Ella era fea

Capítulo 72: Sin sentido

Gabriel llevó su mirada hacia el volante, Alejandra no podía ver su rostro, pero sabía que estaba llorando en silencio. Ella solo lo que hacía era mirar, estaba impactada por el comportamiento de Gabriel, ¿qué había escuchado o visto? Era lo que quería saber, mataría a quien le dijo aquello. Por su culpa estaba pasando un gran momento incómodo.

—¿Qué te dijeron para que estuvieras así? —preguntó Alejandra.

Gabriel no contestaba, había explotado y no podía contenerse, no soportaba lo que sentía en ese momento:

—Gabriel… Perdón, nunca he creído que seas un estorbo en mi vida o que me fastidie tenerte cerca —dijo Alejandra. Se daba cuenta que era muy serio lo que estaba pasando.

—Eso no es lo que le dices a otras personas Alejandra —llevó su mirada hasta la chica. A Alejandra le impactó ver aquellos ojos gateados llenos de lágrimas, Gabriel estaba llorando descontroladamente—. Yo estaba ahí, escuché lo que le dijiste a Keidys, ¿por qué esas cosas nunca me las dices a mí?, te pregunté y no fuiste capaz de hacerlo, siempre es lo mismo contigo. Lo que quiero saber es por qué soy tan incómodo para ti, pensaba que, si te daba tiempo, si miraba lo que hacía mal podría corregirlo. Todo este maldito tiempo he creído que hago las cosas mal porque siempre me echabas a un lado.

Alejandra se le empezó a formar un nudo en la garganta al ver a Gabriel en ese estado, sus palabras eran tan dolorosas, no porque la estuviera tratando mal, sino porque sabía que todo lo que decía era cierto. Nunca se imaginó que él se sintiera de esa manera.

—Gabriel yo… Lo siento, nunca creí que te fueras a sentir así. Yo, de verdad —trataba de decir.

—¿Qué? —inquirió Gabriel. Alejandra hizo silencio—, ¿por qué nunca eres capaz de decirme las cosas? ¡¿Por qué?! —le dio un golpe al volante, ese acto asustó mucho a la muchacha. Después se formó un gran silencio, solo se escuchaba la lluvia caer.  

Alejandra no era capaz de soltar una palabra, de hacer sentir mejor a aquel joven que se desmoronaba frente a ella.

—Bien, no digas nada —Gabriel empezó a manejar.

El vidrio de la ventana se bañaba por la lluvia y Alejandra empezaba a sentirse muy mal por lo que estaba pasando, odiaba tanto esa parte de ella, ¿por qué fue capaz de enfrentar a Tomás y no a Gabriel?, claro, era porque Gabriel estaba a su lado esa noche, él fue quien le dio la fortaleza para hacerlo.

—Yo… —dijo en un hilo de voz. Bajó su mirada hasta sus manos— no soy capaz de amarte Gabriel, pero me doy cuenta de que siempre has estado conmigo en los momentos en lo que más he necesitado a alguien. Me parece tan injusto el que ame a un idiota que solo ha sabido jugar conmigo, yo siempre he sido alguien que se deja llevar por lo que dicen los demás. Soy tan débil de palabra y lastimo a las personas que me quieren, creo que me desquito con ellas por lo que otras personas me han hecho —soltó el llanto—, yo no merezco que alguien me ame, soy tan mala persona. Toda mi vida he recibido insultos, siempre me dicen que hago las cosas mal, que soy una persona mala; lo más seguro es que es así —llevó sus manos hasta su boca y cerró los ojos con fuerza—. Yo intenté enamorarme de ti, pero siempre sentí algo apático en mí que no me dejaba hacerlo, me daba mucho miedo estar a tu lado sabiendo sobre tus sentimientos, es que soy tan tonta que rechazo lo que me hace bien. Perdón, yo nunca quise hacerte daño, siempre me enfoqué en no lastimarte, pero hice todo al revés.

Gabriel detuvo el auto y llevó su mirada a Alejandra que no dejaba de llorar fuertemente. La abrazó, ella estaba temblando del frío y parecía un pequeño gato bajo la lluvia.

—No te sigas tratando así Alejandra, si tú no te amas siempre van a estar lastimándote —le dijo. Alejandra soltó un fuerte llanto y abrazó con fuerza el cuerpo de Gabriel. Estaba pasando por un colapso mental.

Cuando Alejandra se calmó se vio reposando su cabeza en el pecho de Gabriel y la lluvia ya había cesado. Frente a ellos estaba un grupo de niños jugando en un charco. Faltaba unos cuantos metros para llegar a su casa, Alejandra presentía que estaba culminando una etapa en su vida y la decisión que tomara en aquel momento marcaría su futuro.

 

Josef estaba recostado en su cama a punto de ser atrapado por el sueño, en aquel momento entró su madre con una sonrisa desplegada en su rostro:

—Veo que quieres descansar un poco —dijo la señora Tatiana.

—Tranquila mamá, ven, hablemos un poco —Josef le mostró una sonrisa. La mujer se sentó en una silla que estaba al lado de la cama de su hijo, tomó una de sus manos y empezó a acariciarla suavemente.

—Estuve muy asustada cuando me dijeron que te habían disparado —soltó la señora en un hilo de voz.

—Lo siento mamá, no quería que pasaras por un momento así. Aunque necesitaba hacer todo lo posible para sacar a esa gente de las empresas de mi abuelo, sé que si mi padre estuviera aquí haría lo mismo.

—Tu papá estaría orgulloso de ti. Él también investigaba lo mismo, una noche me dijo que sospechaba del señor Henrique y que una vez lo amenazó; le dije que no siguiera, pero sacaste lo terco de tu padre —soltó una pequeña carcajada—. Eres su vivo retrato hijo, me lo recuerdas tanto.

—Mamá, el señor Henrique fue quien mató a mi papá, lo gravé todo en mi celular, él me lo dijo antes de dispararme. Ahora la policía tiene el audio y eso ayudará en el proceso, pagará muy caro el haber matado a mi padre —dijo Josef.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.