Navego por las aguas calmas de mi mente, donde las imágenes del pasado se entrelazan como destellos de un recuerdo eterno. La luz del atardecer pinta con tonos cálidos la escena de un amor que se aferra a la memoria. Entre los pliegues de esos recuerdos, se dibuja la figura de aquel lago, testigo mudo de una promesa que se selló en sus orillas.
Imágenes danzan como sombras en la penumbra de mis pensamientos, revelando amores que fueron efímeros, como destellos de estrellas fugaces que iluminaron brevemente el cielo de mi existencia. Pero ninguno de esos amores plantó raíces en mi ser, ninguno perduró como la promesa que sellamos frente al lago sereno.
Las aguas del recuerdo fluyen, y en un rincón de mi mente, surge la escena del pasado: el crepúsculo pintando de tonos dorados el horizonte, el suave murmullo del viento, y nosotros, perdidos en la promesa de un amor eterno. Un secreto se esconde entre los reflejos del lago y las sombras de aquel momento, un misterio que solo el tiempo ha logrado ocultar entre las páginas del recuerdo.
Mientras navego por las imágenes de amores que van y vienen, surge una certeza inmutable: la promesa que dimos aquel día frente al lago perdura en la esencia misma de mi ser. Un susurro de complicidad entre las palabras dichas en aquel instante secreto se mezcla con el suave murmullo del viento en mis pensamientos, dejando que el lector descubra, al igual que yo, un enigma sutil en la trama de nuestro amor.
En esta travesía por la mente, las imágenes se desvanecen como el crepúsculo ante la llegada de la noche, pero la promesa resplandece como una estrella guía en el vasto cielo de los recuerdos. Y así, entre las sombras y los destellos de un pasado que se despliega como un cuadro en movimiento, mi mente navega, descubriendo secretos que solo el tiempo y la complicidad del lago sereno guardan celosamente.
En el silencio del recuerdo,
un poema de dolor se entrelaza,
Entre sombras danzantes,
se revela la herida que abraza.
Amores fugaces,
como estrellas que se desvanecen,
Dejan en mi alma el eco de sus adioses,
que estremecen.
En el lago de mis pensamientos,
se refleja la promesa perdida,
Un secreto susurro en el viento,
una verdad aún escondida.
El amor eterno,
una llama que arde con dolor,
Se consume en el crepúsculo,
dejando un eco de pavor.
En la trama de mis días,
el amor es un sendero esquivo,
Como un río que fluye,
pero su cauce se desvía y esquivo.
El corazón,
en su danza con la melancolía,
Resuena con un poema de dolor,
en esta noche fría.
Las lágrimas del ayer,
en el lienzo de mi piel,
Son versos amargos que el alma no revela.
En cada latido, en cada suspiro, se entona,
Un poema de dolor en el amor,
que el tiempo desconsuela.
Así,
entre los susurros del viento y el reflejo del lago sereno,
Resuena el eco de un amor que fue,
pero ya no es pleno.
En el poema del dolor,
mi corazón se sumerge,
Entre las olas del pasado,
donde el amor se pierde.