Tenía que sacar el tiempo para reunirse con Pierre y recuperar sus zapatos. Sin embargo, a medida que pasaban los días, y el verano se presentaba con días cada vez más calurosos, o por lo menos lo que la gente de Montreal pensaba que eran calurosos, el trabajo en la boutique aumentaba de manera exponencial. La temporada de matrimonios había llegado para quedarse hasta el mes de septiembre, y cada día Claire y Valérie estaban vendiendo más de ocho o nueve vestidos. <<Debemos aprovechar la alta temporada, en el invierno tendremos suerte de vender uno o dos al día>>, le había dicho la dueña de la boutique en la mañana de su cuarto día. Le gustaba que a su jefa le fuera bien, y sabía que era más divertido estar atendiendo clientas en lugar de estar mirando hacia la calle esperando a que alguien decidiera entrar a la elegante tienda. De Iván, el borracho de la casa azul, no había vuelto a escuchar, y en más de una ocasión había pasado por su mente la idea de visitar la pequeña tienda de modelos y averiguar por su suerte. El orgullo, producto de haber sido plantada, había quedado atrás, era algo del pasado, pero estaba terminando los días tan cansada, que había preferido caminar hasta la estación del metro para llegar cuanto antes a casa y poder relajar sus cansados pies. Se le hacía extraño que ni siquiera una llamada telefónica hubiese recibido por parte de él. Los primeros dos días, después de la fracasada cita, había llegado a casa con la esperanza de que su mamá le dijera que había recibido la llamada de él, pero con el pasar de los días, se dio cuenta de que eso no iba a suceder. Se había alcanzado a ilusionar, pero sabía que hubiese sido demasiado perfecto, tal vez demasiado fácil. Seguramente el vendedor de modelos habría regresado con su novia y ella no sería más que el recuerdo pasajero de una niña que gustaba deambular las calles de la ciudad a altas horas de la madrugada.
Estando en casa esa noche, después de haber cenado y de haber compartido unos minutos con su madre, contándole acerca de las incidencias del día, buscó el teléfono de Pierre, el cual había apuntado en un papelito el día en que había estado almorzando con Gail. No tardó en encontrarlo en el fondo de su cartera, y segundos después, desde el teléfono de la sala del pequeño apartamento, estaba marcando el número de su compañero. Solo alcanzó a timbrar dos veces antes de que escuchara la voz de un hombre joven al otro lado de la línea.
–Sí, ¿Hola…?
–¿Hablo con Pierre? –preguntó ella sintiendo una extraña sensación. No podía creer que estuviera llamando al hombre que algunos días antes había querido acabar con ella.
–Sí, ¿quién habla? –Escuchándolo mejor, Valérie llegó a la conclusión de que su interlocutor parecía haber estado durmiendo.
–Hablas con Valérie Simard… –alcanzó a decir antes de que Pierre la interrumpiera.
–¡Valérie, que bien que me hayas llamado! Tengo tus zapatos en mi poder. Había querido llamarte, pero me sentía tan mal contigo… que la verdad es que no me atrevía… –su voz ya no sonaba como si hubiese estado durmiendo.
–No te preocupes, solo quiero recuperar mis zapatos.
–Mira que me puse a limpiarlos, no quiero decir que estuvieran sucios, pero si algún detalle de haber sido usados tenía, ahora parecen más que nuevos –en realidad sonaba bastante emocionado de estar hablando con ella, aunque de cierta manera sentía que su privacidad estaba siendo violada al escuchar acerca de la limpieza de sus zapatos.
–Gracias… ¿te parece bien si nos encontramos mañana en algún lugar y me los devuelves? –No quería ir hasta su casa, ni que él viniera a la de ella.
–¡Suena perfecto! ¿Te gustaría almorzar conmigo? Yo invito.
–Estoy trabajando en una boutique por la Rue Sainte – Catherine, y no tengo mucho tiempo para almorzar, pero podría ser después del trabajo…, alrededor de las seis y media, en algún sitio cercano –pensaba que solo quería recuperar sus zapatos, aunque su agresor sonaba supremamente amable.
–No hay problema, te invito a cenar, apenas salgas del trabajo, te llevaré tus zapatos y tendremos tiempo de conversar, aunque desde ahora, quiero pedirte perdón por lo que sucedió esa noche, yo había tomado mucho y perdí el control…
–No sabes todo lo que tuve que vivir por eso…
–Me lo imagino, te juro que me siento muy mal, y espero tener la oportunidad de reparar mi error –dijo Pierre con un tono de voz que parecía bastante sincero.
–Ya mañana hablaremos, creo que esas cosas es mejor discutirlas personalmente.
El resto de la conversación trató sobre el sitio en el que se encontrarían al día siguiente. Se trataba de un pequeño restaurante ubicado a un par de calles de la boutique de Claire. Pierre tendría el tiempo necesario para pedir excusas, y ella para comer algo diferente y recuperar sus zapatos, no sonaba del todo como un mal negocio.