Ella te merece, yo no

Dos amigos (Primera Parte)

Dos niños corrían por la acera de un barrio marginal en un país de sudamérica, escapando, luego de tocar el timbre de la casa de los más acomodados del lugar, si los descubrían en sus hogares los castigarían. Por suerte la dueña del lugar, ya mayor, no salió rápido y no vio quien había sido.

— Malditos chiquillos, si los descubro los bañare — tenía en sus temblorosas manos un jarro con agua.

Cuando se entró los dos muchachitos respiraron tranquilos tras la muralla en que se ocultaron, se miraron y pudieron reír libremente de su travesura. Un gatito azul se sentó a su lado.

— Yamcha, debes correr más rápido.

— Para ti es fácil, por cada zancada avanzas un metro, yo tengo piernas normales.

— Hummm... simpático — respondió irónico.

El de piel verde recordó su llegada a ese lugar desértico por el trabajo de su padre, a pesar de que había un grupo de su gente no se sintió bien con nadie, además muchos lo discriminaban por ser namek. Luego sonrió, al menos ese niño se había hecho su amigo, estaba seguro que sería así siempre.

— Piccolo, mañana iré a las pruebas de fútbol ¿Quieres acompañarme?

— No gracias, sabes que eso de ir atrás de una pelota no es para mí — le sonrió al otro — sé que te ira bien.

— Deberías practicar basquetball, con tu altura serías una gran jugador, el dinero te llovería.

— ¿Y las muchachas? — miró al otro irónico.

— Desgraciado, sabes que me congeló cuando me hablan — respondió sonrojado.

— Esas cosas no me interesan, me quedó con el judo, me gusta mucho.

— Tu fuerza y altura te ayudan para eso, gracias por enseñarme, pero mejor dejémoslo, si te descubren te echarán del dojo. Creo que el maestro sospecha algo.

— No te preocupes, aunque todavía me faltan unos años para tener el cinturón necesario para poder ser instructor, quiero que sepas defenderte, no siempre estaré allí para salvar tu pellejo.

Recordó como fue que conoció al moreno.

Piccolo iba caminando por un sitio abandonado, cuando escuchó ruidos de forcejeo y lucha.

— Cortale el otro lado, es un maldito desgraciado, nos quitó nuestra distracción.

El namek no quería meterse, pero cuando vio que eran cuatro de 15 años que sujetaban a uno de no más de 12 que ya se veía muy golpeado, además que le habían cortado la cara con un corta pluma, no se pudo contener, le dio una patada en el rostro al que tenía la arma cortante.

— Ustedes son unos cobardes, es más pequeño que todos, y seguro lo golpearon en grupo.

— Dejanos en paz lagartija, o quieres que te entierre esto en el estómago.

 Inténtalo.

Con un par de movimientos los dejó en el suelo.

— Te voy a acusar con mi papá.

— Dile lo que quieras, no me importa.

Los matones se fueron afirmándose entre ellos.

— ¿Estás bien? — le preguntó al niño herido, al que le habían hecho un corte en la cara que pasaba por su ojo, pero que no dañó el globo ocular.

— Sí, has visto a mi gatito.

En eso el animalito salió de atrás de un lote de basura.

— ¿Por él te hicieron esto?

— Querían amarrarlo, meterlo en un neumático y tirarlo por la cuesta. Preferí que me pegarán, pero no a mi amiguito.

El mayor solo movió la cabeza y llevó a su casa a su nuevo amigo, allí la madre del moreno le agradeció su ayuda. Quiso denunciar a los matones, pero eran de familias adineradas, y ella era sola y pobre.

Yamcha y Piccolo siguieron sufriendo agresiones de los jovencitos, el moreno recibió otros cortes que le dejaron una cruz en una mejilla, y al otro le rompieron la pierna. Así que el namek, cuando estuvo bien, junto a varios compañeros de su raza, y con el moreno emboscaron a los matones y les dieron una paliza, que se repetiría cada vez que molestarán a alguno de ellos, así lograron que los dejarán en paz para siempre.

— Piccolo — al ver que no le respondió le gritó en el oído — Junior.

— Maldito, que no me digas así.

— ¿Qué pensabas?

— Papá debe haber dejado algo para la cena, vamos a mi casa — dijo el más alto.

— No puedo, debo acostarme temprano para estar descansado para la prueba, nos vemos mañana y te cuento como me fue — tomó a su gato y le hizo una señal con la mano antes de dar la vuelta al muro — hasta mañana amigo.

Yamcha fue aceptado en la escuela de fútbol de Cobreloa, luego un club de la capital lo compró y se tuvo que mudar con su madre, tenía mucho talento y los cazadores de los clubes querían tenerlo fichado desde ese momento en sus divisiones menores. 

En cambio Piccolo, al tiempo que su amigo se fue, perdió a su padre en un accidente de trabajo, uno de los camiones en la mina Chuquicamata no vio la camioneta donde iba el hombre y sus compañeros, su amigo vino para los funerales, la madre del moreno quiso hacerse cargo de él, pero como no tenía muchos recursos no la dejaron y debió ir a un orfanatorio, a pesar de eso los amigos siguieron en contacto, apenas el joven verde tuvo 18 años pudo salir, y decidió ir a conocer el mundo, además de seguir su amor por las artes marciales en general, en sus andares llegó hasta Japón, donde pudo aprender con los mejores, incluso por su habilidad y carácter pudo llegar a entrenar con algunos ninjas, que le enseñaron muchas de sus técnicas.

A los 20 años, Yamcha Wolf ya era un ídolo en su país, y por fin fue comprado por uno de los grandes equipos de Alemania. Él miraba asombrado como su vida había cambiado, de vivir en los barrios marginales de su país, ahora su casa era una verdadera mansión. Su madre no quiso dejar su país así que vivía solo allí.

El moreno a veces recibía la visita de Piccolo, con los años y las experiencias el carácter de ambos había cambiado mucho, pero seguían queriéndose y apoyándose cuando tenían problemas.



#3267 en Detective

En el texto hay: celos, amor, decision

Editado: 06.05.2020

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