Ella es Helena

Silencio.

Un teatro abandonado es la mejor opción que conseguí hoy para poder pasar la noche. Un simple jean rasgado y una camiseta es lo que cubre mi cuerpo, el frío cala en mis huesos, la noche es oscura y silenciosa.

Silencio.

Eso es todo lo que escucho, eso es todo lo que me envuelve.

Me acerco a una de las butacas del viejo teatro junto a mi vieja valija de cuero, extiendo mi mano libre tocando así la sedosa tela que cubre el asiento. Es roja, como la sangre que brota por las venas. Decido retirarme lentamente de la butaca, la seda roja comparada con la sangre hace que un miedo atroz poco a poco me absorba.

Me deslizo lo más lejano posible de la butaca pero cuando estoy más lejos, un río de sangre está al frente de mis ojos, cientos de butacas rojas, litros de sangre.

Corro detrás del escenario, tratando de alejar mis pensamientos al máximo. En una esquina, me encuentro algunos vestidos, llenos de polvos pero completos y en buen estado. Tomo algunos, sé que me servirán en el futuro. Abro mi valija, saco algunas de mis pertenecías las cuales se tratan nada más de dos camisas y unas viejas fotografías, cojo una de ellas con cuidado y la observo a ella detalladamente.

Te extraño.

Mi susurro se lo lleva el viento y todo vuelve a estar como antes.

Todo está en silencio.

Introduzco nuevamente la fotografía en la valija, la acomodo junto a las otras en una esquina. Tomo los vestidos para empezar a doblarlos. Cada uno de ellos va dentro de la valija de cuero. Solo entraron cuatro pero es mejor a que no tener ninguno y no poder vestir de nuevo.

Cierro cuidadosamente la valija para luego tomarla y dirigirme a una de las esquinas del teatro, lejos de las butacas rojas. Coloco mi cabeza sobre la fría y dura superficie de la valija, cierro los ojos y trato de no pensar, quiero dejar mi mente en blanco.

Silencio.

El silencio me rodea, me da paz en mi alma oscura.

Me da libertad.

Suspiro, respiro, me transporto.

Pero cometo un terrible error. Vuelvo a pensar y todo vuelve a atacarme con agresividad.

Me levanto agitadamente, mientras sollozo sin parar.

¡Deja de torturarme!—grito a la oscuridad.

¿Cuándo parará todo esto? ¿Cuándo podré volver a hacer yo misma? ¿Cuándo los susurros se detendrán? ¿Cuándo podré volver ser libre? Y lo más importante ¿Cuándo tendré luz?

Mis mejillas están empapadas por las lágrimas que poco a poco se deslizan. No soy fuerte, no puedo serlo cuando el silencio me roda en este momento. No puedo tener luz, si la oscuridad me absorbe. No pudo ser libre, cuando tengo que encontrar cada noche un lugar donde dormir para no morir de frío. Los susurros no se detendrán porque su alma se está vengando. No puedo ser yo misma, si todos esos susurros me controlan.

Esto no puede parar, porque tengo una deuda que pagar.

Las pesadillas me atacan pero yo me gané esto. Estoy pagando mi deuda de una manera terrible pero yo acabe con su vida de la misma manera. Ella no está aquí por mi culpa. Yo la destroce.

Los susurros vuelven con fuerza haciendo que mi cabeza duela como si estuviera siendo martillada por varias personas. Los sollozos se vuelven más sonoros, las lágrimas no solo se deslizan por mis mejillas sino también por mi cuello.

¡Sangre! ¡Muerte! ¡Traición! ¡Tortura! Gritan en mi cabeza.

No pudo más, pero debo ser fuerte porque debo pagar mi deuda, sacudo rápidamente mi cabeza y me levanto lentamente del suelo, tomo mi valija decido marcharme.

Debo dejar la sangre y el silencio atrás.



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En el texto hay: misterio, dioses, romance

Editado: 06.05.2018

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