Adrik
Observo desde el auto la casa de mi madre, pero no me atrevo a bajar de este, solo quiero verla, llevo años lejos culpándome de todo lo sucedido y ahora estoy de regreso, sé que ellos me odian y de cierta forma yo también lo hago y me culpo de lo que le pasó a papá, tuve que irme de la ciudad porque no soportaba más un segundo aquí, pero ahora estoy de vuelta, sé que no lo entenderán, quizás mamá si lo haga, pero ahora mismo no puedo bajar de mi auto y verla, aprieto fuerte el volante cuando la veo salir de la casa, mis ojos se llenan de lágrimas mirándola, está hermosa igual que antes aunque parece algo cansada, su cabeza se levanta y sus ojos quedan fijos en mi auto, da un paso hacia adelante y rápido arranco el auto saliendo a toda velocidad, espero que no me haya visto, eso pienso mientras conduzco hacia mi otro destino.
—Llegas temprano —menciona Steven cuando me siento a la mesa, sonrío
—Tienes pocos minutos, tengo en breve una cita con tu padre —él hace una mueca con sus labios
—¿Sabes entonces lo que tienes que hacer amigo mío? —me sonríe
—Lo sé Steven, lo sé
—No me falles
—No lo haré —dejo claro mirando sus ojos, mi familia piensa que la suya le hizo mal, pero no fue así y yo sé la verdad, con la ayuda de Steven encontré a quienes habían dañado y quitado todo a mis padres, pero fue tarde cuando quise decirles, mi padre se quitó la vida pensando que su hijo trabajaba con las personas que tanto odiaba, no pude contarles la verdad, ellos viven una mentira cuando lo cierto es que le debo mucho a los Bloyd, demasiado.
—Acabas de llegar a la ciudad luego de años fuera —él bebe un poco de su café —¿cuándo nos tomaremos algo con más calma? —sonrío mirando sus ojos
—Otro día amigo mío, tengo demasiadas cosas que hacer —me pongo de pie —pero estaremos en contacto —Steven asiente y me alejo de él, desde niños nos conocemos, íbamos juntos a la escuela, yo era el chico introvertido que siempre andaba con la cabeza baja, él era el chico malo que no dejaba que me trataran mal, nuestra amistad pudo romperse por las mentiras, pero nunca creí en eso, Steven y su padre no son santos, pero me tomé la molestia de investigar, ellos han hecho mucho mal, pero nunca a mi familia y justo en ese momento fue que decidí no ser más ese chico callado, quería algo distinto, un poco de poder y dinero, Steven me ayudó a conseguir todo eso.
Miro el enorme edificio frente a mí y me quito mis gafas de sol, tendré que verla, luego de años lejos aún me pongo nervioso por su existencia, sonrío como tonto intentando calmar los latidos de un corazón desesperado, debo calmarme, solo seré su guardaespaldas y nada más o al menos eso debo pensar por el momento, camino hacia el edificio y entro en este yendo directo al ascensor que me llevará a la oficina del señor Bloyd, entro a él mirando como las puertas comienzan a cerrarse hasta que una chica se acerca corriendo
—Espere, ¡espere! —grita con desespero y detengo las puertas, ella entra dando un suspiro y me es imposible quitar mis ojos de ella, tantos años y ahora está a mi lado —gracias —me mira por breves segundos con su hermosa sonrisa en sus labios, es claro que no me reconoce, además de que antes era prácticamente invisible para ella, la cual mira su reloj y parece desesperada porque el ascensor termine de subir las plantas que le quedan, cuando este al fin se detiene ella es la primera en salir y la sigo con paso lento admirando su hermoso y perfecto cuerpo.
—¿Una niñera? —grita a su padre cuando entra en su oficina, simplemente me quedo en la puerta que ha quedado entreabierta —¿es en serio papá? —¿A quién llama niñera?
—Estamos en peligro hija y quiero que estés bien
—No me hagas reír —ella suelta una carcajada —solo quieres vigilarme, no confías en mí —mi ceño se frunce, no conozco muy bien la historia, a Steven no le gusta hablar mucho de su familia, menos de su hermana menor.
—Ashly es por seguridad
—No necesito una niñera papá —es claro que habla de mí —y menos a un traidor como Adrik Weller que trabaja para los que le quitaron todo a su familia —aprieto mis puños
—No conoces la historia hija
—No es capaz de ser fiel a su apellido imagina al nuestro —termino de entrar sin querer escuchar más sabiendo ya lo que ella piensa de mí, lo mismo que mi propia familia opina, Jean me mira y entonces ella rápido voltea, sus ojos negros se posan confundidos sobre mí.
—Los dejaré solos para que se pongan al día —su padre va hacia ella —si quieres entrar a la familia de nuevo debes aceptar mis reglas hija —es lo que dice y luego pasa por mi lado, da una palmada a mi hombro y sale de su oficina dejándome solo con la chica de cabello negro que he adorado en silencio desde que soy un maldito crío.
—Tú
—Soy la niñera —interrumpo sus palabras sin dejar de mirarla a los ojos y doy un paso hacia ella —aunque yo prefiero llamarme guardaespaldas —sonrío —pero la entiendo, se ve a sí misma como a una niña malcriada, normal que me vea a mí como su niñera —una de sus perfectas cejas se alza
—No pareces el niño esquelético que conocía —suelta con desprecio mientras sus ojos recorren mi cuerpo, era normal que no me iba a reconocer, no soy para nada el de antes
—¿Es tu forma de decir que estoy bueno? —ella ríe
—Acabaste con el gimnasio —murmura ladeando su rostro —antes eras más delgado —da un paso hacia mí —más débil y más inseguro —sonríe —no te pareces al Adrik que conocí que ni siquiera era capaz de sostenerme la mirada —sonrío
—Ni tú te pareces a la niña gorda que recordaba —su sonrisa se borra de forma muy rápida
—No era gorda
—¿Ah no? —sobo mi barbilla —el espejo te mentía señorita Bloyd
—Imbécil —espeta caminando hacia la puerta
—¿Le dices imbécil a quien tiene tu vida en sus manos? —sus pasos se detienen —te protejo, tendré que salvar tu cuerpo muchas veces
—No te necesito —me mira sobre su hombro —y créame, durará menos en este trabajo que las bragas que traigo ahora en mi cuerpo —ella sale cerrando la puerta con mucha fuerza, claro, está enojada, sonrío mirando esta, no le queda más remedio que aguantarme, no me iré, tendrá que verme cada día de su vida como dice el contrato, estaré a su lado cada momento, dormiremos bajo el mismo techo y sabré hasta cuantas veces respira y se baña.