Ella Quería Volar

7

Hacía mucho tiempo que no le sonreían de esa manera. Pero no solamente era esa sonrisa que expresaba mucho más que agrado y felicidad, también fue la mirada de sus ojos lo que la cautivó. Sin embargo, y de acuerdo con sus primeras palabras, esa expresión parecía no deberse a que el borracho de la casa azul la hubiese reconocido.

–La mayoría de nuestros clientes son hombres, aunque también suelen visitarnos algunas mujeres, pero jamás había visto a una tan hermosa entrar a este almacén. Y discúlpame si sueno atrevido o inclusive anticuado, pero cuando algo fuera de lo común se presenta, sería un pecado no expresarlo con las primeras palabras que se te vengan a la mente.

–Gracias –dijo Valérie sonrojándose–, me imagino que los efectos del licor son cosa del pasado.

–¿A qué te refieres? Preguntó el apuesto joven con expresión de extrañeza.

–Lo supuse…, sabía que no te ibas a acordar de mí –dijo ella mostrando la mejor de sus sonrisas aunque en realidad se sentía algo decepcionada por la falta de memoria del encargado de la tienda.

–¿Nos conocemos? –dijo él dándole la vuelta al mostrador hasta quedar frente a ella.

–Bueno…, estuve aquí la semana pasada… –dijo ella tomando con su mano un pequeño modelo rojo de un jumbo 747 –y me llevé un avioncito exactamente igual a este.

–¿Y fui yo el que te atendió? –preguntó él con expresión de incredulidad.

–Claro que fuiste tú, nunca me olvido de los rostros que me llaman la atención, cosa que tú sí pareces hacer –dijo ella volviendo a poner el pequeño modelo en su sitio.

–No te creo, yo también me acordaría de ti…

–Es más –lo interrumpió ella–, me dijiste que ibas a cumplir los diez y ocho, y que ibas a salir el sábado en la noche a celebrar y a tomarte unos tragos –no acostumbraba a divertirse de esa manera, pero le pareció que no se podía dejar pasar la ocasión.

–Es verdad… –la expresión en él era de asombro–, y con todo lo que te conté, ¿no te invité a ir a celebrar conmigo?

–No, no lo hiciste, me dijiste que irías con tu novia –era la forma más fácil de averiguar si el muchacho estaba saliendo con alguien.

–Bueno…, para ese entonces estaba ella, pero la verdad es que ya no está.

Era una buena señal, parecía que el apuesto vendedor de modelos había quedado libre de cualquier atadura de tipo romántico.

–¿Sí ves? Por andar con la que no debías, te perdiste de haber salido conmigo –no podía creerse a sí misma: Jamás había sido una niña coqueta, siempre había pasado por ser excesivamente seria, pero todo parecía indicar que eso era parte del pasado, cuando tenía que madrugar cada mañana a lidiar con un grupo de compañeros inmaduros. Ahora era el presente, se trataba de su nueva vida, de trabajar en lo que pudiera conseguir y de empezar sus cursos de aviación, y por qué no, de llegar a tener una relación con alguien, de dar un beso por primera vez, de sentir un montón de cosas nuevas.

–¿Me podrías recordar tu nombre? –preguntó él, dejando ver que su mente no paraba de trabajar para encontrar alguna pista que lo llevara a recordar los detalles del supuesto momento en que la había conocido.

–El tuyo es Iván, y el mío es…

–Valérie –la interrumpió él con la sonrisa más grande que ella hubiese visto en su vida.

–¡Te acordaste! –dijo ella logrando exhibir una sonrisa casi tan grande como la de él.

–¿Crees que eres la única que puede bromear? Te digo que aquella noche estaba borracho pero no loco…, porque tendría que estar loco para olvidarme de la niña más linda que he visto en toda mi vida.

–Me pillaste…, la verdad es que es la primera vez que entro a esta tienda –sentía algo especial al darse cuenta de que el apuesto Iván, a pesar de su avanzado estado de embriaguez la noche de la fiesta de graduación, no se había olvidado de ella.

–Con la diferencia de que ya no llevas traje de fiesta, y que ahora llevas sandalias.

–Si te contara todo lo que me pasó esa noche… –dijo ella meneando la cabeza.

–Tienes que hacerlo… Al otro día, cuando me desperté, y en medio del fuerte dolor de cabeza que sentía, me acordé de ti, y no estaba seguro de si eras real o solo eras parte de un sueño. Recordaba una niña preciosa que por su lindo vestido y su falta de calzado parecía un ángel, una aparición. Y como no estaba seguro de nada, le pregunté a mi madre, y fue ella la que me confirmó que tú sí existías, que tú eras real.

–Me imagino que tu madre no habrá hablado muy bien de mí… –dijo ella con su tímida sonrisa.

–Solo comentó algo que yo mismo todavía me estoy preguntando: dijo que qué hacía una niña como tú andando por la calle a esas horas…

–Tú me presentaste como si fuera tu amiga, se supone que estaba contigo…

–Creo recordarlo –dijo él, achinando los ojos–, pero ya sabes cómo son las mamás conservadoras, piensan que un hombre puede andar en la calle hasta altas horas de la madrugada, pero las niñas decentes deben regresar a su casa antes de las doce de la noche.

–Como cenicientas –dijo ella sonriendo.

–Exactamente…, aunque la del cuento infantil solo perdió un zapato… –dijo Iván con su linda sonrisa.




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