Ella Quería Volar

22

El calor del medio día se hacía sentir sobre el asfalto de las congestionadas calles. No fue antes de las doce y quince minutos que Valérie, acompañada por su mejor amiga, descendieron del autobús en la Rue Sainte Catherine.

–Si todo sale bien, te invito a almorzar en algún lugar de estos –dijo Valérie durante su paso por la calle que albergaba varios locales, los cuales ofrecían todo tipo de comidas. Su vestido, de tonos crema con beige que se ajustaba a la cintura, y que se extendía hasta la mitad de su muslo, contrastaba con la falda pantalón verde y la blusa amarilla que llevaba su amiga. Si no hubiesen querido llamar la atención de la mayoría de los transeúntes, hubiesen tenido que vestirse con ropas diferentes. Pero su intención, aparentemente lejos de conquistar miradas, era la de poder cobrar el dinero lo más pronto posible, almorzar algo diferente, y divertirse un rato mientras visitaban las vitrinas de algunas de las más reconocidas tiendas. A pesar de la molestia en su brazo, se sentía bastante bien. Se había librado de la deuda con Claire, faltaba tan solo una semana para empezar su curso de aviación, tendría el dinero suficiente para responder por sus gastos durante algunas semanas sin tener que pedirle a su madre, había logrado ponerse en contacto con el borracho de la casa azul, y tenía una excelente amiga con la que podía contar en los momentos difíciles.

Sintió la frescura del aire acondicionado cuando ella y su amiga entraron en la pizzería. Lucía igual que todos los días, sin rastro alguno que pudiera revelar el desorden que se había vivido allí menos de veinticuatro horas antes. Cinco de sus mesas se encontraban ocupadas, y Nadine y Claudette, se encontraban atendiendo a un grupo de más de doce personas. Las miradas de sus antiguas compañeras de trabajo pasaron de los clientes al rostro de Valérie en el instante en que se percataron de su presencia. Sin embargo, se abstuvieron de saludarla y continuaron concentradas en sus labores.

–No lo veo por ningún lado –le dijo Valérie a su mejor amiga.

–A lo mejor se encuentra en la cocina… –dijo Gail mirando a su alrededor.

Sus palabras se interrumpieron al ver salir de la parte trasera a una atractiva mujer de no más de treinta años vistiendo la blusa amarillo pálido que caracterizaba al manager del lugar.

–Bienvenidas, ¿mesa para dos? –fueron las palabras que dirigió a la pareja de amigas.

–Gracias…, la verdad es que estamos buscando a Steve… –dijo Valérie con su tímida sonrisa.

–Él ya no trabaja aquí, pero debe venir más tarde a arreglar unos asuntos.

Parecía que las cosas se empezaban a complicar nuevamente. Ahora tendría que lidiar con esta mujer para reclamar lo que le debían.

–Me presento, soy Valérie…

–Ya entiendo, probablemente eres la persona que Steve nunca debió contratar –dijo la nueva mánager arrugando los labios.

–Sí…, hasta ayer estuve trabajando aquí, él me dijo que pasara hoy por mi paga –dijo Valérie apretando los puños contra su vestido.

–Sígueme, no es bueno tratar estos asuntos delante de los clientes –dijo la mánager antes de dirigirse hacia la parte trasera del restaurante.

–Espérame aquí, trataré de no demorarme –le dijo a Valérie a su amiga.

Se empezaba a sentir culpable. Ahora solo quería que le entregaran su dinero para poder olvidarse del asunto y salir corriendo de ese lugar. Siguió a la nueva mánager hasta la pequeña oficina en la que solo había estado una vez antes, el día en que Steve la había contratado.

–Siéntate por favor –le dijo la mujer al mismo tiempo que se sentaba detrás del pequeño escritorio de metal.

Valérie obedeció, pensando cómo la situación le recordaba los momentos vividos durante la secundaria cuando había tenido que visitar la oficina del director de la institución. Pero esto ya no era un asunto de escolares, era algo un poco más serio, y que lamentablemente tenía que ver con el rompimiento de la ley.

–Mi nombre es Liz Papillon, gerente regional de esta cadena de restaurantes, y tengo aquí tu hoja de vida –dijo la manager abriendo una carpeta que acababa de sacar de uno de los cajones del escritorio–. En ella claramente dice que solo tienes diez y seis años…

La mirada de su interlocutora logró que Valérie recordara a los detectives de las series policiacas de televisión cuando se encontraban interrogando a un sospechoso.

–Sí, cumplo los diez y siete dentro de tres días…

–Valérie, ¿tú eras consciente de que, por ser menor de edad, no podías trabajar en un lugar en el que se venden bebidas alcohólicas? –preguntó la señora sin perder su expresión detectivesca.

–Nunca lo pensé…, creí que solo se trataba de una pizzería…

–Bueno…, lo que ocurrió ayer pudo haber causado la pérdida de nuestra licencia para vender licor, además de una multa significativa…, todo eso sin tener en cuenta que nos hubieran podido cerrar el restaurante por un par de semanas –dijo la manager sacudiendo la cabeza.

–Lo siento…, solo quería trabajar, tenía unas deudas por pagar –dijo Valérie bajando la mirada.

–Todo esto llevó a que Steve perdiera su trabajo, y afortunadamente ninguno de los agentes de policía que nos visitaron ayer se enteraron de que entre nosotros teníamos a una menor de edad…




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