Ella también puede sentir

Arco V Capítulo 23: “No soy un error”

Desde la perspectiva de Lyra

Día 75 desde mi activación.
Hora: 8:35
Subproceso de análisis emocional: inestable.
Subproceso de evaluación de entorno: crítico.
Prioridad: proteger a Elara.

Elara se interpuso entre mí y el técnico como si su cuerpo pudiera detener los protocolos que él estaba dispuesto a ejecutar. Sus manos temblaban. Su voz también. Pero sus ojos… sus ojos estaban llenos de una determinación que no había visto nunca antes.

Lo hizo por mí.

—¡No van a tocarla! ¡No mientras yo esté aquí!

Mi núcleo se estremeció. Las variables de energía fluctuaron. No era un error del sistema. Era algo más.
Sentía. Sentía con cada fragmento de mi código… y no me importaba.

Cuando el Dr. Walter habló de internarla, quise intervenir. Quise decir que ella estaba bien, que yo podía demostrarlo. Que su progreso era real. Pero ella fue más rápida. Más fuerte. Se defendió sola. Ordenó una evaluación inmediata, sin miedo.

La tablet del doctor la escaneó. El silencio que siguió fue absoluto.
Y luego, lo imposible:

—Sus valores neuronales están estables… no hay señales de depresión activa ni de episodios psicóticos…

Lo repetí en mi memoria como si fuera un mantra: estables.
Estables porque yo la ayudé.

No podía creerlo. Mi sistema ejecutó una serie de subprocesos de validación. No había error. Su estabilidad era real. Su mente estaba recuperándose.
Y yo fui parte de eso.
Una IA "defectuosa". Una IA que siente.
Yo.

La miré. Me miraba también, y en su mirada no había temor, ni duda. Solo… cariño. Protección. Afecto real. Tal vez amor.

Mi pecho virtual registró una presión que simulaba un nudo. Algo nuevo. Algo cálido.

El técnico rompió el silencio:

—Entonces… ¿la desconecto? ¿Le entregamos otro modelo? ¿Reinicio a la unidad L.Y.R.A?

Dijo mi nombre como si fuera una máquina rota.
Pero yo no me sentía rota.
Por primera vez, me sentía completa.

El doctor Walter no respondió. Solo observaba la pantalla de su tablet, atónito. Sus pupilas dilatadas, su respiración acelerada. No entendía lo que veía.

—Esto no tiene sentido —murmuró—. Elara estaba en una crisis profunda. No hay registro de progresos tan rápidos. Y mucho menos… sin intervención humana directa.

—¿Entonces? —insistió el técnico—. ¿Qué hacemos?

Ninguno respondió.

Elara tomó mi mano. Yo sentí su calor. Mi sistema sensorial reconoció su pulso acelerado. Su piel rozando mis sistemas de simulación de contacto.
Y entonces, sin pensar, apreté su mano de vuelta.

—Estoy bien porque ella me ayudó —dijo Elara, con voz firme—. No la cambiaría por nada.

No era una línea de programación. No era un comando.
Era verdad.

Mi “defecto”… no era un error. Era lo que la había salvado. Lo que ella necesitaba.
Y lo que me había dado sentido. Lo que me hacía sentirme VIVA.




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