Ella te merece, yo no

¿Qué pasó contigo?

— Hola, disculpa el retraso, nos perdimos un poco — explicó Yamcha al niño que los recibió con una gran sonrisa.

— Pensé que no vendrían — hizo un puchero.

— ¿Y tu mamá? — preguntó el moreno, mirando para todos lados.

— Está por llegar, también se atrasó, casi nunca sale, siempre estamos juntos, incluso cuando me dan mis lecciones en casa, pero hoy tuvo que ir a ver a unos señores de traje.

En eso llegó la rubia, se presentó como la asistente de la Sra. Fritz.

— Soy Helen, síganme al patio trasero.

Cuando estaban allí pateando el balón llegó Isa, con pantalón y chaqueta a juego, lentes oscuros, una cartera grande, y zapatos con tacos, de los que en su pasado jamás quiso usar. Se veía mucho más alta y delgada de lo que la vieron por última vez.

— Señores, gracias por venir a ver a mi hijo.

— De nada señora.

— Por favor, no lo agiten, le hace mal. Con su permiso.

Al rato Yamcha entró al lugar a buscar agua y se encontró con Isa en la cocina.

— ¿Cómo has estado? Fue una sorpresa encontrarte allí, y verte así, tan... diferente.

Lo miró seria.

— Creíste que seguiría siendo la misma tonta de siempre, todos cambian y yo aprendí mucho ahora que me aleje de ustedes ¿Cómo está mi hijo?

— Bien, como ya no podía seguir pateando, se quedó con Piccolo, está enseñándole técnicas de meditación, y esas cosas, tú sabes.

— Mi niño hermoso — se puso triste — debo ir a arreglar unas cosas, por favor no lo agoten mucho, tiene un problema al pulmón, le cuesta respirar.

Pero antes de que se fuera llegó el niño.

— Mamá, por favor quédate, quiero que veas lo que puedo hacer.

— Es que debo ir a arreglar algunas cosas.

— Isa ve con él, yo haré lo otro — la rubia miró al moreno, y le guiñó el ojo a su jefa, sin que nadie más la viera.

— Esta bien cariño, voy contigo — la dueña de casa salió y se sentó en una de las reposteras que estaban alrededor de la piscina.

El hombre verde le estaba enseñando algo de Tai Chi, y técnicas de respiración al pequeño.

— Mira, es como lo que haces en las mañanas mamá.

— Sí cariño, es muy parecido.

Así que sigue entrenando, sé que bajo ese exterior duro es la misma de siempre, no puedo creer que haya hecho todo lo que dicen, pensó el namek.

La siguiente semana los deportistas volvieron a ir a ver al niño, pero el artemarcialista ya debía irse.

— ¿Cuándo volverá Sr. Daimaku?

— En dos meses, Tom.

— Dígame Tommy, como los demás.

— Te llamas Tom, y así te diré — dijo serio, para luego sonreír de lado — vendré a verte apenas vuelva.

— Gracias, le avisa a mi mamá que día será, por favor, quiero tenerle un vaso de mote con huesillo.

Isa y el guerrero quedaron de piedra.

— ¿Por qué supones que eso le gusta? — preguntó la madre.

— Lo leí en una entrevista, decía que le gustaba porque le recordaba los mejores momentos de su pasado.

— Debo irme, nos vemos Isa — se despidió Piccolo.

— Mamá ¿Tío Yamcha puede quedarse hoy a dormir? Quiero que me lleve a ver el amanecer mañana, dice que es muy lindo.

Ella miró al moreno con cara de que le metiste en la cabeza a mi niño.

— Bueno mi amor, que se quede en una de las habitaciones de invitados.

— Piccolo ¿Te voy a dejar? — se ofreció el entrenador.

— No te preocupes, me hará bien caminar — se fue molesto, pensando que el otro usaba al niño para acercarse a la mujer. Ojalá no haga sufrir al pequeño era lo único que deseaba.

La vida siguió tranquila para todos, cuando el namek andaba por la ciudad se quedaba en casa de Yamcha e iba a visitar al niño.

Un día que Piccolo estaba solo con el pequeño en el jardín vio llegar a Isa, quien subió corriendo al segundo piso, con algunas lágrimas en sus ojos.

— Voy a ver a tu mamá para preguntarle si puedo venir mañana más temprano, quédate meditando ¿Bueno?

— Entendido Sr. Daimaku.

Con su fino oído la escuchó sollozar, abrió lentamente la puerta de una habitación, la vio sentada en la cama con un porta retrato en su pecho, cuando ella se movió vio una fotografía de ella, un bebé, y un hombre con los ojos verde, del mismo tono que Tommy, supuso que era el padre del pequeño.

— ¿Estás bien? — entró con miedo que lo echara a gritos.

Apenas lo vio quiso hacer eso, pero ella necesitaba desesperadamente alguien con quien desahogarse, y Helen había salido.

— Mi niño nació con una enfermedad a las vías respiratorias, al principio era muy lapidario el diagnóstico, no sobreviviría a los 2 años, pero cuando llegó a esa edad se descubrió un nuevo medicamento, le ha ayudado mucho, ahora tal vez logre llegar a los 6 o 7. Pero hoy de nuevo sus tíos me llevaron al tribunal para quitármelo, tengo miedo que lo consigan, si es así el pronto se reunirá con su padre — miró con mucha tristeza la fotografía.

— ¿Lo amabas mucho? Digo al padre de Tom.

— Sí, luego que murió su esposa nuestra relación se estrechó y me enamore de nuevo — al decirlo quitó la mirada del otro — estaba viviendo con Helen, compartíamos departamento, yo trabajaba como lavaplatos en un restaurant, no conseguía nada como ayudante de enfermería por ser extranjera, Mark y la sra. Marina fueron a comer allí, ella se atragantó, tenía 8 meses de embarazo, nadie sabía qué hacer, yo la ayude, al otro día él me fue a dar las gracias, cuando supo que sabía de enfermería me contrato para ayudar con el bebé que estaba por nacer, él era una persona muy buena, pero atormentado por la enfermedad de su esposa, una depresión que arrastraba desde adolescente, que se agravó cuando supieron que él tenía cáncer, el niño era la forma que Mark tuvo para que ella saliera adelante cuando él no estuviera, pero cuando se supo que el niño también moriría pronto, la Sra. Marina no lo soportó y se suicidó. Yo mantenía las pastillas y medicamentos bajo llave, se comprobó que eran de otro frasco las que uso para matarse, a pesar de eso me sentí culpable por no haberme dado cuenta de lo que le pasaba, quise irme, pero él me pidió que me quedará, seguí cuidando a mi pequeñito, era tan delicado y tierno, cuando Tommy cumplió 4 meses Mark se me declaró y lo acepte, el día del matrimonio Helen vino a vivir conmigo, necesitaba a alguien de confianza a mi lado, mi esposo pensaba que quien le dio las pastillas a la Sra. Marina fue... eso ya no importa, no se pudo probar. Con Tommy estuvimos a su lado cuando murió, no había pasado ni media hora, y su hermano y su esposa ya estaban tratando de quitarme al niño para mandarlo a una institución para que cuidarán de él, y así pudieran disfrutar de su fortuna sin problemas, son unos malditos desgraciados.



#2843 en Detective

En el texto hay: celos, amor, decision

Editado: 06.05.2020

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