Ella era fea

Capítulo 58: El amor llega para quedarse

Al acabarse el momento se miraron fijamente, ella tenía mucha vergüenza y odiaba estar en situaciones así, porque su mente se nublaba y actuaba muy torpe.

—Yo… —miró a todos lados—, dije que no me iba a demorar, ya es muy tarde. Además, tengo muchas cosas que hacer. Hablamos otro día —se levantó y se fue.

Su rostro estaba completamente rojo, se había despedido de la peor forma con Gabriel, como si ella estuviera muy molesta con él. Gera la vio irse y quedó muy intrigada por ello, se veía como si le hubiera pasado algo muy malo.

Entró en la biblioteca y vio a su hermano muy pensativo:

—¿Qué le hiciste a Alejandra?, se veía mal —se sentó frente a él. El rostro de Gabriel estaba triste.

—Lo dañé todo —soltó él, se levantó del sillón y salió de la biblioteca.

Gabriel entró a su cuarto y se tiró en la cama. Había trabajado mucho en esa amistad, mas no esperaba que todo se dañaría por una confesión y un beso, creía que le había dado muchas señales que le dijeran sobre sus sentimientos.

Alejandra se encerró en su cuarto, se arrinconó en la cama y por su mente pasaba una y otra vez aquel beso, le gustó bastante, tuvo la sensación de que se derretía como chocolate en la boca. Llevó sus dedos a sus labios, todavía podía sentir el movimiento de los labios de Gabriel con los suyos, aquel calor cegador que nunca antes había podido sentir, fue extraño.  Trató de dormir algo, pero eso era misión imposible.

—¡Buenas…! —gritó Gera entrando al cuarto de Alejandra. Ella no se iba a quedar con la duda de lo que había pasado. Se tiró en la cama con una gran sonrisa.

—Gera… ¿qué haces aquí? —el corazón de Alejandra empezó a latir con fuerza.

—¿Por qué? ¿No puedo visitarte?

—No… Claro que sí, no pienses mal.

—Bueno, es que como te vi salir mal de mi casa creí que Gabriel te había tratado mal, por eso vine a ver si estabas bien.

—Gabriel no me hizo nada, sabes que él no es de esos chicos que tratan mal a las mujeres.

—Bueno, no… Trata lindo. Bueno, no sé, es mi hermano y siempre me ha cuidado mucho, nunca me ha tratado mal —Gera hizo un puchero—, aunque a él también lo vi bastante triste en la biblioteca. ¿Qué le hiciste?

—¿Eh? —Alejandra tragó en seco.

—Alejandra… así que tú fuiste la que dañó todo.

—Bueno… No le hice nada a tu hermano, bueno, yo no sé. Nos dimos un beso y después yo me fui. No sé si eso estuvo mal.

—Depende de cómo saliste de la biblioteca, aunque si fue un beso… Ay yo no sé, no soy buena con ese tipo de cosas —Gera soltó una carcajada.

—Yo menos, no sé si hice algo mal…

—Ve y habla con él.

—¿Hablar con él?

—Sí…

Para Alejandra era como pedirle que no respirara, imposible. Llegó la tarde y ella no salía de su cuarto, sabía que los demás empezarían a sospechar que le pasaba algo y no quería que fuera así.

—Hola Claudia. Oye, hay una película que quiero ver ¿me acompañas? —hablaba por teléfono mientras miraba por el balcón.

—Eso es muy raro en ti.

—Es que no tengo a nadie que me acompañe.

—Así que soy tu última opción.

—¡Ay, claro que no! —Alejandra soltó una carcajada. Del otro lado de la línea parecía que no le agradaba aquella risa—. Vamos, acompáñame, yo pago todo.

—Acepto.

Lo que las personas deben hacer para convencer a otra. Al ya terminarse la película las chicas se quedaron caminando por el centro comercial, la estaban pasando muy bien, Claudia era buena para poner ánimo a los momentos. Soltaban carcajadas sin cesar y se burlaban hasta de lo más mínimo.

—No, y lo peor es que me caí cuando huía de ahí, había un charco enorme donde caí de rostro, Mateo y Tomás estaban viendo todo, yo quedé tan avergonzada, quería que la tierra me tragara. Siempre me pasan cosas así, y lo peor, frente a la persona que me gusta —contaba Alejandra mientras caminaban por la playa que quedaba frente al centro comercial.

—Tiene que ser horrible—Claudia trataba de no soltar la carcajada.

—Una vez con Gabriel hice el peor espectáculo, ya sabes, cuando estábamos en el restaurante. Mis celos salieron a flote y yo comencé a regañarlo como si fuera su novia. También una vez en el parque no sé por qué escapaba de él y de la nada resbalé y me golpeé horrible. Él fue a ayudarme y yo solté un grito diciendo que me avergonzaba, eso hizo que todo se empeorara, a el señor se le dio por reírse y eso ¡ash! Hizo que fuera peor —Alejandra soltó una carcajada.

—¿En serio? ¿Con Gabriel?, él me parece que es tan serio, ¿cómo es que eres tan amiga de Gabriel?

—Ay no, no es tan serio como crees, a mí me parece que es como una nube, calmado, está ahí, quieto. A veces me desespera eso, su voz suena tan neutral —las dos soltaron una carcajada—. Yo soy tan explosiva y él es como el yoga.

—Como el yoga —Claudia soltó una gran carcajada, tanto que empezó a toser.




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