Piccolo miró el perfil de la mujer, lo hacía sentirse en calma el estar a su lado.
— Cariño, ven a tomarte una foto, Piccolo, acompañanos.
Cada varón se puso a un lado de muchacha, luego de eso no pudo volver a estar a solas con la jovencita esa noche.
Ya terminado todo, el namek se fue a dormir a la habitación de invitados, todo estaba en silencio, ya acostado no pudo evitar dejar de pensar en ella, trato de dormir, pero no pudo, se levantó a tomar una ducha, y trató de mentalizarse en otra cosa. Al final soñó que Isa terminaba sus estudios y trabajaba feliz, se conocían y se enamoraban.
Durante los primeros días que alojó en casa de Yamcha, Piccolo estuvo lo más que pudo en el dojo para no ver a la prometida de su amigo, pero a la semana los novios fueron a verlo a una exhibición que hizo, ella quedó maravillada de lo que el artemarcialista podría hacer.
— Nunca vi nada así, eres increíble.
— Con entrenamiento cualquiera puede lograr eso y más — al verla tan entusiasmada — ¿Si quieres te enseño?
— ¿Ella? ¿Hacer esas cosas? Lo veo difícil — el moreno rió imaginándola rompiendo una madera.
— Me gustaría intentarlo amor, por favor déjame — le rogó.
— Esta bien, por verte feliz lo que sea amor.
A la siguiente mañana empezaron a entrenar, primero le enseñó a meditar, y centrar su mente. Pero la primera vez que trató de luchar con ella, la mujer quedó en el suelo con la muñeca adolorida.
— Lo siento — se disculpó el hombre verde, angustiado, y eso que apenas use mi fuerza pensó.
— Tranquilo, ella es un cerebrito, no sirve para estas cosas. Mejor dejarlo amor.
— No, solo me pondré algo de hielo, mañana seguimos.
No tenía mucha fuerza, pero el namek apreció que poseía una gran determinación, así que mejor le enseñó cosas más prácticas, ya que los golpes que daba le hacían doler las manos y los tobillos. Practicaron Tai Chi, luego él se centró más en trucos de defensa personal, le hacía una señal con su cabeza para que ella estuviera preparada, por ejemplo le mostró cómo usar llaves de casa o automóvil para defenderse, o soltarse si la amarraban. Cosas simples, pero que el luchador sintió que era mejor para que se cuidara en cualquier situación. En los descansos conversaban un poco de ambos.
— Sería mejor para ti cortarte algo el cabello.
— ¿Lo dices por si tengo que defenderme no me tomen del pelo?
— Sí, por eso, incluso puede enredarse en algo, y accidentarte — aunque en realidad quería que se viera como en su sueño.
— No puedo. A Yamcha no le gusta, me lo tiene prohibido.
— ¿Haces todo lo que él te dice?
— Sí, sabe que es mejor para mí — repitió lo que él siempre le decía, no uses tu cabecita, yo sé que es lo mejor para ti, buscó cambiar de tema — ¿De verdad eres ninja?
— O sea algunos de esos maestros me enseñaron varias técnicas.
— Y ese traje que usas en las demostraciones son como los de ellos ¿Verdad?
— Sí.
— Me encantaría haber nacido en la época medieval, pero caí en este tiempo, y en el género equivocado, pero es lo que me tocó — suspiró triste la morena.
—Tienes buena técnica para los puñetazos.
— Gracias, es que mi papá quería un niño, se decepcionó cuando vio que era mujer, igual al cumplir 7 años me empezó a entrenar para boxear, pero nunca llegue a los ring, pasó muchos años enfermó, hace un tiempo falleció. Que lástima que te vas mañana, me divertí mucho en estas semanas, seguiré entrenando como me enseñaste, lo prometo. Ojalá vuelvas pronto, antes del matrimonio ¿Puedo escribirte si tengo alguna duda por los ejercicios que me enseñaste?
— Por supuesto, y si quieres hablar estaré allí para ti — el hombre verde tomó su celular, por supuesto que era negro, le pidió el número y lo ingreso — ese que te escribió por whatsapp soy yo. Intentaré venir seguido — mintió, ya que en el fondo estar al lado de la mujer al mismo tiempo le alegraba el alma, y le hacía doler el corazón, se sentía culpable por lo que le inspiraba ella, siendo la novia de su amigo.
Pasaron seis meses, y Piccolo tuvo que volver a Alemania, y como siempre pasó donde Yamcha.
Cada noche desde que se separaron deseaba haberla conocido primero, las cosas serían tan distintas se decía cuando acostado meditaba sobre la mujer y veía la fotografía que se tomó con ella en la fiesta, la sabía intocable.
Pero esta vez el ambiente no era como antes, notó que la joven tenía la mirada triste, a pesar que se reía y atendía a todos como una dueña de casa solicita.
Esa noche los amigos se quedaron conversando en la terraza mientras la morena se fue a acostar, según dijo estaba cansada, a pesar de su discreción el namek no pudo evitar preguntarle a su amigo por lo que creyó ver, no creía que era por la visita de la madre del novio, esa señora era un amor, trataba a Piccolo como a otro hijo, quien también la quería como a una madre.
— Algo pasó entre ustedes, la veo extraña.
Editado: 06.05.2020