"Ella" y ella

Capítulo 1

Ashley

El hielo de la noche recorrió nuestros cuerpos, el auto se tardó de más en llegar a la nueva ciudad. Mi madre y yo caminamos por una calle oscura, sin luces, ni la luna quiso darnos presencia. Apreté los puños, del frío o del coraje. No quería mudarme a la casa de una compañera de mi madre, ni siquiera me preguntó. Incluso ya me inscribió en una universidad de aquí, New Jersey, la soledad de la ciudad parecían ecos oscuros y melancólicos. Odié ese día.

Mi madre me tomó de la mano – pálida y fría – para entrar en calor. De pronto; en un abrir y cerrar de ojos, corrió hacía nosotras un hombre con ropa negra y sofocante a mi parecer, porque le cubría todo el cuerpo.

Arrebató algo de las manos a mi mamá. Ella gritó con desesperación, fijando su vista a todos lados esperando que alguien respondiera.

—¡Ayuda! Un ladrón se llevó mi bolso.

Nadie más podría ayudarla, a pesar del frío, corrí detrás del sujeto. No parecía rápido, casi lo alcanzaba. Mi pecho se llenó de calor por el maratón y el peso helado del ambiente, una combinación terrible, una gripe me podría dar.

Intenté quitarle el bolso de las manos con guantes; sin embargo, opuso mayor fuerza, lanzándome al adoquinado. Agitada intenté levantarme y volver a correr, jadee al hacerlo. Mi madre corrió hasta mí, moviendo su bufanda de colores vivos contra el viento.

—No debes arriesgarte así. — me replicó. Abrí la boca y la volví a cerrar. Quise decirle que no se preocupara, correría detrás de ese tipo y no me detendría.

Di la cartera gris a mi mamá y me lancé a la persecución. El ladrón me vio con una sonrisa malévola, como quien dijo 《me salí con la mía》que no disfrutara mucho, lo atraparía.

En un breve instante, ese hombre chocó cuerpo a cuerpo con alguien más; no lo divise bien, contra la luz cualquier persona no se observaba. Esa figura no se inmutó, como si el choque no le hiciese ningún efecto.

Mi mamá llegó conmigo y juntas corrimos hasta la escena; ella temblaba, sus manos estaban más pálidas que antes, algo que no era normal considerando nuestro color de piel. En cambio, yo no temblé – o eso quise creer – mi corazón palpitó tan fuerte que si saltaba de mi pecho, no sería sorpresa.

Llegamos hasta esos dos personajes y vimos a esa o ese, tomando al ladrón de su capucha; le reclamaba con voz varonil y marcada, su vestimenta decía otra cosa.

—Deja de cosas a gente indefensa. — sin darnos tiempo para respirar, derribó al sujeto de un puñetazo al estómago.

El ladrón no era tan fuerte como parecía, a raíz del golpe, corrió como niña buscando un biberón. Dejó el bolso con brillos de mi madre en el suelo y “ese hombre” lo tomó para dárselo con cortesía a mi mamá, quien su respiración se mejoró después del caos momentáneo.

A pesar de todavía temblar por conmoción, mi madre tomó el bolso, esbozó una sonrisa al chico y exclamó:

—¡Muchas gracias jo…! — se detuvo. No encontró las palabras correctas para dirigirse a ¿él o ella? Lo examinó con sus ojos marrones oscuros de pies a cabeza.

Él vestía unos tenis altos, el color no se apreció a la perfección y un traje femenino, mucho más que el mío, aunque no digo nada, mi ropa es holgada. No sabría decir con exactitud cuan alto era, aunque más alto que yo, sí.

—¡Fue un placer! — respondió haciendo que saliera de mis pensamientos. Me extendió su mano, yo arrugué el ceño. Alguien así deslumbraba tanta confianza, ¿por qué?

—¿Eres? — me crucé de brazos. Era obvio que no era mujer; admito que se sabía maquillar mejor que yo, tema distinto.

—¿Dije algo malo?

—¡No pedimos que nos salvarás! — indiqué relajada, me hirvió la sangre al ver que él salvó el bolso de mi madre o no sé porque me enfurecí.

—Solo intenté hacer algo bien, ¿tiene algo de malo? — abrí mi boca para dar otro sermón. Mi madre me dio un pellizco y contestó antes que yo lo hiciera.

—Soy Mercedes y muchas gracias por salvarnos. Discúlpela. — lo defendió a él y no a mí, ¿qué le ocurría?

—No hay cuidado, fue un placer. — frunció el ceño al despedirse, yo seguía de brazos cruzados. No quisiera hablar con alguien como él, que horror.

—No puedo creer que lo defendiste a él. — le reproché entre dientes cuando no se vio rastro de ese.

—Fue amable con nosotras, debemos respetar.

—¿Y quién nos respetó a nosotras? — los ojos de mi madre se tornaron vidriosos, claro, le dije algo que jamás quiso recordar y yo lo hice —. ¡Lo siento, mamá! — ella me tomó de mi morena mano y exhaló.

—Sabes que odiar es malo. Ya basta. Vamos con mi compañera. — en un par de segundos, la expresión de mi madre cambió, sus lágrimas se borraron y en cambio presencié su maravillosa sonrisa.

Volvimos con nuestro trayecto, esperaba que con suerte no nos encontremos con más personas como él. No me haría ilusiones, esta ciudad debe estar contaminada de ellos.

Fuese lo que fuera, quise mantener serena a mi madre, caminamos y charlamos sobre momentos divertidos entre nosotras. La luna seguía sin salir y el frío no se coló en nuestros cuerpos. Estábamos cerca de esa casa, por fin, el suplicio se terminó.



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En el texto hay: humor, lgtbq+, romance +16

Editado: 12.12.2025

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