—¿Qué rayos acaba de pasar? Necesito escribir esto -saca mi laptop, escribo: “Día número 119. Los sueños de estos últimos días han sido más extraños. En el de hoy, Ella tiene más comunicación conmigo. No sé porque, pero creo que si ella es real necesita ayuda. Quiero encontrarla, he buscado en internet y lo que indica ahí es que nuestras vidas podrían estar conectadas. No lo veo muy probable, sin embargo, es una de todas mis opciones. He estado buscando en todas las redes sociales chicas que se parezcan a Ella, pero ninguna es como ella. Ella tiene cabello castaño, su cabello no es tan largo ni tan corto es perfecto para ella, sus ojos son de color miel. Se ven tan dulces, me quedaría mirándolos siempre, su cuerpo es lindo. Antes no sabía quién era, por eso me daba un poco de miedo, pero luego de hablar con ella sé que me gusta. Si tan solo fuera real y no parte de mi cabeza... bueno hasta aquí el reportaje de hoy”.
Al día siguiente:
—Hola, Diego. Vamos al parque a ver las estrellas, mira que es de noche.
—Si, pero... ¿podrías tomar mi mano?
—Je, je, estaba esperando a que dijeras eso —caminamos— Diego, tengo un deseo.
—¿Cuál es?
—Que ella sea- —se retuerce en el suelo.
—¿Ella? No, por favor. ¡No de nuevo! En serio... —empieza a llover y ella se desvanece— ... no, por favor, no...
—De nuevo no me pudiste ayudar, Diego.
¿De nuevo?
—Ay, de nuevo eso. Seguro es tarde. —agarro mi celular, miro la hora—. Sí, ya lo veía venir. Mejor hoy no corro.
—¡Diego! ¡¿A qué hora piensas bajar, ah?!¡Ya se hace tarde para el colegio!
¿Papá? —suspiro—. ¡Ya voy! ¡Enseguida bajo!
Empiezo a pensar, “¿Que hace el aquí? ¿No debería estar grabando algún comercial o ese tipo de tonterías que hace?
—¡Ya, Diego!
—Sí, sí, ya voy...
…
—Sube, rápido, vamos a llegar tarde.
—Pero, papá, casi siempre llego tarde. Una tardanza más no hace la diferencia, además puedes pagar y-
¡Diego! —golpea—. Cállate mejor sino quieres que te pegue. ¿Aunque sea estas consiente de lo que haces? Por todo lo que ocasionaste en el colegio estas ahora aquí conmigo.
—Papá, ¿por qué te detienes? El colegio no es aquí.
—Exacto, Diego, por eso te dije. Por todo lo que ocasionaste estás hoy conmigo aquí. Ahora saldrás del carro y estarás todo el tiempo tranquilo, no quiero ni una queja en este nuevo colegio.
—Papá, antes de salir... ¿te acabas de dar cuenta como es este lugar? No es de nuestro nivel.
—De qué mierda hablas, ¿ah? Todavía tienes el descaro de decir eso. Oye, Diego, te juro que, si te expulsan de aquí, te olvidarás de todos tus privilegios.
—Ok, lo que sea —bajo del carro.
—Buenos días. ¿Eres alumno nuevo?
—Eh... sí.
—Sí, buenos días, disculpe la demora.
—No se preocupe, por favor, acompáñeme a la oficina del director, señor y...?
—Diego, el nombre de mi hijo es Diego.
—Bueno, Diego. Por favor, espera aquí mientras tu papá va llenar tu ficha de inscripción.
—Sí, no se preocupe —sonrío— Claro, que ha Diego le parta un rayo. Siempre me dejan sentado en una estúpida banca... —pienso.
Murmuran: —¿Él no es el hijo del actor favorito de tu mamá? —Sí... No hables en voz alta nos va escuchar. —¿Su padre estará aquí? —Eso no importa, el chico es bien guapo, ¿no? —Como no, si es hijo de ese actor.
Y en la multitud fue cuando inconscientemente escuché su voz.
—¡Buenos días! Ayer se me olvidó unos apuntes aquí. ¿Sabe dónde puedo encontrarlos?
—Ay, que aburrido es estar aquí sentado. —me decía— ¿Cuánto tiempo ha pasado? Creo que vi un reloj en la entrada —me levanto, chocamos.
—¡Auch! —se agarra la nariz— Hola, ¿podrías darme permiso? Por favor.
Era Ella. Era idéntica.
“Ahora, ¿qué le digo? Es tan hermosa...”, pensé.
—¡Hola, amigo! Bien... mejor me voy.
—Ah, Hola. —volví a la tierra.
—Chico, ya se fue.
—Oh, je, je bueno... ¿y dónde está mi salón?
En el salón:
—Muy buenos días, chicos. Tenemos un alumno nuevo, por favor, pasa y preséntate.
—Bueno días, soy Diego y ya. —trato de buscarla.
“Ay, que lindo, su padre es actor.” “Es hermoso...”, “Desde ahora es mi crush”. “Es mío.” “Si, si, está bien lindo parece un ángel”. Empiezan a murmurar.
Me mira.
—Ok, chicos comenzaremos la clase. Siéntate al lado de Amina —señala.
—P-Pero, profesora, mi compañero de asiento es Álvaro.
—¡Si! Entonces dile que no falte. Desde ahora te sentarás con Diego. Ahora si comencemos la clase...
—Hola, creo no nos presentamos bien- —sonrío nervioso.
—No me importa ser tu amiga, sólo siéntate y quédate callado que tu voz me molesta.
—¿Ella? —desvía la mirada.
Luego de 5 minutos:
—Ell-, digo, compañera, ¿tendrás borrador para que me prestes?
—¿Ah? ¿Me hablas a mí? Está bien, toma.
—Ja, ja, ja muchas gracias. —lo agarro— Me presto su borrador, ¿eso significa que ahora somos amigos? —pasa por mi cabeza — ¿Y cómo te llamas?
—Soy... Amina —me mira extraño.
Nunca me había emocionado tanto por hablar con una chica. Ella estaba tan cerca de mí que podía sentir como respiraba, cada movimiento que hacía, como movía su pierna, como jugaba con su lapicero. Como me miraba de reojo.
Ese día fue genial, era la primera vez que me sentía nervioso por algo. Luego de nuestra primera clase ella se fue al patio, no regreso hasta la cuarta clase.
—Bueno, nos vemos.
—Ah... claro.
Luego vi como subió las escaleras y entró a un aula, creo que es su club. Estoy pensando en entrar.
Al día siguiente:
—Hola, buenos días —tomo asiento.
—Ah, hola... —suspira. Me pregunté, ¿estoy siendo molesto?