Ella no se puede enterar

Parte única

Espero que me llames para algo importante, lástima que no esté disponible para contestarte. —Al escuchar la voz pregrabada, frunció levemente el entrecejo y suspiró—. Sí me dejas un mensaje, tal vez te lo conteste luego.

Tal vez, grabó el muy bastardo. —masculló tratando de no hinchar el pecho—. Es urgente, ¿puedes contestar el teléfono? ¡Aunque sea una vez!, Félix —Le dejó por séptima vez un mensaje de voz al escuchar de nuevo la contestadora ese día.

Al finalizar, tiró el celular sobre su cama (tratando de no hacerlo con mucha fuerza, ya que la última vez tuvo que cambiarle la pantalla) mientras se llevaba su cigarrillo electrónico a la boca.

Se supone que lo había dejado por los efectos colaterales que podrían ocasionarle según los artículos médicos que le había obligado su madre a leer, no obstante, la ansiedad de no saber con exactitud qué fue lo que ocurrió hace dos días, lo carcomía.

Que no le respondiera las llamadas le ponían aún más los nervios de punta.

Hace más de un día que no lograba localizar al hermano de su novia; hace más de un día que no lograba sacarse de la cabeza algunas imágenes borrosas de lo que se supone que ocurrió esa noche.

Era algo que le costaba asimilar sin importar cuánto lo pensará y lo repensará. Habían bebido tanto en aquella discoteca que era suficiente para no recordar ni sus nombres.

«Ojalá una botella de Brugal hubiera borrado estás marcas también», pensó Andrés, mientras miraba su reflejo con el torso desnudo en el espejo.

Un par de moretones en el cuello lo habían obligado a utilizar Jersey's de cuello de tortuga a pesar del calor infernal, ya que, por más que buscó entre el maquillaje de su mamá, no encontró un tono que iguale el suyo.

Sabía que ambos se habían salido de control, pero lo que no sabía con exactitud era cuánto.

Ni siquiera quería imaginarse lo que pensaría su novia al respecto.

«¿Con una chica o con su hermano? ¿Es en serio, Andrés? ¿Te tanteas la posibilidad acaso?»

Buscó una playera, aunque dejara a la vista su cuello, se la colocó y se encaminó hacia la casa de su novia.

Si no se dignaba a contestar, debía tomar cartas en el asunto.

Andrés era todo, pero menos cobarde. Al contrario de Félix, que sí podía, huía al otro lado del mundo.

...

Se apoyó de la pared mientras que esperaba que su novia le abriera la puerta.

Pero en vez de ver la cara de la susodicha, se encontró con el rostro de su suegro.

—Andrés, hola. —saludo el señor, con una media sonrisa. Le agradaba para su hija, el chico más sano de la cuadra, ¿lo mejor? No tenía vicios, pensaba—. ¿Qué te trae por aquí? Fabiola no está, tiene algunas clases en la estatal hoy.

Cerró con fuerza los ojos al darse cuenta de que lo olvidó, no podría usarla como excusa.

—Se me olvidó, señor Thiago.

Se rascó la cabeza en gesto de incomodidad.

—No te preocupes, ¿Y que hablamos de las formalidades, An?

—Qué no son necesarias.

—Exacto —le dio una palmadita en el hombro como recompensa—. Pasa, puedes esperarla en su habitación.

Asintió sin protestar demasiado, al menos no estaba estropeado intentar hablar con el escurridizo de Félix.

—Espera —interrumpió al muchacho cuando comenzó a subir las escaleras, al notar algunos moretones en su cuello. Este detuvo el paso de inmediato—. Andrés, ¿mi hija te hizo eso?

Tragó en seco, sintiendo cómo su garganta se cerraba momentáneamente. El ambiente se volvió opresivo y su corazón comenzó a latir desbocado en su pecho. Cada respiración se volvió más difícil mientras el sudor frío empezaba a brotar en sus manos, empapando sus palmas con una sensación pegajosa.

«¿Y ahora cómo salgo de esta? ¿Le digo la verdad o le miento? ¿Qué tal vez fue el melli de su hija?», pensó Andrés.

Intentó controlar su nerviosismo, pero sus dedos temblaban involuntariamente. Se llevó las manos en los bolsillos, intentando que el señor no lo notara.

—No puedo creerlo, esa niña —prosiguió agregando, sin dejar de mirarlo.

Aunque ya no lo escuchaba, cada latido de su pulso resonaba en sus oídos.

—Mejor olvídalo. Prefiero no saberlo.

Al final no fue una buena idea dejarlo a simple vista.

Cuando su respiración volvió a la normalidad, asintió como pudo. No lograba comprender por qué le dio tanto pánico responder esa simple pregunta.

Con un "Sí" o un "No", habría bastado, solo que, con reacciones distintas entre sí.

—Aquí te dejo de acompañar, An. Tengo trabajo que hacer —se despidió cuando llegaron al final de las escaleras y este volvió a bajar, dejándolo a unos centímetros de la habitación de su hija.

En el momento que desapareció del campo de visión de Andrés, este en vez de dirigirse a la habitación que había estado en múltiples ocasiones, fijó curso en la única que nunca se había atrevido a visitar.

Sin tomarse la molestia de tocar, Andrés se adentró rápidamente en el lugar, envuelto por un sentimiento de confusión y emoción por alguna extraña razón. La habitación parecía vibrar con una energía tensa y cargada, como si estuviera a punto de desencadenarse un enfrentamiento inevitable.

Y de pronto, ahí estaba sentado en la cama: su mayor dolor de cabeza de hace dos días. Félix, que estaba mirando su teléfono con mucho desinterés, levantó la vista y se encontró con la mirada de Andrés, quien lo observaba con enfado.

—¿Andrés? —contestó Félix, con un tono de perplejidad en su voz, lo cual era extraño—. ¿Qué te trae por acá, cuñado?

Andrés apretó los puños, conteniendo su ira mientras se acercaba lentamente a Félix.

—¿Qué me trae por acá? —respondió Andrés, sonriendo de forma forzada—. Encima te haces el gracioso.

Félix frunció el ceño, confundido por la actitud de Andrés.



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En el texto hay: boyxboy, romance, oneshot

Editado: 23.10.2023

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