrimas para que no salieran.

—¿Qué sucede Claudia? ¿Por qué estás así?

La joven sentía que si hablaba iba a soltar el llanto:

—Por favor responde —pidió Mateo.

—No sucede nada —respondió la joven y en aquel momento el llanto se escapó de sus ojos. Era muy fuerte y por más que ella peleara con él parecía imposible, no podía detenerse.

Mateo le impresionó el verla en aquel estado, se acercó y la abrazó:

—Déjame —se apartó de él y se abrazó a sí misma.

—¿Qué sucede? —inquirió Mateo. Pero algo le decía que él era el responsable de aquel incesante llanto.

—Solo... te pido que no vuelvas a buscarme —la voz de Claudia salió muy quebrada. Hacía frío y estaba empezando a temblar.

—¿Qué?, ¿por qué? —preguntaba Mateo muy confundido, no sabía lo que estaba pasando, pero se empezaba a sentir muy mal por ver a Claudia así de mal.




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