Ella te merece, yo no

Ruptura

— Y ese muñeco ¿Dónde lo tenías escondido? — preguntó una morena con un sensual lunar en el labio.

— Es mi amigo, el que enseña judo.

— Si él fuera mi maestro aprendo en dos minutos — dijo una rubia, suspirando.

— En realidad es muy buen mozo — se sonrojó al recordar cómo se veía en ropa interior.

— ¿Qué pasa por tu cabecita, mujer de Dios? — dijo riendo la del lunar.

— Nada. Vamos a trabajar, llegará la Sra. Gurit y si nos ve conversando nos llamará la atención.

En la tarde Piccolo la pasó a buscar a la hora acordada, vestía una camiseta sin mangas ni cuello y un pantalón de deportes, todo oscuro. Al verlo todas las mujeres, incluso la jefa del grupo quedaron enamoradas.

— Que suerte, un hombrón como ese es tu "amigo" — sonrió malicioso un rubio — y antes fue Yamcha ¿Dime cuál es tu secreto?

— Es solo mi amigo malpensados — miró a su compañero — desinfecta tu mente con alcohol — se fue riendo de su broma.

Esa noche ambos se sentaron a mirar televisión hasta tarde, Isa no tenía que ir a trabajar al otro día. En medio de la película hubo una escena romántica, Piccolo tomó ánimo y decidió no pasar otra noche en vela.

— Quería preguntarte... ¿Estas enamorada de alguien?

— Yo... — su corazón bombeaba a mil por hora, es mi momento pensó Isa — yo si estoy enamorada de alguien, lo descubrí hace un tiempo.

— Lo sabía, es uno de tus compañeros de trabajo... el rubio ¿Verdad?

— Que... espera idiota, con lo que me costó tomar fuerza para sincerarme contigo y me sales con eso de "es de un compañero de trabajo" — trató de imitar su voz — es de ti estúpido, te amo a ti — se levantó molesta para irse a su habitación.

— Espera — la tomó de la muñeca y la sentó sobre sus piernas, ella trato de soltarse, sin muchas ganas cabe decir.

— Me amas, eso dijiste.

Al soltarse quedó frente a frente con él, ella trató de hablar, pero la voz no le salía.

— Sí... — dijo al final en un susurro que nadie hubiera escuchado, a no ser los oídos del hombre enamorado.

Se miraron fijamente a los ojos, luego fue como si una represa se hubiera roto. Se besaron con deseo, él la acomodó en el piso del living, donde la desvistió para que pudiera recorrer todo el cuerpo de la mujer con sus manos. Ninguno quiso decir nada, sabían lo que querían y se entregaron a su pasión, hicieron el amor toda la noche.

Los amantes despertaron a medio día, en el piso de la sala, felices, uno en los brazos del otro.

— Te amo — la voz del hombre era muy suave, nunca pensó sentirse así de feliz, ella le correspondía.

— Yo igual — ella estaba contenta, él la amaba, estaba segura.

— ¿Quieres ser mi esposa?

— Sí, me haces feliz como no te imaginas. Espera, tendré que renunciar a mi trabajo para poder ir contigo en tus viajes, no quiero que nos separemos nunca más.

— Me quedaré, pondré un dojo. Quiero que formemos un hogar aquí, sé lo que significa esta ciudad para ti.

— ¿De verdad? Gracias, te amo.

Por una semana ambos vivieron su amor como adolescentes, mientras ella trabajaba Piccolo buscaba entre sus conocidos quien le ayudará a encontrar un lugar, por verla feliz se quedaría en ese lugar, aunque siempre tendría las exhibiciones y giras, estaba seguro que Isa entendería que a veces se quedaría hasta por 3 meses sola.

Pero este cuento de hadas tuvo su final, cuando pasó lo que les preocupaba a ambos y que no quisieron conversar.

El siguiente día de descanso de la mujer, a media mañana tocaron la puerta, ella se levantó a abrir en bata.

— Hola ¿Cómo estás?

— Hola Yamcha — dijo nerviosa, él pasó sonriendo, como siempre, ella cerró insegura la puerta.

— Perdona por haberte dejado botada por tanto tiempo, pero teníamos que llegar a la semi final. Supe que Piccolo está en la ciudad, pero no se ha comunicado conmigo, por eso quería preguntarte si sabías donde se está quedando — en ese momento el namek salió serio de la habitación de la mujer, solo en ropa interior — ya veo... bien que se lo tenían guardado — dijo conteniendo su rabia y celos.

— Esto se dio hace poco — dijo nerviosa la mujer.

— No tienes que darle explicaciones, lo de ustedes termino hace casi dos años.

— ¿Qué tal te fue, a m i g o? — marcó cada letra de la palabra final — ¿Cómo se siente estar donde yo estuve primero?

— Maldito desgraciado — el artemarcialista fue a golpear al otro.

— BASTA YA, no se atrevan a pelearse en mi casa, y tu Yamcha, es mejor que te vayas, pensaba contarte esto con calma justamente para que no reaccionaras así, pero ya que lo supiste te daré la noticia completa, nos vamos a casar en un mes.

— Así que por fin sé quién le mando el video a Isa, fuiste tú maldito traidor, y yo confiando ciegamente en mi querido amigo.

— Yo no fui. Te dije que no le diría a nadie lo de la mujercita esa... — ambos callaron, la expresión de la mujer al escuchar eso fue de furia, como nunca le había visto ninguno de los dos.

— TU SABIAS LO DE GLORIA.

— Sí — confirmó el namek.

— ¿POR QUÉ NO ME LO DIJISTE?

— No podía hacerlo, que pensarías si te lo hubiera contando, si traicionaba a mi casi hermano, que podría hacer contigo después. Además estoy seguro que pensarías que era una mentira. Por todo eso preferí mantenerme al margen.

— USTEDES... SON TAL PARA CUAL, UN MENTIROSO Y UN INFIEL, SALGAN DE MI CASA AHORA MISMO.

— Pero... — exclamaron ambos al mismo tiempo, no se esperaban esa reacción de ella.

— OLVIDENME, Y TU LLÉVATE TODAS TUS COSAS — le dijo a Piccolo — ERES IGUAL QUE ÉL, CREÍ EN TI, NO ME BUSQUES MÁS — tomó la ropa del namek y sus cosas, y las tiró al pasillo del edificio, luego los sacó a empujones.

— Espera Isa, hablemos — pidió el artemarcialista.

— Déjame en paz — se quedó apoyada contra la puerta por dentro, llorando hasta que ya no tuvo lágrimas.



#2844 en Detective

En el texto hay: celos, amor, decision

Editado: 06.05.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.