Ella te merece, yo no

Tanto sin vernos (Segunda Parte)

Había pasado un año desde que Isa se graduó, logró conseguir un empleo en un laboratorio, se encargaba de los pacientes complicados, personas mayores o niños muy pequeños, tenía la paciencia para lograr tomar las muestras de sangre sin que gritarán o se quejarán demasiado. Lamentablemente para ella, su madre había muerto hacía unos  meses atrás, ahora la joven vivía en un pequeño departamento de un ambiente que compró con el dinero de la venta de su casa, el excedente lo guardó para alguna emergencia.

Piccolo por fin vendría a visitarla ya que no pudo estar en el velatorio y funeral, aunque desde el celular la acompañó, con el tiempo la relación de ella con Yamcha decanto y luego del apoyo que le brindó con su madre, ya eran de nuevo amigos. El moreno, cuando la madre de su ex novia cayó en el hospital, pagó para que la trasladarán a un cuarto privado y trajo los mejores médicos, pero ya no había nada que hacer.

Ahora que el futbolista la iba a ver, ya no le pedía volver, hacía poco había decidido reconquistarla demostrándole con hechos que había cambiado, sabía que lo que ocurrió había sido por su culpa, eso lo que lo llenaba de frustración y culpa. Ahora vivía en un lugar más pequeño, y aunque hacía fiestas, ya no eran tan fastuosas. Para su suerte, seguía teniendo el toque de oro, y su carrera seguía en ascenso, había tenido más mujeres en su vida, pero ninguna como Isa se decía, sentía que nadie lo había amado tanto como ella.

Esa tarde la mujer iba feliz al terminal de buses a buscar al hombre verde, estaba muy nerviosa, hacía un tiempo se había dado cuenta que sentía algo más por él que amistad, pero como él nunca le insistió en nada luego que casi se le declaró, supuso que solo había sido algo que ya pasó. Entre medio de toda la gente, lo vio bajar del bus con su ropa negra, y su mochila a la espalda. Levantó la mano para que él pudiera verla, era tan baja, que se perdía en el mar de personas.

— Hola — saludó el namek apenas estuvo a su lado.

— Hola ¿Cómo estás?

— Bien — él le tomó el cabello, lo tenía corto, igual al de la protagonista de La Leyenda del Halcón — todavía lo usas así.

— Me acostumbre, es mejor para ponerme la malla del cabello o los tocados, además demora poco en secarse, y que te digo de lo que gastó para limpiarlo, lo mínimo — al mirarlo sonrió — para que te habló de shampoo, no debes ni saber que marcas hay.

— Hummm simpática — se puso serio — que bueno verte, lamento no haber venido para el funeral.

— No te preocupes — se puso triste — sé que no era fácil para ti venir de tan lejos, el mundo es tu hogar, te agradezco que te hayas contactado conmigo apenas leíste mi mensaje. Vamos.

Se fueron caminando, era un paseo de casi una hora, pero a ambos les gustaba caminar.

— Vi que estaba Yamcha contigo.

— Supo lo que le pasaba a mi mamá, la ayudó mucho, a pesar de como terminamos la apoyo, y no pidió nada a cambio. Se lo agradezco mucho.

— ¿Tú y él volvieron? — preguntó temeroso.

— No, ya no lo amo, mi tiempo con él como pareja termino. Vamos, deje en el refrigerador un rico mote con huesillo para reponerte del viaje, la mamá de Yamcha me enseñó a hacerlo, es muy refrescante.

Tanto nombrar a su ex no le gustó para nada al namek.

Ya en la noche, como era muy pequeño el departamento y para que Piccolo no tuviera que gastar, se quedó a dormir en el sofá.

— Buenas noches — se despidió la mujer y se fue a su dormitorio.

Pero el hombre hizo todo menos dormir, se levantó al baño a tomar agua, se tapaba, se destapaba, al final se paró en el ventanal mirando la ciudad dormida, y el mar calmó. El saber que ella estaba a unos pasos, y que solo era cosa que abriera la puerta y entrara para tenerla entre sus brazos lo tenía despierto, pero sentía miedo, había pasado mucho sin verse personalmente, a pesar de lo que le dijo sintió que ella estaba muy contenta con Yamcha, ya no tenía el ceño fruncido cuando se refería a él ¿O tal vez era porque estaba enamorada de nuevo? Será de algún compañero de trabajo se preguntó. Ya en la madrugada se acostó y por fin pudo dormir.

Ella en cambio despertó a las 4 de la mañana, nerviosa, no sabía si decirle a Piccolo o no que ahora su corazón le pertenecía, porque nunca más le toco el tema desde esa noche que la besó ¿Y si ahora conoció a alguna mujer, o ya la olvido? Pasó al baño, lo vio dormido, seguro tenía calor, la manta que lo cubría se había caído dejando ver el cuerpo del artemarcialista, solo tenía puesto un boxer, nunca lo había visto así, ya que cuando estaba con Yamcha, el hombre verde nunca quiso bañarse en la piscina, siempre se quedaba dentro de casa mirando a los bañistas. Tomó la frazada y lo cubrió de la cintura para abajo.

— Mejor duermo un poco más, es temprano — pensó Isa.

Pero no logro conciliar el sueño, temiendo que por lo que le dijo esa vez, lo había perdido.

— Parece que no dormiste mucho, eres un mapache — ella le tocó las bolsas que tenían los ojos del hombre en el desayuno.

— Y bosnia — le respondió serio como siempre, para luego reír de lado, como todos los de su raza comía poco.

— Nos vemos a la noche, voy justo a la hora.

— Espera te acompañó.

Tuvieron que irse en locomoción colectiva. Lamentablemente todavía había gente que miraba mal a los namek, y los trataba como si fueran personas de segunda clase.

— Cuidado insecto verde, no me aprietes, no deberían dejar subir a gente como ustedes a los autobuses.

Piccolo ya estaba acostumbrado a esas cosas y no les hacía caso, pero Isa no.

— Que se ha creído. Todos vamos apretados, si no quería ir así debió tomar un taxi — el tipo la miró queriendo replicarle, pero al ver la expresión del namek, prefirió bajarse en el siguiente paradero.

Por suerte nadie más los molesto. La mujer iba roja de vergüenza y rabia. A los 15 minutos se bajaron.



#2842 en Detective

En el texto hay: celos, amor, decision

Editado: 06.05.2020

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