Ella era fea

Capítulo 64: Secretos oscuros

Mientras salía su abuelo de la oficina Josef recibía un fax, al dirigir su mirada a la impresora sintió que alguien entraba en la oficina, el secretario Henrique venía con las cejas respingadas porque se acababa de llevar un regaño del señor Sandoval.

—Disculpe la interrupción señor Josef, hace un momento su abuelo entró a mi oficina y quiere como interrogarme, ¿y eso a consecuencia de qué?

—¿Qué pasó ahora?, Henrique ¿qué hiciste mal? —Josef tomó el fax y se dio cuenta que era la Interpol quien le ponía en alerta de que había muchas transacciones que se hacían en Panamá e Islas Caimán. Al ver esto Josef ocultó el documento dentro de una carpeta y se levantó de su sillón y volvió a decirle al secretario Henrique—. ¿Así que entonces mi abuelo te dijo algo?, ¿qué hiciste mal?  

—¿Su hermosa novia lo tiene loco jovencito?, ¿no lo entendió?, el señor Sandoval me quiere interrogar.

—Señor Henrique ¿y yo qué puedo hacer por usted?

—Usted es muy dotado en inteligencia, desde que llegó a la empresa se le ha visto su destreza para estas situaciones ¿por qué ahora no puede entender que su abuelo está dudando de mi confianza? ¿Acaso usted le ha dicho algo?

Josef y el secretario Henrique cruzaron unas miradas llenas de malicia. El joven entendió en ese momento que estaba frente al asesino de su padre y caminaba sobre el filo de la navaja estando frente a un lobo disfrazado de oveja. Aparentemente solo era un hombre de lentes, casi nerd, alguien inofensivo, pero que esperaba que su víctima le diera la espalda para enterrarle el puñal y lavarse las manos como gato que araña  y esconde las garras.

—¿Yo que tengo que decirle a mi abuelo con respecto a usted señor secretario? Porque lo que yo he visto hasta el momento es a un magister en contaduría, alguien que ha trabajado arduamente por ganarse la confianza de mi abuelo por años. Los problemas que usted tenga con mi abuelo no me conciernen señor Henrique —Josef le desplegó una agradable sonrisa—, no se preocupe, mire que tanta es la confianza de mi abuelo que lo llama señor secretario y eso que desde hace mucho dejó de serlo. Cuando la secretaria es la señora María de la Torre y a ella solo la llama María. Al tesorero de la empresa solo le dice Martín Pérez, mientras que a nuestro magister le decimos el señor secretario. Lo más seguro es que mi abuelo le va a dar una recomendación nada más.

—Eso espero señor Josef, no querrá usted que su novia se preocupe a estas alturas de la vida cuando ustedes están a punto de graduarse —soltó una pequeña risa que sonó muy retorcida.

Josef empuñó con fuerza la carpeta que llevaba consigo:

—No veo por qué mi novia tiene que preocuparse si yo no estoy haciendo nada malo ¿no lo cree? —Josef desplegó una sonrisa y después salió de la oficina.

El joven entró en la oficina de su abuelo y le dijo:

—Abuelo no es necesario que esperemos el día de mañana. Aquí está un poco de lo que estamos haciendo —Josef sacó de la carpeta el fax que le había llegado y se lo pasó al señor.

—¿Qué es esto? ¿La interpol?  —arrugó su entrecejo— ¿qué tengo yo que ver con la interpol?

—Solo les estoy pidiendo un pequeño sendero de esos paraísos fiscales.

—Pero eso es para los mafiosos, para los que lavan dinero —explicó el señor Sandoval confundido.  

—No abuelo, también para los que evaden impuestos —respondió Josef— ¿Por qué no le das una hojeada al documento?, y aquí tienes también lo de la policía fiscal y aduanera —pasó los demás papeles.

—¿Has estado husmeando todo eso Josef? —revisó los papeles—, eres igual de inteligente que tu padre —empezó a leer los documentos y se llenó de mucha impotencia— ¡¿pero qué es esto?! ¡policía fiscal y aduanera a punto de caer sobre mis empresas! ¡Quiero hablar con María y Martín en estos momentos! —azotó con fuerza el escritorio con las dos manos y se levantó del sillón con violencia— ¡MARÍA! —en ese momento entró la mujer llena de miedo.

—¿Señor? —preguntó.

—¡¿Dónde está Martín el tesorero?! ¡Convoca a todos a una reunión de emergencia! —vio que la mujer la carcomía el miedo— ¡Pero ya…!

El señor Sandoval salió de su oficina a toda prisa hacia el salón de juntas donde había citado a toda la directiva de la empresa, detrás de él iba Josef a pasos agigantados. Abierto el salón de juntas se sentó a la derecha de su abuelo con el alma agitada, pero su cerebro muy puntual en lo que ya se estaba descubriendo. Comenzaron a entrar los sindicalistas, el jefe de personal, el tesorero todo cabizbajo, la secretaria palideciendo y temblando y por último el secretario Henrique a quien el señor Sandoval lo miraba de pies a cabeza, pero lastimosamente no daba para pulverizarlo como quería.

—Señores del sindicato ¿se dan cuenta de cómo las empresas están haciendo agua por todas partes?, nos estamos hundiendo —dijo el señor Sandoval, todos estaban sorprendidos por la reunión de emergencia, pero ahora estaban asustados.

Entonces los del sindicato y el jefe de personal se pusieron de pie y dijeron:

—Señor Sandoval ¿podría explicarnos un poco calmadamente qué es lo que está sucediendo?

—Miren lo que acabo de recibir de la policía fiscal y aduanera —azotó los papeles contra el escritorio— ¡estamos en la quiebra! ¡Esto es de la policía fiscal y aduanera! ¿Saben lo que esto significa?, dentro de poco todas nuestras empresas quedarán intervenidas, ustedes quedarán sin trabajo y yo estaré en grandes problemas. ¿Entienden la situación? —miró a su secretaria— ¡María! ¿Hace cuánto que no se pagan los impuestos?




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