Ella era fea

Capítulo 63: Trampa de ratón

—Yo me voy primero —soltó la joven dispuesta a marcharse.

—Espera, por favor —pidió el joven, se dio cuenta que una de sus manos se volvió atrevida que tomó la de Claudia, ella se volvió hacia Mateo.

—¿Qué quieres?

—Por favor, Claudia, perdóname. He sido un idiota contigo.

—Mi vecina te agradece las flores, dice que el rojo es su color favorito.

—¿Le diste las flores a tu vecina?

—Bueno, a ella les gustan mucho —respondió Claudia, soltó el agarre de Mateo.

—¿Tanto me odias ahora?

—No te odio. Solo veo que no comprendes lo que te dije, no quiero seguir viéndote, hablar contigo me fastidia ¿no lo comprendes?

—Sé que estás mintiendo. Ya entiendo todo tu enojo, es porque me ves más que un amigo. Tiene que ser muy duro para ti el ver que tus sentimientos no son correspondidos.

—¿Solo me buscaste para decirme eso?, vaya que eres único.

—No, espera, no lo malentiendas, a lo que quiero llegar es que sí eres correspondida, me di cuenta que yo tampoco te veo como una amiga. No sé cómo pasó, pero de la nada no he dejado de pensar en ti.  Es muy doloroso querer ver o hablar con alguien y no poder hacerlo, más cuando ella no desea verte en ningún momento. Sé que todo esto es absurdo para ti y entiendo si no me crees —la mirada de Mateo cayó, no era capaz de verla a los ojos—. Comprendo ahora el por qué no quieres verme y sé que no te merezco, he sido un patán contigo, aparte de que te trató horrible y lastimé tus sentimientos. Perdón, no te volveré a molestar más.

Mateo se alejó de Claudia y por un momento alzó la mirada y vio que la joven quería llorar, no quería hacerse ilusiones, sabía que ella no lo aceptaría:

—Adiós Claudia —se fue. Pero algo le decía que esa historia no podía terminar de esa manera.

Tomás estaba de lejos viendo el panorama, por el rostro que llevaba Mateo sabía que terminó todo muy mal:

—Esto será más largo de lo que pensé —esbozó.

 

Keidys estaba frente a Claudia quien no dejaba de llorar:

—Pero debes estar feliz, Mateo quiere estar a tu lado, solo se siente limitado porque tú le has dicho que no quieres verlo. Pero si empiezas a mirarlo lindo las cosas poco a poco se van a dar. Mateo es una linda persona, un tanto lento y eso lo hace insoportable, pero es un gran partido para ti, no lo dejes ir Claudia —aconsejaba Keidys. Veía que sus amigos eran muy complicados.

—Estoy muy confundida ahora, yo ya estaba segura de lo que estaba haciendo y sale él con estas cosas. Es muy malo conmigo.

—¿Es malo porque ahora se enamoró de ti?

—Sí… —Claudia se limpió las lágrimas.

Por otro lado, Tomás y Josef veían el rostro de Mateo que estaba muy triste:

—Debiste pedirle que fuera tu novia, pero es que eres tan dramático. ¿Por qué ustedes son tan complicados? —soltó Josef.

—Yo le dije que se declarara, no que hiciera más problemas… —dijo Tomás cruzándose de brazos.

 

Josef estaba en la oficina junto con su abuelo, estaban revisando las cuentas y algo no cuadraba en ellas:

—Te lo estoy diciendo abuelo, están alterando las cuentas, te están robando —soltó Josef mientras le pasaba unos papeles.

—Pero ¿quién puede ser el responsable? El secretario Henrique tiene muchos años de estar con nosotros y es un reconocido contador, un hombre eficaz, siempre ha sido muy eficiente ¿dudarías de él?

—Abuelo, abuelo, escúchame bien abuelo. En este momento tenemos que dudar de todo mundo. Estamos frente a grandes cantidades de dinero y el señor dinero tiene muchos amigos, todos lo quieren llevar en su mano, en su cartera, en su cuenta bancaria. ¿Qué tal si este señor eficiente secretario es el responsable de la muerte de mi papá?

—¿Qué, te volviste loco? —se levantó de su sillón y dio una palmada al mesón—, no vuelvas a repetir eso.

—Abuelo, con todo el respeto si me lo permite su educación ¿seguimos platicando?

—Sí, sí, mi querido nieto, es un asunto que hay que resolver —volvió a sentarse y se calmó— ¿de quién más dudas tú?, el dinero se está perdiendo, pero yo no tengo dudas de nadie, confío en mi personal, ha trabajado conmigo desde hace muchos años. A todos los he tratado decentemente, con seriedad y respeto.

—Como usted no desconfía de nadie e infiltrado a la policía ultra secreta en la empresa.

—¿Qué has hecho qué? —respingó sus cejas—, no me consultaste eso.

—Se lo estoy diciendo ahora. No me gusta hacer las cosas a escondidas de usted.  

—Está bien, si me lo dices ya no es un secreto. ¿Qué notificación te han dado?

—Esta noche tendremos una reunión muy secreta, así que le tengo información mañana.

—Escucha muchacho, esto es muy peligroso. Acuérdate hijo, ya murió un hombre calmado, un hombre fuerte, vigoroso, es como recuerdo a tu señor padre —dejó salir un suspiro.




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