Era un joven de veinte años estudiando su carrera tranquilamente en la U, sin ninguno conflicto nunca pensé en una relación amorosa, tampoco en casarme y todas esas cosas. Nunca estuvieron en mis planes. Solo quería una vida tranquila, trabajando en mi profesión sin preocuparme por nada solo en mis padres. Devolverle todo lo que han hecho por mí.
Lastimosamente eso cambio, cuando acepté casarse con aquella mujer me convertí en alguien a quien ni yo mismo reconocía. Acepto que antes de conocerla era algo inseguro, con respecto a las mujeres. No entendía muchas cosas conforme al pensamiento femenino, además no era el tipo de hombre que seguro ellas buscan.
Ya saben ese típico hombre alto, fuerte, apuesto, seguro de sí mismo, divertido, buen bailarín y sobre todo dialogador.
De todo lo mencionando solo cumplo dos expectativas soy alto mi metro setenta y siente es aceptable, aunque a veces pienso que quisiera ser más pequeño. Ya saben los pequeños hábiles, no digo que no lo soy, pero ellos tienen un aspecto del cual carezco. El segundo aspecto es atractivo, me siento conforme con mi aspecto físico no soy esos modelos de revista, pero tengo algunos rastros físicos que considero atractivo.
Nunca me ha importado mi apariencia, siempre salía a la calle con ropa deportiva normal esa era, es y será mi vestimenta de siempre. La parte inferior negra la superior gris, azul o cualquier color que quede bien con el negro y una chaqueta con capucha. Ese es mi vestimenta y la he mantenido desde siempre. Solo en ocasiones relevantes me vestía como todos los demás.
Volvamos al tema. Aparte de eso me había bloqueado a mí mismo y aun en este momento de mi vida sigo bloqueado con respecto a las mujeres, pero con cierta diferencia. En la pasado mi bloqueo era porque tenía miedo de no cumplir con las expectativas de ellas, sobre todo en la intimidad. Confundí muchos aspectos conforme a la sexualidad, pensaba que durante el sexo lo importante el coito. Ya sabe dentro fuera, dentro fuera sin parar.
Ese pensamiento creo un problema de inseguridad. Ese pensamiento reinaba mi cabeza, sino podía hacer eso me convertiría en burla la chica que estuviera conmigo, y lo que más odio en esta vida es la compasión. Detesto que me tengan compasión. Por lo que me retrai por completo. Tenía miedo de que no funcionara.
Debido a ese pensamiento opte por quedarme solo hasta el final. No sería la burla de nadie. Tampoco ser un cornudo, preferí la soledad a tener que soportar aquella vergüenza.
Todo esto como una breve introducción antes de conocer a Paloma Guevara. Una mujer de cuarenta y dos años de edad, a pesar de su edad y de estar al borde de la muerte eran hermosa, sexy, una fiera en la cama. Que me saco de ese complejo, solo para hundirme en otro complejo talvez incluso peor que el tuve al inicio.
Era martes caminaba de regreso al departamento después de la universidad. Manteniendo mi mirada perdida, como siempre miraba a todas partes y a ningún lugar en específico. Camine hasta los islotes en el centro de la carretera, había un hundimiento de dos metros en los islotes en los cuales saltaba hacia el otro extremo.
Salto otra vez y en eso note como la ventana de un auto negro bajaba dejando ver a una hermosa mujer madura de cabellera castaña, con lentes de sol y labios carnosos. Subió su mano declinando un poco sus lentes de sol, me quedo mirando dedicándome una sonrisa encantadora. ¿Que hice en ese momento?
Voltee a ver al otro extremo de la calle, donde se encontraba una señora vendiendo granizados y otros transeúntes. Un niño con su madre, un hombre mayor, otro de la misma edad que ella. Y mi conclusión era que talvez era para él a quien ella se dirigía.
Volví a verla solo para encontrarla riéndose. Recién comprendí que era a mí a quien ella observaba, sentí mis mejillas arder por la vergüenza. Gruñí y seguí mi camino, deje de saltar esos espacios y continúe por la acera como la gente normal. Al día siguiente volví a encontrarme con ella en el mismo lugar y nuevamente me sonrió y siguió por los próximos tres días.
El fin de semana tuve algo de paz, por así decirlo. No volví a verla, me sentía incomodo con ella encontrándola cada día en el mismo. Lunes volvió y esta vez no se encontraba el auto y eso era un alivio, martes siguió igual, pero miércoles.
–Hola guapo –fue la primera vez que escuche su voz.
Gire mi cabeza hacia la derecha, en la esquina encontrándome con ella era hermosa tenía una figura increíble. Se quitó las gafas de sol. Dejándome ver unos hermosos ojos azules.
~ ¡Guao! ~fue lo que pensé.
Ella guardo sus gafas en su bolso, dirigiéndose a mí –no mires atrás. Es contigo con quien hablo. –Su voz era suave, seductora.
–Eh… buenas tardes –dije cohibido.
Rio –tranquilo –me miro de arriba abajo como si me analizara. Lo cual me hizo sentir incomodo, mejor dicho, intimidado –eres muy ingenuo, para tener… –hizo una pausa –veinte años –abrí los ojos –acerté cierto –sonrió.
Me quedé mudo no sabía que responder así que solo asentí. Siguió mirándome.
–Bueno… yo… yo me voy. Buenas tardes –dije dando el primer paso.
–Espera. Quisiera pedirte algo –hablo con esa voz seductora.
Me volví –eh… si es por alguna dirección. Apenas conozco la ciudad –respondí.
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Editado: 10.06.2023