Jasón
–señor ya está listo el contrato, solo hace falta su firma– informo el asistente de Jasón.
–dejalo ahí, en un momento lo reviso– mencionó este sin quitar la vista de los informes que tenía en la mano.
Cansado, depósito los papeles en su escritorio y levantó la vista al techo de su oficina llevando su mano a la cabeza masajeando. Pues está le había comenzado a doler de tanto trabajo que había tenido últimamente.
Al abrir los ojos decidió levantarse y acercarse a la ventana que se encontraba a lado derecho de su escritorio.
Por esta se podía ver perfectamente la terraza que se encontraba en el segundo piso y a la cual le había puesto su toque personal. Pues era un gran arquitecto y su edificio era su más grande orgullo, cada rincón de este estaba cuidadosamente pensado.
Decidió salir a tomar aire para despejar su mente, pues su cabeza no había dejado de doler. Al lado del gran ventanal se encontraba una puerta con escaleras hacia la terraza para su uso exclusivo, así no lo molestaban en su trayecto.
Al terminar de bajar las escaleras abrió la puerta que daba directamente a una pared repleta con plantas de bambú, frente a esta cuatro sofás individuales y más allá, tres grandes sofás pedidos específicamente para grandes grupos de personas, pues la terraza podía ser usada por cualquier trabajador.
Pero al saber que la oficina de su jefe tenía vista directa, pocos se atrevían a usarla cuando el se encontraba. Y eso era perfecto en momentos como esté, dónde no deseaba ver o escuchar cualquier cosa que agravara su molestia.
Mientras tomaba asiento en el sofá más cercano recordó con molestia que el día de hoy sería más largo delo que le gustaría, pues a la noche tenía que asistir a una reunión con un posible socio.
–solo espero que valga la pena –murmuro echando para atrás la cabeza y cerrando los ojos.
–señor Colmán?– escucho la voz de mi asistente.
–que quieres Henry?– le pregunto aún con los ojos cerrados.
–la señora Morgan volvió a hacer cambió a los planos.
Y más problemas. A este ritmo voy a envejecer a mis tiernos veintiséis.
Me levanto sin decir una palabra y me dirijo a la salida de la terraza con Henry siguiendo mis pasos, voy en dirección a mi oficina a tratar de resolver (por cuarta vez) los cambios de la señora Morgan.
Me llevó toda la tarde hacer los cambios que la señora Morgan estaba solicitando. Estamos en la etapa de planificación, lo que nos permite realizar algunos cambios y el hecho de que nadie de mi equipo quiera seguir trabajar en esto, me deja a mi con todo el peso de hacerlo y entregarlo a tiempo para cuándo comience la construcción.
Veo el reloj que se encuentra en mi muñeca, y me marca que ya son pasadas las ocho, por lo que me pongo de pié y me dirijo al otro lado de mi oficina dónde se encuentra un sillón en forma de L y frente a este, al otro lado, un mini bar. Yo me dirijo entre medio de estos a una pared con diseño de madera que esconde otra puerta.
Tras la puerta se encuentra una habitación moderna con cama, armario y un baño completo. Para esas noches cuando el trabajo me supera y no puedo regresar a casa.
Me dirijo al baño y después de despojarme de toda la ropa me adentro a la ducha, al salir tomo una toalla que amarró a mi cintura y poniendo un pie en el azulejo frío del piso, camino hacia la puerta que dejó atrás para buscar en el armario un traje para está noche.
Me decido por uno de tres piezas color gris con camisa blanca y corbata azul oscuro que resalte mis ojos. Peino mi cabello hacia atrás y aplicó un poco de perfume para después calsarme los zapatos igual en color azul.
Ya listo salgo de la habitación y en mi despacho se encuentra Henry sentado en el sofá.
– ya está todo listo, mándalo y asegúrate de que la señora Morgan no quiera hacer más cambios– digo pasando frente a él.
–de acuerdo, lo intentaré – debería enojarme por decir que solo “lo intentaria” pero la señora Morgan es la clienta más difícil con la que he trabajado. Y al ser alguien importante no puedo solo decirle que no trabajaría más con ella.
–bien, me voy – digo para salir de mi oficina y tomar el ascensor.
En la primera planta ya no se encuentra nadie pues la hora de salida es a las ocho a menos que tengan trabajo pendiente.
En la entrada de encuentra mi auto (un lamborghini huracan en color blanco) amo a este auto, pues me tomó años poder conseguirlo y a veces creo que lo cuido más que a mi mismo.Me adentro a el y manejo en dirección al lugar dónde me encontraré con este posible socio.
En el lugar simplemente entro pues ya no hay demasiadas personas y las que todavía se encuentran no me prestan la más mínima atención pues se encuentran tratando de impresionarse unos a otros.
En mi camino me encuentro al señor Prescott, el posible socio. Su empresa es de las más importantes distribuidoras de materiales de construcción, lo que me facilitaría el trabajó si se volviera mi socio.
–señor Colmán – me saluda con voz neutra y un pequeño asentamiento de cabeza.
–señor Prescott –respondo en el mismo tono. Pero por dentro me estoy muriendo de los nervios pues esta cena es muy importante para mí, marcara un antes y un después en mi empresa.
–adelante –me hace una señal para que camine a su lado, yo lo sigo hasta detenernos frente a una puerta dónde creo hablaremos y después será la cena.
Dentro de encuentra una habitación iluminada y una mesa oscura de roble con unas cinco sillas. El señor Prescott toma asiento en la que se encuentra al centro y yo tomo asiento en la que está a su lado izquierdo esperando que el tome la palabra primero.
–de acuerdo– dice y yo no entiendo lo que dijo, o quizás por estar nervioso no puse atención y me perdí de algo importante.
–¿Disculpe? – creo que noto mi mirada confundida porque lo vuelve a repetir.
– Estoy de acuerdo con los detalles que mencionó anteriormente– dice y respiro realmente aliviado – Pero... – allá va todo mi alivio – solo lo aceptaré si le da un lugar a mi hija en su empresa– pero que rayos está diciendo.