“De todos los animales, el hombre es el único que es cruel. Él es el único que inflige dolor por el placer de hacerlo.” —Mark Twain
La noche empezaba a asomarse cuando ella ingresó a la casa, caminó hasta la cocina para servirse un vaso de zumo de naranja y luego subió a la habitación. Puso su bolso en la cama, arrastro la silla del escritorio y la coloco en el pasadizo que había en medio de la cama y la puerta que dirigía al baño.
Bajó rápidamente las escaleras, abrió varias puertas de la alacena hasta que hayo unos dulces para comer—ya que le había dado un poco de hambre— y nuevamente subió las escaleras. Entra al baño y coloca un paño en el retrete, camina hacia la cama para sacar un pequeño estuche de su mochila y lo coloca encima de esta.
Se dirige nuevamente al piso de abajo, se sienta en uno de los sillones de la sala a esperar.
Ella no aguantó estar sentada en la sala esperando, así que agarró la bolsa de tela negra y caminó fuera de casa, esperaba que los guardias no la vieran ya que no deseaba explicarles nada de porque estaba ahí a esas horas.
Caminó y caminó hasta llegar al lugar, que al final de cuentas se aprendió de memoria, se sentó en una banca para nuevamente esperar y sonrió en cuanto vio a la chica aproximarse.
— ¿Entrenando, cariño?—le preguntó cuándo la chica se detuvo, aunque seguía trotando, para tomar un poco de agua de la botella que traía.
—Sí, quiero mejorar mi tiempo—responde la chica sonriente.
Ella se ríe internamente porque la chica aún no se ha dado cuenta de quién era ella.
—Es como Abraham Lincoln dijo: «Hagas lo que hagas, hazlo bien». —La chica asiente y se alista para continuar corriendo—Por eso es que estoy aquí—murmura ella poniendo la mano en la boca de la chica y la arrastra a un lugar menos visible.
A pesar de que la chica pone resistencia, ella logra amarrar un pañuelo en su boca y ponerle la bolsa de tela negra en su cabeza. Así sin más nuevamente camina hacía la casa, entra por el patio trasero y sube las escaleras hasta llegar a la habitación.
Sienta a la chica en la silla, empieza a poner las esposas en sus manos y después continúa con sus pies para que quede atada a la silla sin poder escapar. Se quita el abrigo que llevaba puesto por el cual la chica no logró identificarla y se hizo a un lado para levantar el pequeño estuche que había dejado allí antes, no sin antes haberle quitado la bolsa a la chica de la cabeza.
La chica aturdida por lo acontecido empieza a parpadear para ubicarse y se relaja un poco a darse cuenta que está en su cuarto, pero al instante en que posa la vista en ella su corazón empieza a latir, de nuevo, frenéticamente y trata desesperadamente de gritar o de huir aunque todo es en vano.
Ella con una sonrisa maliciosa en su rostro abre el estuche, lo sitúa en las piernas de la chica, saca una aguja y le quita el capuchón, luego saca la jeringa para colocarle la aguja y ahora saca un pequeño frasco con un líquido en su interior el cual echa en la jeringa.
La chica abre sus ojos con sorpresa y de nuevo empieza a batallar para liberarse y fracasa en el intento, otra vez.
—Sabes, si fuera tú guardaría mis fuerzas para lo que viene— ella injerta en el brazo izquierdo de la chica la jeringa, esparciendo el líquido en su interior.
Eso la mantendrá calmada. Sí, le había ministrado una pequeña cantidad de droga. Estará consiente de lo que suceda a su alrededor, e inclusive podrá hablar pero estará un poco aturdida y así no podrá escapar.
—Espero que tú puedas brindar más respuestas de las que tú novio dijo. Ahora quitaré el paño de tu boca y espero que no empieces a gritar porque de lo contrario te asesinare— la chica asiente en respuesta y ella procede a desatar el pañuelo.
— ¿Por qué estás haciendo esto?—titubea la chica atolondrada.
—Eh, eh, Lucy. Aquí soy yo la que realiza las preguntas—niega con su dedo—Sabes deberías de cambiar el rumbo que utilizas cuando corres, siempre tienes la misma rutina y por eso para mí fue fácil encontrarte.
—Responderé a todo lo que desees saber, pero por favor no me mates. —Pidió Lucy delatando con su tono de voz sus emociones, miedo y angustia.
—Eso lo sabemos concorde pase el tiempo. Ahora Lucy, decime ¿por qué les has mentido a los detectives?
—No sé a qué te refieres, les he dicho la verdad—responde con un tono de voz inquietante.
—Lástima Lucy, pero eso no es correcto—chasquea la lengua y agarra sus Karambit para hacer dos heridas en sus brazos.
Lucy chilla de dolor— ¿Por qué dices que miento?
—Es que hubo un cambio de papeles radicales en mi vida y por eso he decidido que todos mienten. Así que debo descubrir la razón del por qué lo hacen y también una explicación de lo que cometieron días atrás.
—He dicho la verdad en que no sé quién fue la persona que propago que eras adoptada. También cuando dije que nosotros dos no teníamos que ver en lo que te sucedió, Agatha.
— ¡Claro que tienen que ver!—exclama levantando los brazos—Ocultan todo lo sucedido esa noche, protegen a los que lo hicieron. Solo eso ya los vuelve en cómplices y en los peores amigos que alguien pudiera tener.
Vuelve a provocar heridas en diferentes partes de los brazos de Lucy, quien chilla de dolor y llora.
— ¡Coño! El miedo nos vuelve débiles, nos vuelve estúpidos, pero eso no justifica que hayas matado a Sergio o que ahora me estés lastimando.
—Y tampoco es razón para cubrir a los verdaderos culpables—suelta las esposas y la agarra fuertemente, ubica uno de sus Karambit en el cuello de la chica —Si te mueves te clavo esto en el cuello, ¿entendido?—Lucy asiente y ambas se dirigen al baño.
Ubica las manos de Lucy atrás de su espalda y las ata, luego la sienta dentro de la bañera. Ella pone el paño, que había dejado allí antes, en la cabeza de la chica y abre el grifo dejando caer el agua directamente en la cabeza de la chica.
Editado: 11.09.2020