Mientras esto sucedía en la empresa, por otra parte Alejandra estaba acostada en su cama mientras leía su libro favorito:
—Ay Dios… —soltó una carcajada. Escuchó que por el pasillo alguien caminaba. Se levantó y fue a ver quién era— Ah… Mateo ¿qué haces? —observó que tenía varias bolsas negras regordetas consigo.
—Eh… Bueno —él era muy malo para mentir.
—¿Qué estás planeando? —se recostó en el marco de la puerta.
—Mateo ya tengo las pinturas que nos faltaban —dijo Tomás entrando al pasillo, estaba sosteniendo una gran sonrisa que se borró en el momento en que vio a Alejandra.
—¿Qué están haciendo? —inquirió Alejandra mucho más curiosa que antes.
—¡Listo!, ¡ya compré la tela! ¡Vamos a comenzar! —entró Keidys en el pasillo.
—¿Keidys? —inquirió Alejandra.
—Ya nos descubrió todo —soltó Mateo bajando la mirada.
—¿Qué están haciendo? —preguntó Alejandra reparando lo que ellos tenían en sus manos.
Alejandra estaba con los chicos en la casa de Tomás y el señor Moreño (el padre del joven) no dejaba de discutir con Mateo:
—Por favor, señor Oscoreño —rogó el muchacho.
—¡Moreño! —regañó el hombre y le dio un golpe en la cabeza de Mateo con un periódico envuelto.
—Bueno sí, pero no me pegue… —se acarició la cabeza.
—Papá tú lo conoces desde que se hacía en los pantalones, déjalo ser feliz y dale el permiso —pidió Tomás.
—Pero eso no tiene nada que ver con el colegio —replicó el señor Moreño.
—Sí, eso lo ayuda a formarse como una persona que vence sus miedos —explicó Keidys.
—¿De dónde sacaste eso? —inquirió el señor mientras se cruzaba de brazos.
—Bueno señor, ¿le va a dar el permiso? —preguntó Alejandra cansada de rogar.
Todo el día estaba bastante tranquilo para Claudia, terminó de comer en la cafetería del colegio con unas amigas y le parecía extraño que no viera al grupo de Mateo ese día, solo pudo ver a Josef que tenía un oso grande con él, pero de lejos vio como se lo pasaba a Keidys que no dejaba de saltar de la emoción.
—Eso es muy hermoso —esbozó. Se dirigió a un baño para retocarse el maquillaje.
Era hora de irse para su casa y pensaba que era el día más aburrido para ella, podía sentirse extraña con todo lo que pasaba con su vida:
“Un año más que sigo soltera, y yo que quería graduarme con un novio” pensó.
—Claudia no te vayas sin tomarte las medidas para la toga —le informó una compañera.
—¡Oh… es cierto! —se devolvió al salón.
Mientras le tomaban las medidas veía como unos compañeros suyos se besaban en un rincón “otro año que paso sola…” pensó bastante aburrida. Terminaron de cogerles las medidas, arregló un poco su cabello y tomó su bolso, se despidió de unas compañeras. Para no sentirse tan sola sacó el celular y revisó su buzón, no tenía ni un solo mensaje, vio el chat de Mateo, su cuerpo se erizó al empezar a leer las conversaciones que ellos antes tenían, desplegó una sonrisa al leer los mensajes tontos que antes el muchacho le mandaba. Bajó el celular al verse en el pasillo del colegio sin nadie que estuviera con ella; dejó salir un suspiro muy triste, volvió a tomar aire y siguió caminando.
—Claudia —saludó Alejandra acercándose a ella— ¿ya te vas? —preguntó sonriente.
—Sí, me dejaron bastantes tareas hoy —respondió Claudia.
—Ah… Bueno, a nosotros no, como hoy los profesores tenían reunión solo entraron las primeras horas —dijo Alejandra.
—Yo hablo que tengo muchas tareas que entregar mañana —explicó la chica.
—Oh… bueno, si es así, tienes razón, como estamos a unos cuántos días para salir. Quién creería que pronto nos graduaremos… —Alejandra caminaba feliz— pero Keidys se irá tres días después de la graduación… —borró su sonrisa.
—Es cierto, muchos se irán después de la graduación —dijo Claudia.
Llegaron a la salida del colegio, caminaron unos cuantos metros por el ancho pasillo que las llevaría al portón, de la nada Alejandra sacó el celular:
—¿Sí? Ah… bueno, ya te la paso —Alejandra le dio el celular a Claudia.
—¿Qué? —la chica no entendía lo que sucedía en esos momentos— ¿sí?
—Claudia, es cierto que soy un idiota y que te he hecho mucho daño —era Mateo.
—Mateo… ¿qué dices? ¿Por qué me llamas para decirme eso? —preguntó fastidiada.
—Porque me di cuenta que estoy enamorado de ti y tengo mucho miedo de perderte. Anoche no pude dormir pensando en un plan para hacer que te quedes a mi lado, me di cuenta que no quiero que nuestra historia termine así. Quiero luchar por ti, pedirte perdón todas las veces que sean necesarias, decirte que te amo una y otra vez hasta que me creas y… arriesgarme esta tarde a preguntarte… Por favor, voltea.
Claudia volteó y vio que en el bloque del colegio que se veía desde allí se abrió una gran cortina blanca con letras rojas “¿quieres ser mi novia?” estaban escritas esas palabras.
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Editado: 13.05.2023