Ella era fea

Capítulo 60: Simplemente amigos

La joven empezaba a desesperarse, mas no quería formar un alboroto y que todos allí se enteraran de su adicción, tenía que calmarse y si el ejercicio como decía Tomás funcionaba en ella sería una gran ayuda. Bajó de la cama y puso sus manos en su cintura.

—¿Qué hago? —inquirió.

—Veinte sentadillas.

Le parecía absurdo, su mente solo recorría el trayecto que debía hacer para poder comprar solo un poco, todo su cuerpo se lo pedía, la mente se le nublaba. En ese momento sintió el dolor en sus piernas al bajar para hacer las sentadillas:

—Qué mierda, me duele mucho —soltó mientras su rostro se tornaba rojo. Eso la hizo despertar, una gran explosión en su cuerpo se desencadenó, quería hacer más ejercicio y que su mente volviera en sí, que no se dejara atrapar por pensamientos oscuros. Sentía que la voz de Tomás se escuchaba lejos y audible mientras le decía qué ejercicio hacer. Todo su cuerpo sudaba y eso hacía que una puerta se abriera, el dolor entraba y la hacía reaccionar, era como encontrar una nueva adicción, pero una muy buena que le ayudaría mucho.

Al final terminó fundida en la cama de Tomás, era la segunda vez que dormían juntos, pero era la primera vez que no se despertaba por las ansias de ir en busca de un poco de droga.

—¿Dónde está Gera y Tomás? —preguntó Keidys cuando terminó de poner la mesa.

—Seguramente se perdieron en un cuarto —dijo Claudia con un tono picarón.

—Ese Tomás no se corrige —soltó Mateo en una risita.

—Voy a buscarlos —dijo Josef levantándose de la mesa.

—No… Déjalos, sé que no van a hacer nada malo —pidió Gabriel, él sí sabía lo que hacían realmente.

—¿Vas a dejar que tu hermana esté con un tipo como él? —inquirió Claudia.

—Tomás no es una mala persona, así como tampoco es una mala influencia. Es tu amigo, deberías saberlo —respondió Gabriel.

Claudia estaba sentada en un mueble de la sala mientras llamaba a su casa para informar que se quedaría a dormir allí. Cruzó las piernas encima del mueble y tomó un cojín que lo dejó en sus piernas:

—Regresaré a la casa temprano en la mañana —dijo la chica mientras envolvía un mechón de su cabello en su dedo índice.

Mateo la vio de lejos, en toda la noche no habían hablado, él a veces la observaba y podía ver que ella se molestaba. Claudia iba muy en serio con eso de estar lejos de él. Decidió enfrentar el problema, por eso se sentó al lado de ella, los minutos donde la joven seguía hablando por teléfono se hicieron eternos, al final cuando terminó la llamada un silencio hizo que una gran tensión emanara. En ese momento se escuchó la gran risotada de Keidys que hizo salir una sonrisa por parte de Claudia, tenía la intención de ir con ella y contar chistes malos.

—Claudia, por favor no me ignores —pidió Mateo.

En ese momento la alegría que tenía Claudia se esfumó por completo:

—Deja de molestarme, solo haces que quiera irme a mi casa —dijo Claudia y se levantó del sofá. No sabía a donde ir, sin pensar sus pies la llevaron fuera de la casa, una brisa fría le puso los bellos de punta, en ese momento se arrepintió de haber salido de la cálida casa.

—¡Claudia espera! —dijo Mateo detrás de ella. Pensaba que era cierto sobre lo de irse, aunque recordó que la joven había dejado su bolso en la casa.

—¿Qué quieres?

—Que me digas por qué estás tan enojada conmigo, aunque no sé lo que hice, por favor, perdóname… —pidió Mateo.

—No tengo nada que perdonarte, así que deja de molestarme —respondió Claudia, en ese momento sintió un abrigo cálido que arropó sus brazos, era la chaqueta de Mateo.

—¿Podremos seguir siendo amigos entonces?

Esa pregunta revolvió el estómago de Claudia, ese chico no entendía nada:

—Ni en broma seré tu amiga. Déjalo ya… —Claudia clavó su mirada en un niño que trataba de manejar una bicicleta, pero se le hizo imposible y cayó dándose un fuerte golpe, soltó un llanto muy incómodo. Mateo corrió y lo ayudó a levantarse.

—¿Dónde te duele? —le preguntó al niño.

—Aquí —le mostró su codo.

—Ah… pobrecito, ¿dónde está tu mamá? —dijo Mateo agachado frente al niño. En ese momento llegó una muchacha quien le agradeció a Mateo por haber ayudado al pequeño.

La mujer se fue con el niño y Mateo llevó su mirada a Claudia que había observado todo. Le pareció que Mateo se veía tan lindo ayudando al niño, a ella le gustaba él por esas cosas, era el tipo de persona que estaba buscando, aunque al momento de ver los sentimientos de Mateo se daba cuenta que ella no estaba por ningún lado.

—Bueno ¿en qué estábamos? —preguntó Mateo con una sonrisa. Era cierto, él no entendía nada, las palabras de Claudia serían mudas frente al joven.

Claudia entró y buscó su bolso, le dijo a los chicos que volvería a su casa. Mateo no entendía su comportamiento, solo vio cuando ella le entregó la chaqueta con una sonrisa muy falsa, la joven salió de la casa mientras hablaba por teléfono. Josef y Keidys salieron a ver como la chica se iba sola a la avenida principal:




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