¡Dios santo! Ahora puedo respirar tranquilo. Verte escondida entre los arbustos o mejor dicho peleando con ellos por enredarse en la tela de tu vestido, me ha hecho muy feliz. Fue imposible no reír con tus expresiones de disgusto y mucho menos la de vergüenza al quedar casi desnuda en medio de mi jardín.
Yo todo por tu manía de acosarme .
Debo decirte que ya no es necesario.
Puedes tocar libremente mi puerta y con suma felicidad la abriré para ti.
No sabes lo que sentí al verte allí, saber que estás bien y que todos estos días ausentes a tu acoso, no representaron un problema...