En el receso:
—El-, digo, ¡Amina!
—Ah, eres tú. ¿Qué quieres?
—Solo quería preguntarte si podemos comer juntos. Mira traje bebidas —sonrío, le muestro las bebidas moviéndolas.
—¡No! ¡Claro que no! ¡Aléjate de mí! —se para y se va.
—Pero, El- Amina, ¿qué hice mal?
—No le hagas caso, solo esta así porque Álvaro la trata mal. No te preocupes, ya se le va pasar.
—¿Quién eres tú?
Que rara y genial a la vez.
—Nadie importante, pero nos veremos más seguido desde ahora. Bueno, ya me tengo que ir y cuídate de esas chicas raras del salón —se va.
—¡¿De qué chicas hablas-?!
—Hola, je, je. —me da un beso en el cachete—. ¿Cómo has estado? ¿Quieres compartir conmigo tu almuerzo conmigo? ¿Me puedo sentar aquí contigo?
—Ah, hola. —sonrío incómodamente—. Sí, claro. Siéntate y ¿lo quieres? —le muestro las bebidas.
Esa chica asiente.
—Pues... toma. —se los entrego—. Igual no me lo iba a tomar.
—Sí, me di cuenta. Sabes, no es que me quiera meter en tus problemas, pero no te juntes con esa chica del salón. ¿Cómo se llamaba? La que se sienta a tu lado...
—El-. ¿Amina?
—Exacto ella. No te recomiendo que te juntes con ella, tiene su pasado y un buen historial. Si te sigues juntando con ella, todos van a pensar que eres de la mala calaña. No es por ser mala, pero es la verdad.
—Lo tomaré en cuenta...
—Sí, también, ¿no has visto con el chico que se junta? El tal Álvaro es un pandillero, no, no, no te recomiendo que te juntes con ese grupo, además se ve que tú eres tranquilo. —sonríe—. Ya sabes tú... y tu dinero no pueden caer en las manos equivocadas, je, je —se acerca, me alejo.
—Sí.. tienes razón, hay personas que se quieren aprovechar de mí por mi dinero.
Me mira fijamente, se acerca.
—Pero no creas que yo me quiero aprovechar de ti, solo te estoy... —se acerca más— … sabes tal vez... —pasa su dedo por mi pecho— …. si tú... y yo...
Vi que ella venia, inmediatamente la empuje y la miré bajando la mirada.
—No es lo que crees.
Solo sonrió con una risa girando sus ojos.
—¡No! —empujo a la chica—. Espera, El-. ¡¡Amina!! — le agarro el brazo.
—¡¿Qué?! —tira el brazo—. Suéltame, idiota.
—Por favor, escúchame. Ella se acercó a mí.
—¡¿Y eso qué?! Solo pasaba por ahí, no te pedí ninguna explicación. Así que adiós.
—Pero yo si te quiero dar una explicación para que no quedemos mal.
—¿Quedemos mal? Ni siquiera somos amigos. Nos conocemos dos días.
—Por favor, solo-
Me agarra del pecho.
—¿Acaso no has escuchado, tarado? ¡Te dijo que la dejes!
—¿Y? —quito su mano.
—¿Cómo que "y"? Oye, imbécil. Tú no sabes quién soy, ¿no?
—Ja, mira —agarro el brazo de Amina, lo jalo hacia mí y la pongo contra mi pecho.
—¡Oh, oye, suéltame!
—¡Te dijo que la sueltes!
—Ni se te ocurra acercarte o si no la abrazo más y más fuerte.
—¡Oye! ¡Por qué no me sueltas, idiota!
Alza la mano, la baja. Me pareció extraño.
—Haz lo que quieras —dijo desviando la mirada.
—Álvaro...
—No digas nada, Amina. Solo... luego nos vemos, cuando soluciones tus problemas —se va.
—Ya, ¡suéltame! Lo lograste.
—Yo...
No puedo creer que me haya peleado con un bravucón, je, je, aún siento la adrenalina.
—¡Oye! ¡Ya, suéltame!
La solté delicadamente.
—Bueno, tanto que lo pides.
—Tú, ¡idiota! ¡Te odio! —se va corriendo.
—Si seguro, pero algún día te gustaré y seremos felices por siempre. —camino diciéndolo en voz baja—. Luego tendremos un perrito y dos hijitos y ah...
En clase:
—Oye, Ella, digo, Amina.
—¿Uh?
—Amina.
—¡¿Qué?! Te estoy diciendo "uh", "uh". ¡Ya, dime que quieres!
—Solo quiero que me prestes un lápiz, es que el mío ya se acabó.
—¡¿Cómo que se te acabó?! ¡Si recién acabas de ingresar al colegio, este es tu segundo día!
—¡Señorita Amina! A la oficina del director.
—¡¿Qué?! Pero... ¿por qué?
—Creo que deberías dejar de gritar —risa.
—¡Ay! ¡¿Yo, gritando?! ¡¡¿Cómo que gritando?!!
—Señorita Amina, ahora sí, ¡se me va!
Aunque hubo una pelea, fue divertido ver cómo es ella. Es tan dulce...
En la calle:
Ya cuando terminaron las clases, ella salió y estaba sola mirando sus zapatillas que tenía sus pasadores sueltos. Era tan tierno y lindo a la vez.
—¡Hola, El- Amina! ¿Vas para allá? —ella se asustó cuando la saludé fue tan gracioso.
—¡Ay! ¡Eres tú! ¿Ahora qué quieres? ¿No te basta con que me llevaron a la oficina del director que ahora vienes a molestarme en la salida?
—Eres muy... tierna.
—Oye, entiende. ¡No me caes porque eres muy tú! —corre hacia el chico de la pelea—. ¡Oye, Álvaro!
—Algún día... algún día te enamorarás de mí como yo lo estoy de ti.
Pero primero tengo que sacar a ese tal Álvaro de mi camino.