Ella no se suicidó

| Capítulo 15

“El asesinato es lo único que elimina al individuo que perjudica, de modo que la sociedad debe tomar el lugar de la víctima, y en su nombre exigir la expiación o el perdón.” — W.H. Auden.

 

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— Hola — saluda alguien que no logra reconocer.

— ¿Diosito eres vos? — pregunta la pequeña niña mirando al cielo con un tono triste y secando sus lágrimas.

— No — se ríe un niño saliendo detrás de los arbustos y caminando hasta sentarse a su lado en el muelle.

— ¿Quién eres tú?

— Me llamo Pablo Lanks, mucho gusto señorita —agarra la mano de la niña,  deja un beso en esta y la niña ríe, olvidando el hecho de que hace rato estaba llorando.

— ¿Por qué me dices señorita? Apenas tengo 8 años.

— Mamá siempre me dice que debo ser cortes y mis hermanos siempre saludan a sus amigas así — el pequeño alza sus hombros — ¿Qué haces aquí?

— Me ayuda a pensar, el lago es muy relajante.

— ¿Pensar? ¿Qué es eso?

— Es cuando tienes muchas cosas en mente y te tomas un tiempo para ponerlas en orden, bueno eso creo ya que mamá lo dice mucho, pero nunca me dice que significa.

— ¿Y en qué piensas?

— Una niña en la escuela jalo mis trenzas hoy y me dijo que era horrible, así que eso me puso triste.

— Por eso llorabas —  ella asiente — ¿lo dijo porque tu cabello es rojo?

— Sí, dice que soy una clase de monstruo solo por tener el cabello diferente a ella, pero en los libros que papá me lee nunca dice que los monstruos tienen el cabello rojo, además ellos son malos y yo no.

— No le hagas caso, debe de ser una niña tonta que envidia tu cabello.

— ¿Envidiar?

— Sí, mi mamá dice que significa cuando alguien desea algo que tienes. Tú cabello es muy bonito y te hace ver muy hermosa — el niño le sonríe mostrando sus dientes, la niña se le tiñen las mejillas y aun así le devuelve la sonrisa — También se te ha caído un diente, ¿Qué te trajo el ratón de los dientes?

— El ratón de los dientes no existe.

— Claro que existe.

— No — la niña mueve su cabellera de lado a lado — Es el hada de los dientes, eso mencionaron mis padres.

— Pero los míos mencionaron que era el ratón de los dientes, que raro, y ¿si tal vez es el ayudante del hada?

— Eso tendría sentido, ya que el hada no puede recorrer todo el mundo para recoger dientes — el niño mueve su cabeza en forma afirmativa — A mí me trajo una muñeca y ¿a ti?

— Dulces — el niño saca varios confites del bolsillo de su pequeño pantalón — ¿Quieres uno?

— Gracias — chilla la niña abriendo sus ojos y enseguida toma un dulce entre todos los que el niño tiene en su mano— ¿Por qué estás aquí?

— Estaba caminando, me perdí y termine aquí. No me has dicho tu nombre — la voltea a ver.

— Agatha. Agatha Dafoe.

— Lindo nombre, me gusta.

— Desde ahora seremos amigos para siempre, ¿sí?

— Trato hecho — responde el niño.

— Debemos jurarlo por el meñique — ella extiende su pequeño meñique y él la mira confusa.

— No lo voy a hacer, es tonto.

— Claro que no — exclama indignada — así es como cierras un trato que no debes romper.

— No es cierto, papá estrecha su mano cuando hace trato con alguien.

— Bueno, eso lo hacen los adultos y los niños deben de hacerlo con el meñique. Y si no quieres entonces me enojo — la niña se cruza de brazos y le da la espalda.

El pequeño niño rueda sus ojos, deberá de hacerlo ya que así la niña se pondrá feliz y no llorara de nuevo, nunca le ha gustado eso.

— Está bien, lo prometo por el meñique — extiende su dedo, automáticamente la niña se voltea y estrechan los dedos. 

Ambos niños se sonríen ampliamente y luego vuelven la vista al lago frente a ellos mientras mantienen una conversación de sus juguetes favoritos y de sus comidas favoritas, luego el niño acompaña a la pelirroja a la casa y vuelve a la suya.

Y así es como nace una amistad o tal vez algo más entre esos dos niños, quienes hacían de todo juntos, tenían el mismo escondite y algunos gustos similares.

 — ¿Quieres? — pregunta una ebria Margot arrastrando las palabras mientras me extiende una botella con alcohol.

— No, gracias — niego con indiferencia antes de caminar en dirección al patio trasero de la mansión de los Johnson en busca de aire.

Algunos padres, incluyendo los míos,  habían salido del pueblo durante el fin de semana para asistir a un evento de caridad en un lujoso hotel, así que Margot Johnson como buena adolescente había hecho una fiesta en su casa en la cual todo el mundo, metafóricamente hablando, asistió.

Y entre todas esas personas estaba Pablo, con sus nuevos amigos del equipo y otros chicos populares, no es que yo no lo sea, pero mi mejor amiga me había hecho entrar al equipo de porristas para, según ella, ser aún más popular de lo que ya era.

Pablo y yo nos volvimos inseparables, hasta que llego la adolescencia, los celos y las responsabilidades, provocando que debiéramos separarnos, cada vez que juega lo admiro y sigo deseando, en secreto, que todavía no consiga novia.

Debí de haberme quedado en casa a continuar la serie que estaba muy interesante o leyendo cualquier cosa como tenía planeado hacer todo el fin de semana mientras mis padres no estaban, pero no, Martina me convenció de venir porque haría bueno para nuestra reputación de populares y ¿dónde estaba ella ahora? No lo sé, solo que al rato de llegar me dejó sola.

Me abro paso entre el montón de pubertos hasta que al final llego afuera y puedo sentir el aire llegar a mis pulmones, adentro solo olía a cigarro y alcohol, y definitivamente no era fanática de eso.

Maldije por dentro al no traer abrigo, ahora debía aguantar frío, había escogido un lindo vestido azul con tirantes delgados, y un pequeño escote flojo. La prenda apenas me llegaba a la mitad de los muslos haciendo notar mis pálidas piernas, sumándole los tacones negros que me hacían ver un poco más alta de lo que ya era.



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En el texto hay: muertes, asesinos, detectives y policias

Editado: 11.09.2020

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