Han pasado muchos años desde la última vez que Yamcha y Piccolo vieron a Isa, ahora el futbolista, de 31 años, se trasladó a vivir a Estados Unidos y siguió su exitosa carrera, ahora como entrenador.
Una tarde de verano fue invitado a una actividad donde les darían un reconocimiento a varios deportistas del mundo, donde también estaba Piccolo. Luego de todo lo que vivieron y el tiempo pasado habían vuelto a comunicarse, ya no eran los mejores amigos, pero mantenían contacto y conversaban de sus vidas, regularmente el moreno le preguntaba al otro si había hablado con Isa, pero ninguno había tenido noticias de ella.
Al terminar la actividad el locutor solicitó a la Sra. Fritz viuda de Johnson que dirigiera unas palabras a los presentes, ya que sus empresas patrocinaban el evento. Al mirar quien era, el deportista y el artemarcialista se pusieron pálidos, no podía ser ¡ERA ISA! Aunque no se veía como antes, usaba tacones altos, traje de dos piezas, maquillaje, una cartera de esas que parecen un sobre, su pelo estaba acomodado en una melena media, que estaba impecablemente peinada.
— Señores, señoras, gracias por venir... — cuando terminó su discurso se sentó seria, su mirada era fuerte, ya no había nada de la timidez y ternura que ambos le habían conocido, los dos estaban muy confundidos.
— Con esto concluimos el evento — dijo el hombre del micrófono — por favor, pasen a servirse un coffe break.
La mujer se levantó a conversar con varios directivos, cuando ya parecía que iba a irse, un niño de unos cuatro años, pelo castaño, ojos verdes, acompañado de una rubia, se acercaron a ella.
— Gracias por traerme mamá, ya tengo muchos autógrafos — agradeció el pequeño, que se cansó solo con subir unos peldaños.
Ambos se miraron ¿Seguro que era ella? se preguntaban en silencio, si era así ahora era viuda y con un hijo.
En eso alguien que conocía a Yamcha se les acercó para saludarlo, era un ejecutivo de las empresas que organizaron todo.
— Hola ¿Cómo estás? Gracias por haber venido amigo.
— De nada, dime ¿La que dio el discurso se llama Isabeau?
— Así es, esa trepadora....
— ¿Por qué lo dices? — el moreno tuvo que ponerle una mano en el pecho a Piccolo, porque estuvo a punto de golpear al otro, que ni se dio cuenta de eso por mirar con rabia a la morena.
— Ella llegó a casa del dueño de las empresas, Mark Johnson, como enfermera, para ayudar a su esposa, Marian, con su primer bebé, pero se encamo con él, su esposa los descubrió y se suicidó a los dos meses de que nació Tom. Cuatro meses más tarde se casaron, don Mark enfermó de cáncer, o eso dijeron, seguro fue envenenado por ella, murió un poco después que el niño cumplió 2 años. El pequeño está condenado — dijo fríamente — si vive hasta los 6 años sería un milagro, así ella se quedará con todo el dinero. Supo hacerlo.
— ¿Estás seguro de lo que me dices?
— Por supuesto, me lo contó el hermano del Sr. Johnson.
Ambos la miraron de nuevo ¿Sería una arribista de tal nivel? Era verdad que había cambiado mucho, al menos físicamente, pero que fuera una ambiciosa de ese nivel, solo uno de ellos estaba seguro que era mentira.
— Vamos Tommy, debes ir a descansar — la voz de la morena sonaba dura y fría.
Yamcha pensó que estaba equivocado, no puede ser ella, era como si Heidi se volviera la Srta. Rottenmeier, imposible.
— Bueno mamá — pero cuando el niño fue a caminar a su lado vio para donde estaban los dos amigos — espera, mira, son ellos, quiero pedirles sus autógrafos ¿Puedo? ¿Por favor?
— Debes ir a descansar, te has agitado mucho. Tienes que tomar tu medicina apenas lleguemos.
— Mamá, por favor — rogó, como siempre estaba seguro de salirse con la suya, y así fue. Se acercaron a ambos.
— Hola — dijo el pequeño nervioso por conocer a sus mayores ídolos.
— Hola ¿Cómo te llamas? — preguntó el moreno arrodillándose a su altura.
— Tom, pero todos me dicen Tommy, me encanta como jugaba Sr. Wolf.
— Gracias, dime tío Yamcha ¿Quieres un autógrafo? — de reojo miró a la morena que no podía ocultar su molestia al estar frente a ellos.
— Por supuesto, gracias — le pasó una libretita donde tenía los que había conseguido.
Luego se dirigió al namek, que parecía un gigante a su lado.
— Hola Sr. Daimaku.
— Hola, no pensé que me conocerías — le dio la firma que quería el pequeño.
— ¿Quién no conoce al ninja namek? Usted es una leyenda viviente. Me encantan las artes marciales, he visto varias de sus exhibiciones en video, es usted increíble cof cof.
— Querido, vamos por favor, debes descansar.
— ¿Quieres que vaya a verte a tu casa? Te enseñare unas fintas muy buenas — propuso el moreno.
— ¿Ustedes dos pueden ir a verme a casa? — el niño le puso al entrenador su mejor cara de súplica.
— Por supuesto, por si no lo sabías, somos los mejores amigos — el ex futbolista le guiñó un ojo a Piccolo.
— Genial ¿Pueden ir mamá? Pueden, pueden, pueden cof cof.
— Está bien, pero no te esfuerces. Señores, está es la dirección, mañana a las 5 de la tarde los esperaremos — les pasó unas tarjetas de visita, y se fue con el niño en brazos, y la rubia tras ellos, por la mirada de esta última se dieron cuenta que debía saber sus historias con Isa.
— Es ella, ahora estoy seguro ¿Crees que es verdad lo que nos dijeron? — dijo Yamcha meditando.
— Aunque ella ha cambiado mucho, no me la imagino así de ambiciosa, nunca le intereso el dinero, tú mejor que nadie debería saberlo.
— Tal vez la vida fue muy dura con ella cuando la dejamos de ver.
— Ella nunca sería un ser tan frío y calculador como el que nos describieron ¿Me pasas a buscar mañana? No tengo auto, y donde me alojaré es algo retirado.
— Lo sé, te gusta caminar, si quieres puedes quedarte en mi casa, sería más práctico, no es la mansión que tenía, pero la que tengo ahora es muy cómoda.
Editado: 06.05.2020