Ella era fea

Capítulo 77: Decisiones

En aquel momento entró al patio Mateo comiendo un pan con una caja de yogurt:

—¿Por qué mejor no van al cuarto? Tu hermanito no puede ver ese tipo de cosas —dijo, le dio un mordisco a su pan.   

 

—No pienso dejar de tener sexo hasta que una planta crezca —le dijo Gera a la psicóloga cuando estaba en el consultorio.

—No debes hacerlo, todos los tratamientos para este tipo de situaciones son diferentes —explicó la psicóloga.

—Tampoco voy a contarle a mis padres, puedo resolver mis problemas por mí misma, además, tengo dos meses sin consumir alguna droga, gracias a eso perdí dos kilos, menos mal, pensaba que me estaba engordando —soltó la carcajada—, solo vine aquí porque mañana es mi graduación y en mi salón de clase hay un grupo que consume drogas, entonces… Por más que me llamen aburrida no pienso ir a esa fiesta, sé que consumiré alcohol y después me voy a drogar.

—Si sientes que ir a esa fiesta te va a causar una recaída en tu tratamiento lo más recomendable es que no lo hagas. Eres una chica muy fuerte, admiro tu valentía y aunque lo mejor en estos casos es que tus padres estén al tanto de todo si no quieres hacerlo lo entiendo. Todo este tiempo lo has manejado por ti misma.

—Mi hermano gemelo está al tanto de todo y me ayuda mucho, Tomás también lo hace. Creo que con ellos tengo suficiente, a mi familia la rodea una sociedad que se deja llevar mucho por las apariencias y no quiero que mis padres tengan problemas por mi culpa, han tenido suficientes con los que yo les he formado hasta ahora. Estoy segura que puedo salir de esto, en fin, fui yo quien me metí en este problema, no les causaré más daño a nadie.

—No te culpes de todo lo que te está pasando Geraldine.

—Gera —corrigió la muchacha.

—Bueno Gera, muchas veces necesitamos la ayuda de otras personas para poder salir adelante.

—Tengo a mi hermano y a Tomás, ellos son la ayuda suficiente, además, tengo todas las extremidades de mi cuerpo en perfecto estado, no necesito que me hable como si fuera inválida o enferma mental. Sé que cometí un grave error al consumir drogas, lo sé, pero soy lo suficientemente madura como para saber que fue un error que solo yo cometí. No me estoy castigando o tengo baja autoestima por ello, sé que soy rebelde, sé que soy malcriada y que me gusta tener sexo, porque sí, amo el sexo. Aunque también sé que mañana me voy a graduar y tengo que entrar a la universidad y administrar la editorial de mis padres y por eso debo empezar a ajuiciarme. Tengo muchas responsabilidades por asumir, por eso debo ser fuerte. Así que no, no voy a consumir más drogas, lo dije desde hace meses atrás y no, no las he consumido; pero tengo una adicción a ellas que estoy superando, lo tengo muy claro, pero mis padres no sabrán de esto y tampoco necesito más ayuda, las personas tienen tantos problemas como yo como para que sea tan floja y ponga los míos sobre los hombros de mis hermanos, mis padres o mis amigos. Aunque usted crea que es algo que no es correcto yo lo pienso así, lo único que haré es preocuparlos, porque ellos no pueden ayudarme de verdad, si necesito un hombro donde llorar lo buscaré, pero no meteré a más personas en mis asuntos personales. Además, creo que esto de la sesión con un psicólogo no me ayuda para nada, sé que soy tan terca como para no poder quitar los ideales con los que mis padres me educaron por un “tranquila, yo te escucho”, me parece que eso es solo lástima, el mundo de verdad es cruel y hay que aprender a ser tan fuerte como se pueda, unas palabras débiles que uno solo quiere escuchar no son la vida real —se levantó del sillón y salió de la oficina.

Afuera estaba Tomás esperando a que acabara la sesión.

—¿Y cómo estuvo? —le preguntó.

—Bueno…. Creo que estuvo bien —contestó—, aunque no creo que yo necesite esto.

—¿Estás segura?

—Sí… Creo que solo necesito correr un poco y tomarme un delicioso batido de mora —respondió. Lo tomó de una mano—, vamos a casa.

Alejandra quería pasar un tiempo con sus padres hasta que comenzara su carrera de literatura en la universidad, estudiaría en la misma junto a Josef, Mateo, Claudia y Tomás. Keidys partiría dos meses después, quiso atrasar su partida para poder estar al lado de Josef, estaba a mitad de su recuperación y quería compartir un tiempo a su lado.

—En fin, no me has contado de qué trata este libro, ¿cómo sabré si lo voy a publicar o no en la editorial de mis padres? —dijo Gera con un tono bastante aburrido.

—El libro se llama “la revolución de la fea”, trata sobre una joven que desde pequeña tuvo su vida bastante desordenada y no sabía arreglarse, un día conoce a un hombre mayor en la calle y decide seguirlo, en ese momento se da cuenta que trabaja en el restaurante de su padre, ella decide cambiar su físico para poder enamorarlo —explicó Alejandra.

—Me parece cliché —soltó Gera.

—De los clichés salen muy buenas historias. Además, la historia después se reparte en un grupo de amigos que viven en la misma casa ya que el mejor amigo del protagonista es vecino de ellos y son tan unidos que decidieron compartir la casa después de varios sucesos donde muere la madre de la muchacha y esta señora era muy amiga de la esposa del mejor amigo del padre de la protagonista.

—Alejandra no te estoy entendiendo nada. Está muy enredado lo que me explicas.




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