Ella era fea

Capítulo 68: El rostro de la muerte

Josef llegó a la empresa justo al momento en que los policías secretos tenían las pruebas contundentes en el disco duro que habían rescatado de una de las empresas. Al descender del blindado color negro por medida de seguridad de la policía allí estaban los hombres con las pruebas contundentes de la fuga de capitales que estaban en los paraísos fiscales de aquellas naciones que no reportan de dónde aparecen esos dineros. Simplemente los consignan, los trabajan, viven de ellos y sus dueños no tienen nada de qué preocuparse; solo que si la Interpol interviene la cosa cambia de color. En este caso había una investigación a fondo que hizo que Josef recibiera información secreta o ultra secreta.

Entonces casi temblando de miedo mira a los ojos de los agentes secretos tal como él los conocía y para qué los había contratado:

—¿Para qué me llamaron? —preguntó.

—Alégrese, ya no tenga más miedo. Ya le tenemos la información clasificada tal y como usted la pidió, ahora sí puede usted proceder contra esos. Señor Josef no es uno, son esos elementos quienes le quebraron sus empresas, abusaron de la confianza de su abuelo y ahora sí deje a esos elementos tras las rejas —le explicó uno de los agentes secretos a Josef.

—Sigamos. Pongámonos cómodos, vamos al salón de juntas —dijo el abuelo.

Habían pasado las ocho de la noche y comenzaba a transcurrir las nueve cuando se estaba dando esta reunión secreta. El abuelo de Josef los invitaba a un salón para llevar a cabo aquella reunión donde había mucha información y se iba a mostrar los discos duros que revelarían las pruebas de las transacciones y las cantidades que pasaron a Panamá y a Isla Caimán y una que otra cuenta en Estados Unidos, Inglaterra y Francia.

Aquellos capitales ahora sí podrían retornar al país. Así pues, que sentados todos alrededor de una misma mesa se abrían aquellos computadores y comenzaba aquel trabajo informativo. El abuelo solo observaba el buen trabajo que Josef había desempeñado hasta ese momento; Josef no sabía si llorar o ponerse a reír cuando los agentes secretos le dijeron:

—Alégrese abuelo, ría, usted va a repatriar su capital. Todo su dinero que ha salido de sus empresas para los países donde están consignados a nombre de terceros, siendo usted el propietario volverá a usted —el trabajo de Josef estaba terminando con éxito.

El señor Sandoval dejó salir un suspiro y sacó un pañuelo del bolsillo con el cual se limpió el sudor de su frente y comenzó a decir:

—No lo puedo creer, María, mi secretaria de tantos años a punto de jubilarse con la oportunidad de trabajo, de vida y de confianza que yo le he dado. No puede ser…. María ¡¿por qué no me pediste un aumento?! —su voz se quebró por la impotencia— ¡yo te lo hubiera dado! —dejó caer sus manos con violencia sobre la mesa.

—Cálmese señor Sandoval, sino no va a gozar lo que ha trabajado. Escúcheme, yo sé lo que hago, estoy a punto de jubilarme de mi trabajo. A mí el estado también me asegura una buena pensión, pero yo tengo mis ahorros de toda mi vida, aunque pienso gozar y por eso voy con calma señor Sandoval —dijo uno de los agentes.

—Hijo, tú tienes razón, yo he trabajado desde mi juventud. Pero nunca pensé que los que me rodeaban fueran pirañas, pensé que estaba rodeado de gente pulcra y honesta como aparentaban ser —dijo el señor Sandoval.

Eran dos agentes secretos los que acompañaban al señor Sandoval y a Josef. Mientras uno de los agentes trataba de calmar al abuelo el otro estaba imprimiendo de su computador las pruebas contundentes que se les iban a mostrar:

—Aquí están las pruebas de quienes fueron los que hicieron las transacciones, estaba involucrado su tesorero Marín Pérez Gutiérrez, la secretaria María de la Torre Galván y como cerebro oficial de la banda estaba el señor Henrique Torre de la Hoz —dijo el agente llevando el documento hasta las manos del señor Sandoval quien palideció al escuchar el nombre de su hombre de confianza—, usted ha estado en peligro todo este tiempo, porque usted señor Sandoval es el que come, bebe, pasea y trabaja siempre junto a este malhechor que está libre, que usted no lo ha puesto tras las rejas siendo él el cerebro de la banda ¿cuándo va a ordenar su captura?

Josef oyendo todo aquello se sintió atormentado como si quisiera gritar y llorar, por lo mismo decidió salir a tomar aire:

—Disculpen, voy a tomar un poco de aire fresco —se levantó de su silla y salió del salón de reuniones. Aunque su abuelo y los agentes no le habían prestado mucha atención cuando lo hizo ya que no dejaban de conversar sobre lo sucedido.

Josef caminaba por los pasillos de la empresa que estaba totalmente sola, ya que la jornada laboral había terminado hace horas. Así pues, que se le ocurrió ir a la oficina del señor Henrique ya que muchas veces lo había visto trabajar después de pasada la jornada laboral. “¿Estará borrando evidencias o adelantando trabajo para mañana?” pensó “de todas maneras activaré la grabadora de mi celular por si lo encuentro allí, ¿qué tal que se le salga una frase que lo condene? Que se sienta acorralado y destape todo lo que ha hecho”.

Cuando Josef pensaba en esto vio que las luces de la oficina del señor Henrique llamado el “secretario” estaban encendidas “¡oh… qué veo! Está ahí” pensó Josef. Entró a la oficina y le dijo:

—Señor secretario, ¿trabajando hasta ahora o borrando evidencias?




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