Ella Quería Volar

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–No quiero que te vuelvan a dejar plantada, estos jóvenes de hoy en día no tienen seriedad –le dijo su madre mientras tomaban el desayuno en el pequeño comedor.

–Solo quiero recuperar mis zapatos… –dijo Valérie antes de llevar a su boca una cucharada de cereal con leche.

–Ten cuidado nena, si es el mismo tipo que te persiguió esa noche…

–Estaba borracho mamá, hoy será totalmente diferente –no podía creer que estuviera defendiendo al sujeto que la había llevado a pasar la peor noche de su vida.

–Trata de no demorarte, si no estás aquí antes de las nueve… voy a empezar a preocuparme –dijo su madre tomando un sorbo de café.

–Si por algún motivo me llego a demorar, no dudaré en llamarte.

–No resistiría que te volviera a pasar algo como lo de aquella noche –dijo su madre con genuina expresión de preocupación en su rostro.

–Tendré todo el cuidado del caso –dijo Valérie antes de levantarse de la mesa.

Minutos más tarde se encontró en el autobús rumbo al centro de la ciudad. Claire le había dicho que podría vestir diferentes colores para el trabajo. Le había comunicado que no solamente era el negro el que daba formalidad a sus empleadas, información que había llevado a Valérie a decidirse por un lindo conjunto de falda pantalón y blusa de tonos amarillos, sumados a unas sandalias del mismo color, que a pesar de no tener tacón, eran bastante juveniles y atractivas. Si iba a encontrarse con un compañero, así este tuviese actitudes un tanto salvajes, no querría verse como la niña más simple de la ciudad.

El día transcurrió de manera similar a como habían transcurrido los anteriores, con la excepción de que Claire la dejó sola por algo más de cuarenta minutos, con la disculpa de tener que pasar por el banco y la oficina de correos. Fue la primera vez que se vio al frente de la boutique, con la responsabilidad que esto significaba. Tuvo la suerte de no tener que hacer ninguna venta. Solo una muchacha, de un poco más de veinte años, había entrado a averiguar por el precio de uno de los vestidos que se exhibían en la vitrina, y había salido corriendo al enterarse de su alto precio. Definitivamente no era una tienda para todo el mundo. Ni ella misma, ni su madre, ni su amiga Gail, podrían darse el lujo de comprarle algo a la señora Claire. Pero Valérie sabía que el día que estuviera volando para una gran aerolínea, le sobraría el dinero para hacer compras en todos los lugares que se le antojaran. No se veía a sí misma como una persona materialista. No se la pasaba pensando en tener una gran casa o un lujoso apartamento, mucho menos un vehículo último modelo. Pero como la mayoría de las niñas de su edad, soñaba con llevar un lindo vestido el día en que se casara, o por lo menos el día en que su novio le propusiera matrimonio. Pero para eso faltaba mucho. Primero tendría que conocer a alguien que valiera la pena, empezar a trabajar en lo que amaba, y tener la edad suficiente para llegar a considerar que era el momento de vivir con alguien que no fuese su madre. Todas eran cosas que algún día llegarían, pero por el momento era mejor concentrarse en hacer bien su trabajo, y en recuperar sus lindos zapatos.

Decidió esperar unos minutos antes de entrar al pequeño restaurante. No quería verse obligada a sentarse a esperar, tal y como lo había hecho unos días antes con el borracho de la casa azul. Se distrajo curioseando las vitrinas de las tiendas aledañas. Escasos minutos antes de las seis y treinta, estando parada a menos de cincuenta metros de la entrada del lugar en que se habían citado, observó a Pierre entrando a este, cargando una bolsa roja en una de sus manos. En realidad, se trataba de un muchacho bastante atractivo, aunque no podría compararlo con Iván, quien lo superaba en casi todos los aspectos. Avanzó lentamente hacia el lugar, sintiendo algo de nervios, como si se tratara de una cita romántica, y no de un encuentro para recuperar algo que le pertenecía. Al entrar al lugar sintió el súbito cambio en la temperatura; era evidente que el aire acondicionado se encontraba funcionando. Pensó que era lo mejor, dado que el sitio se encontraba repleto. Sin embargo, no tardó en ubicar a su compañero, quien se encontraba en una de las mesas de la parte trasera. Observó como este, desde la distancia, la saludaba con el movimiento de su brazo, limitándose ella a brindarle una pequeña sonrisa como respuesta.

–¡Hola, has sido muy puntual! –dijo Pierre poniéndose de pie en el instante en el que ella llegó a la mesa, sin dudar en darle un pico en cada mejilla.

–Hola, me imagino… prefiero que la gente sea puntual, y por eso yo trato de serlo –dijo ella al mismo tiempo que se acomodaba en su silla.

Las oscuras paredes del lugar, decoradas con cuadros en los que se veían los rostros de reconocidos pintores, sumada a la luz de tonos amarillos emitida por sus lámparas de estilo neoclásico, lograban el ambiente de calidez que Valérie siempre había preferido. Aunque nunca había tenido dinero para comer en costosos restaurantes, siempre había pensado que a la hora de excederse en esa clase de gastos, era preferible hacerlo en un sitio como aquel, a hacerlo en aquellos lugares que se destacaban por su estilo más moderno, pero también más frio. Definitivamente se trataba de un bonito lugar; una lástima que al otro lado de la mesa no estuviese sentado el borracho de la casa azul.

–¡Estás muy bonita! ¡bueno…, siempre has sido la más bonita! –dijo Pierre mostrando la blancura de sus dientes.

–Gracias… –dijo ella con una sonrisa que no habría podido revelar mayor timidez.




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